El 27 de noviembre de 1959 es una fecha para sacarle brillo. No puede desdibujarse. Porque ese día, en la Escuela Naval Militar de Marín, en su gimnasio, se llevó a cabo la que se considera primera competición en pista cubierta celebrada en España. Aquel día únicamente contendieron guardiamarinas, pero posteriormente se programaron pruebas con atletas ajenos al centro.
Para Rafael Berenguer este hecho “fue algo casi anecdótico”, llegó a comentar. A este profesor, director del apartado deportivo de la Escuela (fue también vicepresidente de la Federación Española de Atletismo), se le ocurrió utilizar el gimnasio para que los alumnos pudieran enfrentarse atléticamente cuando el mal tiempo les impedía hacerlo en las pistas al aire libre. “Pudimos improvisar una pista de 130 metros”, manifestó.
La instalación, se puede leer en Atletismo Español, constaba de una recta de 58 metros de largo en la que se podían realizar pruebas de 50 yardas lisas y 55 yardas vallas con cinco obstáculos; además se lanzaba el peso (forrado con cuero) y también había espacio para el salto de altura. El aspecto negativo se encontraba en lo que era el anillo puesto que en él existían “unos postes de barra horizontal del gimnasio, que obligaba a los atletas a “un frenado” al final de las rectas”. La pista era de “Petralit” (madera en trozos, con cemento), teniendo que utilizarse tenis o zapatillas de “crepé” con planta rugosa.
“Teníamos un balcón”, explicó Berenguer, “desde el que veíamos las pruebas y los corredores pasaban justo por debajo. Podíamos disputar pruebas de hasta 800 metros”. Allí, sin embargo, se corrieron por ejemplo los 1.500 metros. Y sí que conviene decir que el graderío siempre estaba muy concurrido de público.
En aquella jornada histórica del 27 de noviembre de 1959 sobresalió especialmente Díaz Granda, vencedor de tres pruebas: 50 yardas con un registro de 5.7, saltó 1,68 en altura y lanzó el peso (7, 450 kilos debido al forrado) a una distancia de 11,02 metros. Y allí también resultó victorioso Juan Fernández en los 1.500 metros, “paseándose materialmente a partir de los 1.000 metros, pese a los dos frenazos por vuelta”. El por entonces guardiamarina Juan Fernández es el mismo que, años más tarde, se volcó con el baloncesto en la presidencia del OAR de Ferrol, además de ser personaje fundamental en la creación de la ACB. También fue conselleiro de Industria de la Xunta de Galicia.
En un corto período de tiempo se llegaron a organizar hasta cinco reuniones atléticas en la limitada instalación que fue, sin embargo, sufriendo alguna modificación. El trazado se quedó con una cuerda de 125 metros y se instaló “un foso elevado para el salto con pértiga”. Y se llegó a decir que quizás podría contarse en un futuro con un pasillo y su correspondiente foso para el salto de longitud y triple.
Existe constancia de una competición celebrada el 14 de febrero de 1960 a la que concurrieron unos 70 atletas de clubes de Pontevedra, Vigo y Marín. Posiblemente lo más destacado de esa jornada lo llevaron a cabo Meca, corriendo los 800 metros en 2:05.6, Luis Alberto González, que hizo 7.3 en 55 yardas vallas, y Lariño, que se impuso en pértiga con un salto de 3,00 metros.
En el desaparecido El Pueblo Gallego se recoge lo sucedido en el gimnasio de la Escuela Naval el 23 de enero de 1962. “Lo mejor de la jornada”, explica el periódico, “fue el duelo entre el guardiamarina Touza Prieto y Gesteira, representante del Club San Miguel. En la distancia de mil metros sostuvieron hasta los diez últimos metros, un fortísimo y emocionante codo a codo, del que resultó triunfador Gesteira por 1”7 de ventaja. Gesteira registró 2:56.3 y Touza Prieto 2:58.0”.
Touza Prieto, al que hay que añadirle el Ramón de su nombre, nacido en Pontevedra en 1941, que alcanzó el rango de capitán de navío, fue profesor en la Escuela y ejerció como responsable en Educación Física. Desde el año 1996, Ramón Touza preside la Sociedad Gimnástica de Pontevedra.
Mientras que la existencia de las famosas e inaceptables columnas del gimnasio siguen estando muy presentes en Touza, “porque lo he sufrido en mis carnes”, dice, para nada se acuerda de la prueba de 800 metros que menciona El Pueblo Gallego. “No me acuerdo de esa carrera, pero me acuerdo de Gesteira, que éramos los eternos rivales: unas veces ganaba él y otras yo. Venía a competir los fines de semana a las pistas al aire libre y alguna vez en el gimnasio. Éramos rivales y amigos. Y me acuerdo también de otro personaje, el famoso Meca, de la Gimnástica, que también corría 1.000 metros, 800… Teníamos una rivalidad grande”.
Sobre la ubicación de las columnas comenta: “En la parte final del gimnasio hay dos columnas y allí era exactamente la curva. Se forraban de una especie de gomaespuma para que al pasar y al rozarte no te hicieses daño en el hombro. Las columnas todavía siguen existiendo porque son las que sustentan, por decirlo así, el graderío más grande de lo que es el gimnasio. ¿Y qué quiere decir eso? Pues que al llegar a la curva tenías que frenar, no podías correr al mismo ritmo siempre. La otra curva no tenía esas columnas y ya podías seguir…”
La afición por correr le surgió a Touza cuando era un niño. De hecho recuerda con nitidez una, eso sí, amarga experiencia en un cross en el parque vigués de Castrelos. Le dejó huella: “Me acuerdo que estaba totalmente enfangado, aquello era terrible. Me quedaron las zapatillas en el medio del charco. Llegué descalzo a la meta…” