Herramienta para tener amigos
“Siempre tomé el atletismo como una herramienta estupenda para formarse y para tener amigos. Para disfrutar”. Así se explica José Antonio Díaz Núñez (Pontecesures, 1943), un valor a tener en cuenta en este deporte al que llegó, lamentablemente, un poco tarde. Estaba en el campamento militar de Parga, en Lugo, cuando se organizó un cross de algo menos de 5 kilómetros y con los curtidos integrantes del Equipo Militar de la VIII Región allí presentes. “Nos hicieron correr casi a la fuerza para estímulo del equipo militar y, además, para coger posibles promesas”. Y tan pronto como se dio la salida, José Antonio recuerda que empezó “a correr como un loco”. No tenía experiencia alguna, pero se atreve a decir que “no había corrido tanto en mi vida”. Se vio delante aunque llegó a una situación de asfixia. Necesitó detenerse para tomar aliento, aunque enseguida reemprendió el camino al comprobar que los demás se le echaban encima. Acabó primero. La reacción del comandante Manuel Fraga Ferrant fue inmediata: José Antonio Díaz Núñez debía dejar el campamento e integrarse con los atletas de su Equipo Militar.
Fraga Ferrant guiaba sus pasos en aquellos primeros momentos y, estando en las pistas de Riazor, le preguntó qué quería correr, respondiéndole que una vuelta al estadio. “No sabía lo que era una vuelta”, comenta. Aquellos 400 metros con corredores que no eran de un primer nivel le bastaron para darse cuenta de lo que significaba aquello. Iba en cabeza y pagó las consecuencias. “Corrí aquella vuelta y me desmayé. Tuvieron que darme oxígeno”. Pero Fraga Ferrant no dejó de estar a su lado. “Empezó a mimarme, a cuidarme; me preparó un plan de entrenamiento…” Sobre él no tiene más que palabras cálidas: “Era una magnífica persona, entrañable, entusiasta; era el verdadero catalizador en aquel momento del atletismo coruñés y si me apuras el gallego y con una influencia grande en el atletismo español”.
“Realmente nunca fui una figura, nunca destaqué, hacía muy buenas marcas para aquel entonces en muchas pruebas pero…” Corría los 100 metros en 10.7; los 400 en menos de 50 segundos; saltaba 7 metros en longitud; en triple rozaba los 14 metros y medio… Lo que no le faltaba era nervio y desde luego se hizo notar. Y hace una confesión: “Realmente creo que pude haber sido un gran corredor de 400. Sí porque yo no hice nunca una serie; bueno, alguna vez he hecho alguna de 300 y era impresionante…” Recuerda haberse entrenado una vez en Madrid con el fabuloso Ramón Magariños y verlo que “entre serie y serie vomitaba un poco. Quiero decir que eran entrenamientos verdaderamente duros”. Y es que Ramón Magariños poseyó marcas de impresión y fue olímpico en México 1968. “Claro, para llegar a eso hay que trabajar muchísimo”.
En 1964, fue uno de los integrantes del equipo español que participó en los Campeonatos del Mundo Militares en A Coruña. Todo un brillante espectáculo. Relata que la selección se había concentrado en la finca de El Grajal, en San Pedro de Nós. “Había una casa de Educación y Descanso. Era preciosa. Una casa señorial”. Allí estuvieron Luis Felipe Areta, Ignacio Sola, José Luis Sánchez Paraíso… “Eran mis ídolos. Convivimos un mes casi de concentración y entrenábamos todos los días; teníamos un transporte que nos llevaba al estadio. Disfrutamos muchísimo”. Y es posible que algo más quienes abandonaron el escenario de la pelea con la recompensa de alguna medalla, como le pasó a él. Formó parte del relevo 4×400 metros con Pablo Cano, Pedro Arteaga y Manuel Carlos Gayoso. Fue el primer relevista y de su notable carrera le quedó una sensación de plenitud. Y rememora, pletórico de entusiasmo, el final de Gayoso. “Corrió la última posta y se coló tercero in extremis”. Naturalmente, hubo premio. “Una medalla de bronce que me supo a gloria”. El conjunto español acabó en 3:17.6, siendo superado por Francia, 3:14.2, y Bélgica, 3:14.5.; del cuarto al sexto quedaron Italia, 3:18.6, Austria, 3:21.9, y Grecia, 3:26.5.
