Con él empieza el número uno

Pocos, seguro, han abarcado tanto y durante tanto tiempo. Porque Alfonso Posada (Vigo, 1931) ha sido capaz de moverse entre todos los engranajes que sostienen el atletismo desde que era muy jovencito y no ha habido un año determinado para echar el freno. Se mantiene en la vida con el atletismo. Y el atletismo lo tiene a él, debe ser así, como personaje trascendente. Aunque fue fugaz su andadura como atleta, se entregó con intensidad a ser entrenador, también dirigente (en la Federación Gallega y en el Celta, su club del alma), ocasional cronometrador, creador de competiciones (alguna de relieve como el Gran Premio Ciudad de Vigo, que puso en pie en 1958), periodista, estadístico y, sobre todo, fundamental historiador de este deporte. Ha puesto todo su tesón y eficacia en seguir las huellas atléticas de Galicia.

Alfonso Posada recoge un trofeo de manos de Juan Manuel de Hoz

Se nos mostró Posada como un muchacho estudioso desde el primer momento, destacando en las escuelas de San Ignacio de los Padres Jesuitas de su ciudad, un centro para niños sin recursos. Se había quedado huérfano de padre cuando contaba cinco años. Y sería su profesor Ángel Marcos, un enamorado del atletismo perteneciente al Club Discóbolo, el que le mostró el camino de este deporte, el que lo fue animando y quien lo introdujo en el ambiente de Balaídos como si de su mano derecha se tratara; un preciso colaborador, vaya. Y es que Posada todavía era un niño. Niño sí, pero con el atletismo haciéndose poco a poco un sitio en su entusiasmo. En una pequeña finca de sus abuelos en Vigo, con los que vivía, se las ingenió para hacer un saltómetro con el que realizar, él solo, saltos de altura, que naturalmente medía.

Aquel muchacho se fue haciendo visible y necesario en el ambiente atlético vigués de los años 40, de tal manera que las primeras fotografías personales que conserva de su relación con el atletismo datan del año 1945. Y un año después ya figuraba con el equipo gallego en la competición nacional de cross de “delegado acompañante” ya que el cometido de delegado lo desempeñaba Luis Miró, que también corría. Pero en 1947, dado que Luis Miró no podía viajar a Cataluña al haber sido expulsado por republicano, tuvo que ser Posada el que, con 16 años, ejerciera de delegado en los Campeonatos de España de pista en Barcelona. “Me mandó a mí. Porque la Federación Gallega era Cristino Álvarez, él y yo. No éramos más. Cristino Álvarez no iba a ir de delegado ya que tenía un almacén de tejidos, y fui yo”.

Y ya por entonces se le dio por ir coleccionando cosas relacionadas con el deporte y también por escribir. Su primera colaboración en Faro de Vigo, sobre un campeonato de pentatlón en Balaídos, lleva la fecha de 1947.

Pretender ser atleta no era cometido fácil en su época. “A Balaídos había que ir en tranvía”, recuerda. “Era una hora. No había medios. Se entrenaba dos días a la semana, si entrenabas. Además no había entrenadores”. Pero en 1948 se nos presenta de atleta en las pistas de la Escuela Naval Militar de Marín para correr los 400 metros y, con sus 58 segundos, queda campeón provincial del Frente de Juventudes, lo que le permitió representar a la provincia pontevedresa en la cita nacional en Burgos. Pero aquella incipiente carrera lamentablemente no pasó de ahí, careció de recorrido. “Tuve una distensión de ingle y me dejó apartado porque no podía curarla”.

De pantalón corto, a la izquierda, en el mes de septiembre de 1945

Se desvivió tanto por el Celta de atletismo que cabe afirmar con rotundidad que este club es cosa suya. Su preocupación constante no tiene parangón. De eso, seguro. Lógicamente, él alcanza un protagonismo inimaginable con el conjunto celeste a partir de la mitad del siglo pasado, en lo que se podría llamar la segunda época. Porque el Real Club Celta, según cuenta, dispuso de un equipo de atletismo en 1924, impulsado por el conocido periodista Manuel de Castro, Handicap, después de haber disfrutado intensamente los Juegos Olímpicos de París. “Consiguió que el Celta hiciera una sección de atletismo a través de su hermano Fernando, que fue campeón y recordman gallego de peso y disco”. Pero fue un experimento que solo tuvo un año de duración. “Participó en los Campeonatos de Galicia, en el campo de Coia, y desapareció”.

