Seis maravillosos años

Entre los seis atletas que tienen en su poder la plusmarca española de 50 metros lisos en pista cubierta con cronometraje manual, 5 segundos y 6 décimas, figura Saturnino Rodríguez Risco (Granja de Torrehermosa, Badajoz, 1955), marca conseguida en A Coruña el 1 de diciembre de 1973, el mismo día en que también la obtuvo el siempre afable José Antonio Díaz Núñez, Machiño (otro gallego, el fantástico Ramón Magariños, realizó este registro en 1965).  Saturnino Rodríguez Risco se inició en la práctica del atletismo en Galicia y en esta tierra permaneció seis años. “Seis años y de los mejores de mi vida”, dice. Cultivó, además de la velocidad, el salto de longitud, especialidad en la que fue dos veces campeón de España absoluto en sala en 1975 y 1976. Compitió con la selección española en cuatro ocasiones.

Saturnino Rodríguez Risco, a la derecha, disputándole el triunfo a José Carbonell en pista cubierta

Tenía tres años cuando sus padres emigraron a Madrid y, en la gran ciudad, a lo único que se dedicó fue a jugar al fútbol, actividad en la que se mostraba con desenvoltura ya que, cuenta, “era muy rápido y ágil”. No había para él otro deporte. Hasta que su vida dio un giro completo a los catorce años. En septiembre de 1969 hizo su aparición en A Coruña tras haber conseguido una beca para estudiar en la Universidad Laboral, donde coincidiría con Isidoro Hornillos, quien llegó a ser un destacado atleta olímpico y años después presidente de la Federación Gallega de Atletismo. En el centro pudo conocer y practicar otros deportes, aparte del fútbol, pero se decantó por el atletismo, al que se había aficionado viendo por televisión los Juegos Olímpicos de México 1968. “En unas pruebas que hizo Teodosio del Castillo para el equipo de atletismo de la Universidad, me apunté en longitud y 100 metros, ganando ambas. Recuerdo haber saltado 5,81 en longitud y hacer 11.5 en 100 metros”, comenta. Tendría entonces 16 años. Ahí se estableció su punto de partida.

En un primer momento, acaso durante dos o tres años, Rodríguez Risco no tuvo entrenador y se apañó como pudo para trazarse un plan: hojeaba revistas o libros de atletismo que había en la biblioteca. Claro que el atletismo, aun gustándole y al que le dedicaba un determinado tiempo, no dejaba de ser algo secundario. “Lo importante entonces para mí era no suspender y no perder la beca”, confiesa ya que sus padres, de condición muy humilde, de otro modo no le hubiesen podido costear los estudios. “Sin embargo, he de recalcar que Machiño me enseñó y aconsejó muchísimo”. Y hubo también otros gestos bondadosos a resaltar. “Hablando con los hermanos Gayoso me ofrecieron, sabiendo que entrenaba solo, entrenar con ellos los fines de semana a las órdenes de Gregorio Pérez Rivera, con quien estuve un año”. Rodríguez Risco se preparaba tres días a la semana en la Universidad Laboral y un cuarto día coincidía con los hermanos Gayoso y Raimundo Fernández en el Palacio de los Deportes coruñés.

Siendo júnior, acudió a Sabadell a los Campeonatos de España de pista cubierta en 1973 y allí obtuvo la medalla de bronce en salto de longitud (6,46), mientras que la victoria recaía en L. Villanueva (6,56).

El 9 de marzo de 1974 se celebró en A Coruña la tercera edición de los Campeonatos de España de pista cubierta de categoría júnior, donde Rodríguez Risco tuvo una actuación sobresaliente al ser primero en longitud (7,18), por delante del zaragozano Alberto Solanas (7,01); fueron los dos únicos atletas que superaron los 7 metros. Y en 50 metros conquistó la medalla de plata con 5 segundos 9 décimas, ganando, con la misma marca, a Ramón Cid, aunque no pudo con el catalán Francisco Espinach al correr la distancia en 5.8.

Destacó preferentemente como saltador de longitud

El de 1975 sería el año en el que se alzó con su primer título de campeón de España absoluto en longitud. El torneo tuvo lugar en el Palacio de Deportes de Madrid cuando se iniciaba el mes de marzo y en Atletismo Español se escribió lo siguiente: “La única sorpresa fue ver a Rodríguez Risco en la mañana del sábado irse a la nada despreciable distancia de 7,57 en el salto de longitud, tras una buena serie (7,42; 7,21; 7,28; 0; 7,28 y 7,57)…” Rodríguez Risco, encuadrado en el equipo de la Universidad Laboral, estuvo muy por delante de los demás competidores ya que Ernesto Mir, “que estuvo muy desafortunado en sus talonamientos”, solo saltó 7,08 y Rodríguez de la Infanta 7,05. Aquel registro de 7,57 le valió a Rodríguez Risco para situarse primero en longitud en el ranking nacional de pista cubierta en 1975.