También en aquella competición de agosto en A Coruña , José Antonio tomó parte en los 400 metros, aunque sin ser capaz de superar las semifinales. Hubo tres y en la tercera finalizó cuarto con 50.6 y victoria del francés Martin con 49.0. Aquel año 1964 la mejor marca que realizó José Antonio en 400 fue 50.2.
Volvería a ser internacional militar en 1965 en Salónica (Grecia), en una expedición de 28 atletas. La crónica de aquel acontecimiento en Atletismo Español la iniciaba así Pedro Escamilla: “El atletismo militar español, revigorizado gracias al trabajo particular del comandante Fraga y el apoyo personal de los generales Sagardoy y García Díez y los Estados Mayores de los tres ejércitos, volvió a dar muestras de calidad en Salónica”. (Los españoles consiguieron tres medallas de plata y cinco de bronce).
Al cronista debió encogérsele el estómago y no se andaba con rodeos. Escribió: “…en Salónica pasamos más hambre que (parodiemos ya la lejana vida militar) un sargento de seis pesetas a fin de mes”. Y se lamentaba sobre todo recordando lo que había sido el torneo el año anterior en A Coruña “pródiga y generosa en todo”. Sigue escribiendo Escamilla: “Confieso que yo no he pasado tanta hambre en mucho tiempo. Y eso que ya, por cuestión de años, uno se ha vuelto demasiado frugal”. Relata que todas las mañanas el capitán Teigel acompañado de Fraga, Durántez, Otero y el administrador de la expedición, Pepe González, se acercaban a la ciudad en busca de provisiones que “en un santiamén devoraban los atletas hispanos”. Describe la imagen que se producía: “Era gracioso ver a aquellos hombres regateando de puesto en puesto y comprando por metros cúbicos la fruta y por cajas los botes de leche condensada o por kilos los quesos. Sí. Y gracias a eso…”
Díaz Núñez se vio en compañía de tan sobresalientes velocistas que se cayó a las primeras de cambio: quinto en la cuarta serie de 100 metros al hacer 11.2. “Corrí al lado de Pender”, rememora. Melvin Mel Pender, nada menos. Había sido finalista en los Juegos de Tokio de 1964 y por si hubiese que refrendar su clase entre aquellos militares que estaban en Salónica, el maestro Escamilla lo deja claro: “En este campeonato, lo que más me impresionó fue la enorme calidad del norteamericano Pender”. También Díaz Núñez se quedó boquiabierto con la anatomía de aquel fabuloso negro cuando corría: “Tengo una imagen terrible”. Y se ríe. “Me impresionó muchísimo una cosa: ver cómo se movía como un flan, como si fuera un membrillo de lata aquella espalda enorme y musculada. Veías moverse los músculos en todas las direcciones y tu seguramente irías con la espalda como una plancha, como una tabla”. No es de extrañar que pensara que aquello sí que era correr. Y no tuvo otro remedio que decirse: “Éste es un atleta y yo soy una persona que estoy aquí disfrutando y teniendo el honor de participar con gente como ésta”. Pender ganó la final de Salónica con 10.3.
Cuatro son los momentos de mayor resonancia que se pueden extraer del paso de Díaz Núñez por los Campeonatos de España. En los de 1964, en Madrid, se sumó a las fuerzas de Rama, Pazos y Arteaga para componer el relevo de 4×400 metros de A Coruña con resultado más que satisfactorio: tercer puesto, medalla de bronce, y un tiempo de 3:23.5, peor al obtenido por Salamanca, equipo ganador, 3:20.3, y Pontevedra, 3:21.9; cuarto y quinto quedaron Guipúzcoa y Madrid.
