Atrapado en los aros olímpicos

Desde que en 1961 conoció Olimpia, buena parte del tiempo de Conrado Durántez (Ferrol, 1935) lo ha dedicado al estudio y divulgación del olimpismo, convirtiéndose en una indispensable referencia. El primero de sus muchos libros, Olimpia y los Juegos Olímpicos Antiguos vio la luz en 1964, pero por el que tiene un especial cariño es por el titulado Olimpia, al que dedicó dieciocho años de investigación. También se ha puesto al frente de la Academia Olímpica Española, la primera del mundo a nivel nacional, entidad a la que se entregó con empeño para que fuese una realidad en 1968. Y ha conseguido integrar en una asociación a todas las academias olímpicas de Hispanoamérica y las de habla portuguesa, incluidas las de los países africanos Angola y Mozambique… Conrado Durántez, conviviendo con el deporte desde que era escolar, alcanzó el maravilloso mundo olímpico procediendo del atletismo, en el que fue subcampeón de España de lanzamiento de disco en 1960, además de haber batido el récord gallego en cinco ocasiones: 41,04 metros, 41,59 y 42,22 (1958), 43,71 (1959) y 44,52 (1967).

Conrado Durántez en octubre de 1955 en Palencia

El profesor de Educación Física en el instituto coruñés en el que estudiaba (tenía dos años cuando su familia se instaló en A Coruña) le indicó que cogiera aquel artefacto, él suele decir “como una lenteja”, que no era otra cosa que el disco y lo lanzara; le mandó idéntica operación con una bola, el peso, y acto seguido le avanzó que al día siguiente debía concurrir a los campeonatos escolares. “Quedé primero en las dos pruebas, aquello salió en los periódicos y me hizo una ilusión tremenda”, comenta. Desde entonces se empezó a interesar por lanzar el disco, aunque no encontraba a su alrededor quien le enseñara cómo debía hacerlo. Su tenacidad, sin embargo, pudo más que aquella carencia de entrenadores en los años 50. “Me llevé un disco a Palencia, donde pasé unos veranos en casa de mis abuelos, y me puse a entrenar, a entrenar… y batí el récord de Galicia, pero cogí una serie de defectos que los he arrastrado toda mi vida”.

De su paso por Arroyo, el pueblo palentino de su padre, cuando allí acudía con su disco bajo el brazo, recuerda una curiosa y divertida situación: “Me ponía a entrenar en una tierra que está enfrente de la casa de mis abuelos. Tenía un tío que era soltero y le encantaba verme entrenar. Vi que me estaba mirando y como por allí había las gallinas de la casa el disco se fue directamente al gallo ¡bum! Estoy viendo a mi tío: ‘¡María, ya tenemos cena!’ ”.

El jueves 19 de marzo de 1958, en el estadio coruñés de Riazor, en unos campeonatos clasificatorios para acudir a la competición nacional entre universitarios, con participantes de Santiago, A Coruña y Vigo, Conrado además de ganar en peso con 12,07 metros se impuso en disco con 41,04, la que fue su primera plusmarca gallega.

Aquel año 1958 volvería a superar dos veces más el récord de Galicia. Los días 13 y 14 de septiembre, también en Riazor, hubo lo que se dio en llamar primeros Campeonatos Individuales de Atletismo (Torneo de Campeones), en los que salieron triunfadores Cesáreo Marín (800), Amorós (10.000), Manuel Augusto Alonso (3.000 obstáculos y 5.000), Tomás Barris (1.500), Fernando Bremón (400)… En disco, Conrado acabó segundo con 41,59, detrás de Luis R. Ortiz de Urbina, destacado con sus 44,61.

Participando en el Trofeo Inauguración en el estadio coruñés de Riazor, en mayo de 1962

Y el día 27 de ese mismo mes de septiembre, en una confrontación nocturna en el estadio Alvalade de Lisboa con participación del Sporting de la capital portuguesa y atletas coruñeses, a los que se sumaron Hurtado, Castro Ruibal o Manuel Augusto Alonso, Conrado fue el mejor en disco con otro registro de récord: 42,22.