Pero también tuvo su protagonismo en la carrera de 60 metros, una prueba accidentada y que, lamentablemente, tuvo que celebrarse dos veces. “Como el cronometraje fue eléctrico -se escribe en Atletismo Español– conviene destacar los 6.88 de Carbonell y los 6.90 de Risco en eliminatorias…” Quedaron para disputar la final Marco Marigil, Sánchez Paraíso, Ángel Ibáñez, Manuel Carballo, José Carbonell y Rodríguez Risco.

“En la final, tremendo y abucheado “show” a cargo del juez de salidas que, por culpa del mal funcionamiento de la pistola y tras cambiar la eléctrica por la normal, dio por buena una salida en la que Carballo, visible a todas luces, partió con más de dos metros de ventaja en clara escapada. Como la carrera fue muy protestada por el público, y tras consulta con el juez árbitro, se decidió repetir la final que dio vencedor a José Carbonell, si bien fue inquietado en la línea de meta por Carballo y Sánchez Paraíso. Los demás quedaron lejos”. A Carbonell, el ganador, se le dio un tiempo de 6.6; Rodríguez Risco, quinto, 6.8. Años después de este acontecimiento, Rodríguez Risco comentaría sobre aquella repetición: “A mí me hizo polvo pues tenía el desgaste de la competición de longitud en ese momento y posteriormente la final de 60. Y tenía el segundo mejor tiempo con 2 centésimas de diferencia respecto a Carbonell”.

En la ciudad alemana de Dortmund, el 8 de febrero de 1975, se produciría el debut de Rodriguez Risco con la selección española absoluta en el encuentro con la República Federal Alemana que finalizó con un claro triunfo del conjunto anfitrión: 84 a 37 puntos. En este encuentro al cronista Pedro Escamilla le pareció “poco serio” que se incluyese fuera de concurso atletas belgas y también alemanes.

En salto de longitud, la primera prueba de la competición, los dos alemanes, H. Berger y U. Köwring, se mostraron superiores al saltar 7,60 y 7,53, respectivamente. Escamilla comenta que Francisco Castrillo “saltó mal” y solo llegó a 6,91, último, y de Rodríguez Risco señala que “estuvo en su normalidad (7,11; 0; 0; 7,09; 0 y 7,22), pero, eso sí, superando a los dos belgas que estuvieron fuera de concurso”.

Volvió a ser llamado a la selección el día 25 de ese mes de febrero, para contender con Gran Bretaña en Madrid. La victoria se la llevó sin contemplaciones la representación británica al sumar 70 puntos, alcanzando España 51. De los dos representantes españoles en longitud, Rodríguez Risco y Azpeitia, aquel finalizó segundo (7,35) y este tercero (7,28). Atletismo Español destaca de nuestro personaje “su potencia, aunada a una buena velocidad, que le ha de proyectar más lejos este año. Por de pronto, en el campeonato de España de pista cubierta llegó hasta 7,57, que es marca de consideración en nuestro ambiente”.

El extremeño, segundo por la izquierda, brilló también en velocidad

Cuando llegó el verano, no tuvo otro remedio que cambiar de atuendo: el de carácter deportivo lo sustituyó obligatoriamente por el de color caqui. Tuvo que hacer el servicio militar. Nada ni nadie lo distrajo en aquellos meses en los que estuvo realizando el campamento. “Antaño”, comenta, “del campamento no salías bajo ningún concepto”. Por eso, en esa época, Saturnino cambió de equipo: dejó de pertenecer al de la Universidad Laboral y se enroló en el del Ministerio del Ejército, conjunto con el que, el 7 de febrero de 1976, lograría su segundo título nacional de longitud en pista cubierta.