En 1965, en las pistas del Parque Sindical Puerta de Hierro de Madrid, se dilucidaron los títulos nacionales de decatlón y pentatlón y de varias pruebas de relevos. En 4×200 metros, el equipo de A Coruña con Prunell, Díaz Núñez, Pérez Villar y Calle obtuvo la segunda plaza con 1:32.7, mientras el triunfo se lo adjudicaba Pontevedra con 1:29.4 (récord de España).
Volvería A Coruña a contar con equipos de relevos poderosos en 1966. Esta vez la competición nacional se llevó a cabo en Vallehermoso y en 4×400 los coruñeses González, Díaz Núñez, Pérez Villar y Arteaga se adjudicaron la plata con 3:17.8 (ganó Madrid con el mismo tiempo), adelantando así a Guipúzcoa, 3:18.8, Salamanca, 3:24.9, y Barcelona, 3:32.2. Y hubo otra recompensa en 4×100. Una medalla de bronce. César Suárez de Centi, Eugenio González, Ángel Calle y José Antonio Díaz Núñez terminaron la carrera en 43 segundos. El triunfo fue para Pontevedra (42.3) y la segunda posición para Salamanca (42.6).
Y también en Madrid, en las pistas de Vallehermoso, en 1967, se codeó con los mejores que buscaban el título de campeón de España de los 100 metros. Había quedado tercero, 11.1, en una de las dos semifinales, superado por Sánchez Paraíso y Manuel Carballo, ambos con 11.0, y cuando, en un soplo, concluyó la final le otorgaron el quinto puesto; Díaz Núñez había repetido el 11.1 y aquel tiempo solo le daba para dejar por detrás a Manuel Carballo, 11.5. Pero delante de él, velocistas de tronío y por este orden: Ramón Magariños, 10.6; Miguel Iraundegui, 10.7; José Luis Sánchez Paraíso, 10.7 y Pedro Carda, 10.9.
No fue capaz de mejorar ese quinto lugar cuando compitió en los Campeonatos de España de pista cubierta en Madrid en 1971. De nuevo acabó en quinta posición en la final de 60 metros con 6.9, en una carrera ganada por Fernando Escrivá seguido de Juan Carlos Jones, ambos con 6.6.; la tercera plaza la ocupó Pedro Carda con 6.7.
Como corredor de 100 metros, Díaz Núñez realizó una marca de 10.7 en 1965 y era el quinto del ranking nacional, aunque con el mismo registro que él estaban seis atletas; la repitió en 1967 y en 1970. En 200, también en 1965, consiguió un tiempo para estar con los mejores del país, 22.1, idéntico al que tuvo en 1968. Y si en ese 1968 llegó a correr los 400 vallas en 56.2 en demostración de que casi podía con todo, varios años más tarde, ya en 1975, acudió en auxilio del Deportivo saltando 7,01 en un encuentro de clubes.
Quedó campeón gallego cinco veces en 100, 200, 400 y longitud como integrante del Equipo Militar de la VIII Región de A Coruña (con el que también ganó los Campeonatos de España de clubes de primera categoría en 1966), el Club Atlético Coruñés y el CUA de Santiago.
Se jubiló del Ejército de comandante y debido a su condición de micólogo y experto en educación medioambiental, tuvo un enorme protagonismo en Voz Natura, programa de educación medioambiental puesto en marcha por la Fundación Santiago Rey Fernández-Latorre en el curso 1997-98. José Antonio Díaz Núñez, al que se identifica por Machiño, fue el coordinador de su comité científico durante 17 años, por lo que se le rindió un homenaje y fue distinguido con la insignia de oro de La Voz de Galicia en 2014.
Fantástico atleta , entrenador y como persona. Tuve el placer de conocerlo en mi época de atleta y con posterioridad en mi vida profesional. Una persona entregada a los demás. Preocupado por ayudar siempre. Muy pendiente de ayudar al profesorado y a los alumnos.Muchas gracias Machiño.