Después de superarse a sí mismo el 15 de agosto de 1959 al lanzar 43,71 en Riazor, lo que le mantenía en la cúspide de los discóbolos gallegos, debieron transcurrir varios años, hasta 1967, para que pudiese establecer su quinta y última plusmarca. Se produjo el 30 de abril en su habitual escenario de Riazor. Le midieron 44 metros y 52 centímetros, la distancia más larga que alcanzó nunca. Esta marca le valió para estar situado en el puesto vigésimo octavo entre los mejores lanzadores de disco españoles de todos los tiempos en 1971. En esta relación que encabezaba José Manuel Banzo con 54,80 de 1969, Conrado era superado solo por cuatro atletas con más edad que la suya: Miguel de la Quadra-Salcedo (51,00), José Luis Torres (45,60), Luis R. Ortiz de Urbina (45,57) y Félix Erausquin (44,56).

Estudiante aplicado de Derecho, estudiaba en A Coruña y se examinaba en Santiago, encauzó raudo su profesión. “Con 23 años saqué la carrera de jueces” señala, habiendo ejercido como magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Madrid. Aun así, por entonces pretendía ser un discóbolo de lo más capaz y por eso quiso integrarse en la Residencia Moscardó que acogía deportistas con posibilidades de éxito “para poder entrenar a muerte”, indica. Pero el director de la residencia, José María Casero Picurio, lo disuadió con un jarro de agua fría. “Me dijo que ya era un viejo”, recuerda con sorpresa.

A pesar de todo, lo incluyeron en una preselección para poder participar en los Juegos Olímpicos de Roma de 1960. “Cuando recibí la carta de la federación de atletismo”, comentó a La Voz de Galicia, “estaba en el tercer ejercicio de jueces y solo me quedaban ese y el cuarto, que eran los más fáciles. Les dije que no podía asistir. Y acerté. Porque, probablemente, si hubiese ido a los Juegos de Roma no hubiese hecho nada. En España estábamos muy mal en lanzamientos, apenas había técnicos. La carrera judicial me ha permitido ser libre, independiente y autónomo. Y he podido seguir vinculado al deporte desde entonces”.

Por la izquierda, Félix Erausquin, Conrado Durántez y Manuel Fernández Alfonso, en los Campeonatos de España de clubes de segunda categoría disputados en el estadio de la Juventud de Palencia el 30 de septiembre y 1 de octubre de 1961

Un hombre del prestigio de José María Cagigal tuvo a Conrado cerca de él. “Me metió en su equipo, era colaborador, y presumía mucho de mí porque ser juez entonces era una cosa…”. Y relata que cada vez que acudía una visita, Cagigal lo presentaba diciendo que era “el juez más frívolo de España” y, tras dibujarse en el rostro del visitante la inevitable sorpresa, proseguía: “porque en vez de estar con sus colegas vestido de negro se pone calzón corto y lanza el disco”. Las risas no se hacían esperar. Hasta que en una ocasión llegó el político y ministro José Solís Ruiz y, en la presentación, Cagigal únicamente mencionó lo del “juez más frívolo de España” sin explicarle nada más. “Se me queda mirando Solís y dice ´que va, que va…, tiene cara de normal´”, concluye risueño.

En un principio, estuvo ejerciendo de juez en el municipio andaluz de Gaucín y Atletismo Español se refirió a él, comenzando el año 1963, en estos términos: “Durántez, el discóbolo y juez de primera instancia en Gaucín, ha ingresado en el clan de los beneméritos. En su partido judicial anda revolucionando a la juventud para enrolarla en las filas del atletismo. Pero no crean que por ello ha dejado de entrenar: se dedica asiduamente a levantar “toneladas” con un carro de pesas de los fuertes. Él es de los que predican con el ejemplo. ¡Así salen las cosas mucho mejor, no hay duda!”

De su discurrir por los Campeonatos de España, la más feliz de sus actuaciones la obtuvo precisamente en Riazor en 1960 al conseguir la medalla de plata en la prueba de disco con un lanzamiento de 41,00 metros, que no era suficiente para apear del título al catalán Alfonso Vidal-Quadras, con 45,81, pero sí para dejar tercero a Antonio Parés, con 40,88. También en este certamen que contó con “la llama olímpica junto a la Torre de Marathon; la antorcha fue llevada al Estadio de Riazor por relevos, desde la Cripta del Apóstol en la Catedral de Santiago”, según recoge Atletismo Español, Conrado compitió en peso, aunque sus 11,70 solo le dieron para acabar en un perdido decimotercer lugar; también en este concurso ganó Vidal-Quadras con 13,10.