Corría el año 1951 cuando Venancio, exjugador del Celta y en ese momento directivo, le propuso a Posada la posibilidad de tener en el club un grupo de atletas. La idea era interesante porque le reportaba sobre todo un beneficio económico a la entidad. “Como de aquella daban cincuenta céntimos a los equipos de fútbol si tenían sección de atletismo, me invitó a ser delegado y organicé yo la sección”. Pero no fue una andadura plácida. Le resultaba complicado poder estar en sintonía con los dirigentes que manejaban las cosas del fútbol debido a esa manera peculiar que tienen de concebir el deporte en su conjunto. No le quedó a Posada una imagen grata de estos directivos. “Llegan al fútbol atraídos por la espectacularidad o la difusión o la propaganda, pero no es gente que sienta el deporte. No lo comprende”. Y las consecuencias de esa mentalidad se puede ver reflejada en esta afirmación: “He tenido que pelear mucho y arrancar el dinero un poco a regañadientes”. En este punto, el que fue atleta céltico Carlos Pérez comenta de la gestión de Posada: “Sé positivamente que adelantó mucho dinero. Tengo constancia de ello”.

Entrevistando al olímpico portugués Nuno Morais en el encuentro Vigo-Oporto en agosto de 1950

El Celta disfrutó de momentos fantásticos a lo largo de su historia. Alcanzó resonantes triunfos y dispuso en su plantilla de atletas deslumbrantes, algunos de ellos olímpicos. A alguna de estas primeras figuras, como Álvarez Salgado o Carlos Pérez, había que cuidarlas lo más posible y para eso Posada llegó a contar con la valiosa ayuda de su esposa María Isabel González, la primera mujer que fue juez de atletismo en Galicia en 1963. Cuando los citados atletas necesitaron acudir al reparador encuentro con las aguas del balneario de Cuntis, María Isabel se ponía al volante del coche familiar y los llevaba ella a la localidad pontevedresa. Lo recuerda bien Carlos Pérez: “Nosotros entrenábamos, nos dábamos los baños masaje y después nos traía para casa”. Y es que María Isabel González se acercó al atletismo por su relación con Posada y parece claro que también le caló hondo este deporte. “Me acompañaba”, explica Posada, “en todas las grandes competiciones y vivió y sufrió conmigo en todas las pruebas”.

Habrá que decir que Posada se puso en el cometido de entrenador por necesidad, en los momentos en que no existían personas dedicadas a ello, cuando en el horizonte cercano escaseaba casi todo. Lo ha contado con claridad meridiana. Era un entrenador sin título que fue engordando sus conocimientos a base de lecturas, de lo que venía en los libros que compraba allá donde los hubiera. Su entusiasmo juvenil no se detenía. Y tuvo a su cargo una docena de jóvenes, habiendo sobresalido de entre ellos de manera especial Rogelio Rivas, olímpico en Tokio 1964 después de pasar por la Residencia Blume madrileña. Pero también orientó los pasos de José Luis Torrado, campeón de España de 400 metros en 1957, y éste le puso en sus manos un día a Manuel Carlos Gayoso, al que situó en la Blume convirtiéndose en un fuera de serie: olímpico en Múnich 1972. Orgulloso quedó Posada de ese tiempo suyo de técnico y que abandonó en el momento en que llegó al Celta, con su título de entrenador bajo el brazo, Alfonso Ortega.

El 5 de octubre de 1958, teniendo por escenario las pistas de ceniza del recinto futbolístico de Balaídos, se puso en marcha el denominado Gran Premio Ciudad de Vigo, una competición organizada por la Federación Pontevedresa de Atletismo y en la que Posada figuraba como director técnico. Fue el director técnico, aunque en realidad era bastante más: era su creador. “Se organizó”, comenta, “por mi interés enorme por el atletismo. Compraba a diario L´Equipe, y me entusiasmaba su lectura internacional. En consecuencia, propuse e insistí con fuerza, con el apoyo económico municipal, la organización de un Gran Premio”.  Y dice algo más de aquella primera edición: “Como tenía buenos contactos nacionales e internacionales, pude conseguir la venida de grandes campeones nacionales como Tomás Barris (se hizo un 2.000 y no un 1.500 a su petición), José Molins y Antonio Amorós, además de otro campeón portugués, Manuel Faria”. Y ahí sigue en pie, con sus dificultades, este Gran Premio Ciudad de Vigo…

Posada, a la derecha, con el equipo gallego de cross en el Campeonato de España de 1947

Desde 1987 se viene celebrando otra competición de atletismo en pista en Vigo: la Serie Municipal, que es asimismo obra suya. Cuenta que se inspiró en los circuitos europeos de pruebas y para ello se hizo necesario firmar un convenio con el Ayuntamiento, donde entonces era concejal Javier Álvarez Salgado, “que me apoyó totalmente”, y la organización corre a cargo del Celta. “Es una fórmula para asegurar competiciones a los atletas”. Consta de varias jornadas. “Propuse con insistencia los premios oportunos…”  Mientras lo de la concesión de premios no siempre se ha mantenido, al menos la Serie continúa programándose.