Retornó al escenario del éxito: el Palacio de Deportes de Madrid, donde el salto de longitud acabó siendo una de las mejores pruebas de la reunión. En Atletismo Español puede leerse: “La primera de las especialidades atléticas que atrajo a los espectadores fue el salto de longitud, en el que el coruñés perteneciente a la Agrupación de Tropas del Ministerio del Ejército, superó agradablemente a la concurrencia con un excelente salto de 7,73, logrado en su quinto intento y que le vale, aparte para lograr el título nacional en juego, para acudir a la cita de Munich”.  Ramón Cid, con un último salto de 7,56, acabó segundo y el tercer lugar lo ocupó Brou, atleta de Costa de Marfil integrado en el Real Madrid, con un registro de 7,47, pero por ser extranjero, la medalla de bronce se la adjudicó Rafael Blanquer, 7,46.

Se quedó lejos de sus 7,73 en los Campeonatos de Europa en sala disputados en Múnich en febrero de 1976 al saltar solo 7,38. Se situó noveno y de este modo únicamente pudo realizar tres saltos. El título europeo recayó en el francés J. Rousseau (7,90).

Una vez terminado el servicio militar, Saturnino se quedó en Madrid “por motivo de estudios y familiares” y, en el ámbito atlético, pasó a defender los colores del Real Club Deportivo, después de haber estado en los conjuntos de la Universidad Laboral y el Ministerio del Ejército. “Había prometido a Emiliano Fernández, delegado entonces del Dépor, que ficharía por ellos y así lo hice; aunque tuve muchas ofertas de otros clubs”, comenta.  En junio de 1977 comenzó a trabajar en una entidad bancaria y al unísono se puso a estudiar Económicas, por lo que le dedicó “más tiempo al trabajo y al estudio que a los entrenamientos. Era lo que me iba a garantizar mi futuro”.

Ya como deportivista, se clasificó quinto en longitud (7,02) en los Campeonatos de España en sala en Zaragoza en 1978, donde también corrió 60 metros (cuarto en su serie de semifinales con 7.0). Y un año después, en Oviedo, acabaría sexto en el mismo certamen en longitud (7,05).

Rodríguez Risco, a la derecha, en el podio al que se subió con frecuencia (Fotos: Álbum S.R.R.)

En la capital asturiana, el 27 de enero de 1979, vestiría por última vez la camiseta de España en un encuentro de saltos con Francia en pista cubierta. Atletismo Español comentó así el enfrentamiento: “El primer compromiso internacional del año de nuestra selección, significó una decepción absoluta (…) El equipo francés de saltos se impuso al español, a tres hombres por cada una de las cuatro pruebas, por un margen demasiado amplio: 52-36. Los franceses hicieron doble en todas las pruebas, a excepción del triple, en el que el doble correspondió a España”. “Blanquer cumplió en longitud, quedándose con siete metros y medio justos, pero en cambio Corgos y Risco bajaron mucho con respecto a sus anteriores resultados de esta misma campaña”.  Blanquer se clasificó tercero, Corgos fue cuarto (7,44) y Rodríguez Risco, sexto (7,07).

Compitiendo al aire libre, su rendimiento también ha sido notable tanto en los 100 metros como en longitud. En la temporada 1973-74 consiguió en el hectómetro un registro de 10.6 en Vigo, lo que le supuso situarse en el ranking nacional a partir del noveno puesto (con esta marca figuran siete atletas), siendo líderes con igual tiempo, 10.3, Javier Martínez y Luis Sarría. Y en salto de longitud estaba, en el año 1976, muy en vanguardia con una marca de 7 metros y 73 centímetros, siendo dominada la prueba por Rafael Blanquer con 8,01.

También dejó, algo que puede considerarse normal, su huella en los Campeonatos de Galicia al aire libre con siete triunfos: dos en 100 metros (1973 y 1974), cuatro en longitud (1973, 1979, 1981 y 1982) y uno en triple salto (1981).

Rodríguez Risco estuvo en Galicia seis espléndidos años. Al respecto señaló recientemente: “Antes el atletismo lo vivíamos como una familia. Allí dejé grandes amigos y compañeros con quienes compartí pistas y gratas experiencias: los hermanos Gayoso, Hornillos, Bao, Machiño, Benitiño, Cardesín, Tasende, los hermanos Castrillo, Marián Moinelo, Ángeles Carro… No puedo nombrarlos a todos”. Y se disculpa por ello.

De lo que supuso haber estado un tiempo en verdad crucial de su vida en Galicia, comentó, desde la lejanía, esto que sigue: “Supuso muchísimo. Mi juventud la pasé en esa tierra maravillosa, disfrutando infinitamente de ella y de sus gentes. Allí me formé como atleta y, más importante, como persona. Galicia me lo dio todo, me trataron con infinito cariño y siempre les estaré eternamente agradecido por su cordialidad y entrega”.