Conrado Durántez, rodilla en tierra, segundo por la izquierda, en un torneo en Riazor en 1960

En 1966 formaba parte del Equipo Militar de la VIII Región, con sede en A Coruña (también integró los conjuntos del Real Club Deportivo y el Club Atlético Coruñés), que consiguió el rotundo éxito de proclamarse campeón de España de clubes de primera categoría. Es el único equipo gallego que lo ha logrado hasta la fecha, año 2015; se trata de una competición que nació en 1958. Además de él figuraban en el conjunto, entre otros, Antonio Prunell, Lorenzo Martínez, Cándido Pazos, Pedro Arteaga, Rodríguez Lago, José Ángel Pérez Villar o José Antonio Díaz Núñez. Y al frente del mismo Manuel Fraga Ferrant, sólido puntal del atletismo coruñés. “Era un apóstol, un hombre que tenía más corazón que cerebro, cariñoso, buena persona. Él hizo este equipo. Tengo un recuerdo maravilloso de él”.

La vida en el deporte adquirió otro rumbo para el ferrolano a raíz de pisar Olimpia, en Grecia, en junio de 1961. Cuenta que en el Comité Olímpico Español se había recibido una carta invitando a un español a la creación de la Academia Olímpica Internacional, por lo cual se le indicó a la Federación Española de Atletismo que se designase a un atleta. Mientras que Tuduri, presidente del ente federativo, pretendía que fuera su hijo, Manuel Fraga Ferrant apostó fuertemente por Conrado, hablando de él maravillas y haciendo valer su condición ya de juez. Y Conrado fue el seleccionado.

De aquel primer y fundamental acercamiento a Olimpia, relata que uno de los profesores era Doherti, preparador del equipo olímpico de Estados Unidos, que un día preguntó quiénes practicaban atletismo; naturalmente, Conrado fue uno de los que levantó la mano. Les propuso que se irían a entrenar al estadio Panathinaiko y, estando en él, le indicó que lanzara el disco. “Yo lancé con mi mejor estilo”, dice, aunque agrega que el americano se le quedó mirando tal vez un tanto confundido. “De muy buena forma dijo que no tenía ni idea de lanzar el disco”. Quizá no supuso para Conrado mayor sorpresa. Y es que, como apunta, “no había entrenadores”.

Campeonatos Mundiales Militares de 1963 en Bruselas. Tras el abanderado desfila Manuel Fraga Ferrant y a la izquierda, en primera fila, Conrado Durántez

En Atletismo Español se empezaron a publicar textos sobre olimpismo escritos por él, de tal modo que en uno de ellos explicó momentos de aquel primer viaje a Olimpia: “Cuando antes de salir para Atenas me estuve despidiendo del señor Tuduri, entonces presidente de la F.E. de Atletismo, me decía éste con su habitual bondaz y sencillez: “El viaje es interesante, pues verá cosas extraordinarias. Además, en España, a usted le podrán enseñar algunas ruinas viejas. Lo mismo le podrá pasar en Francia o Alemania; pero en Grecia le enseñarán ruinas viejísimas”. Cuánta razón tenía don Andrés. Una de las cosas que más sorprenden es que allí, al señalarle a uno un templo o una columna, le dicen con gran facilidad que se remonta a siete u ocho siglos antes de Jesucristo. En el Museo de Atenas hay un fragmento de roca tallada que se calcula del siglo XV de aquel período”.

También cuenta que cuando “me paseaba por las estrechas callejuelas del puerto del Pireo” en compañía del alemán Gunter y el inglés Peter Mills, pasó ante ellos un hombre que al verle en el bolsillo de la chaqueta un escudo con el nombre de España le preguntó si era español; a la respuesta afirmativa de Conrado respondió él diciendo que era de Bueu. “Este encuentro me hizo recordar las palabras de un antiguo compañero, cuando decía: “A donde vaya un gallego, ya tiene allí un amigo… porque, claro está, éste es otro gallego que ha llegado antes que él”’.

El camino que ha recorrido por el mundo del deporte y el olimpismo es largo y se pierde en el horizonte. Ha sido muy generoso en su dedicación. Conrado Durántez es consciente de lo unido que está a ambos: “A mí me ha dado el deporte más que nada en la vida, más que la Universidad y que todo. Pero sobre todo me ha permitido ver unas gentes, unos lugares y unas circunstancias únicas en el mundo. Yo he estado hablando con Jesse Owens, con Zatopek; he estado en la primera Academia Olímpica de África que la fui a fundar en Benín, y todas estas cosas es imposible que si no estás en el olimpismo y en el deporte las pudieses hacer. Yo intento devolver al olimpismo lo que el olimpismo y el deporte me han dado”.