Cuando en marzo de 1951 aparecía Atletismo Español, en ella ya estampaba su firma Alfonso Posada. Hizo muy reconocible la sección Miscelánea Atlética Mundial, vigente muchísimos años. Se nutría de la información que recogía de revistas extranjeras a las que estaba suscrito, al margen de cartearse con dirigentes, atletas y estadísticos. Menciona que durante cincuenta años mantuvo una fluida relación epistolar con José Corominas, que fue seleccionador nacional y un hombre que cultivó la historia; también recibió correspondencia de campeones olímpicos como Melvin Patton, hijo del conocido general Patton, y de Harold Osborn.

Su presencia en la prensa ha sido constante y lo hizo siempre de manera desinteresada. Faro de Vigo acogió infinidad de escritos suyos, dando cuenta las más de las veces de cuanto acontecía a los atletas célticos. El seudónimo G. Reyes es un clásico. Y cuando los lunes estuvo en los quioscos Galicia Deportiva, publicación del más que centenario Faro de Vigo, dispuso de espacio suficiente para dar a conocer la vida y andanzas de quienes eran protagonistas punteros en este deporte. “Escribía páginas enteras”, señala. “Manuel Tourón, que era el director, me reservaba la última página”.

Meticulosa labor la suya. Su vocación por querer recuperar todos los momentos cruciales del atletismo gallego le han llevado a desarrollar un trabajo verdaderamente ejemplar. Hay que decir que no hay marca, ni récord, ni cualquier otro hecho que se le resista. “Incluso le he facilitado a la Federación Gallega los nombres de presidentes que ellos no tenían”. Fue capaz de rescatar fotografías desde los años veinte. “Para mí la mayor satisfacción es contribuir a escribir la historia del atletismo de Galicia; que se conociera”. Y en una conversación que vio la luz en 1998 en El Correo Gallego, tras reconocer la dureza que conlleva la labor de recopilación, indicaba que una de las habitaciones de su casa “está absolutamente cubierta con libros y carpetas”.

Tuvo amistad con Joaquín Freijeiro, secretario fundador de la Federación Gallega de Atletismo el año 1921. Dice de él que tenía una caligrafía perfecta, tal como se puede comprobar en el Libro de Actas del ente federativo en el que se da cuenta de la fundación. Pero pone de relieve que en Freijeiro no hubo afán por dejar testimonio de cuanto se hacía. “No tenía más que unos apuntes escritos. No había conservado nada porque no tenía el amor a la estadística. Era un gran dirigente pero no se ocupó nunca de conservar. Escribió a máquina un par de folios, que me los dio su hija, sobre la historia del atletismo pero muy concisa, poca cosa. De marcas no había absolutamente nada. Lo rescaté a través de los archivos de la prensa y algo que encontré, en los años 50, cuando fui vicesecretario de la Federación Gallega de Atletismo, que estaba en Vigo, con Luis Miró. Había unos poquitos papeles que habían quedado. Se conservaba el Libro de Actas. Solo hubo actas en los años 20 y 30 y luego desapareció”. No obstante, el Libro de Actas se lo entregó bastante tiempo después Alfonso Posada a los dirigentes de la Federación Gallega.

Con su esposa María Isabel González, homenajeado por la Asociación Española de Estadísticos de Atletismo en Vigo en 2013

Además de su entrega plena al atletismo (en Vigo se organiza el Trofeo Alfonso Posada de pista), se interesó hace bastantes años por la práctica del tenis en el Círculo Mercantil, de tal manera que los mismos participantes le encomendaron que fuera él el que organizara el torneo y se empeñaron en que dicha competición se denominase Torneo Posada. El Círculo Mercantil le otorgó la Insignia de Oro. “Según me dijeron”, comentaba en 2001, “la única de oro en los cien años de historia concedida a un socio no directivo”.

Pero por su entrega al atletismo ha recibido recompensas varias: Insignia de Oro y Brillantes del Celta, Insignia de Oro de la Federación Gallega, también la Federación Española reconoció sus méritos, es Vigués Distinguido del año 2001… El mundo atlético de Galicia le organizó un homenaje en 1998 y otro tanto hizo la Asociación Española de Estadísticos de Atletismo en 2013.

Próximos a él como Alfonso Ortega asevera: “Sin él el atletismo vigués no hubiese alcanzado los niveles que ha tenido; estoy totalmente seguro”. Y aporta más: “Como cronista aficionado de El Faro, hizo una labor importantísima de divulgación”.

Y un superclase como Álvarez Salgado, comenta: “Para mí ha sido como un padre, me ha cuidado mucho, me ha dado muy buenos consejos. He tratado de seguir siempre esa línea y esa dirección de lo que me siento tremendamente orgulloso. Le he respetado siempre muchísimo porque es una persona que ha dedicado toda su vida al atletismo”.

El mes de septiembre de 2014, Alfonso Posada presentó su renuncia a seguir en el atletismo céltico, “después de cumplir este año precisamente 65 de actuación ininterrumpida”, indicó.  Adujo sentirse “anímicamente fatigado”, pero aun así prometió su “colaboración en los momentos precisos”.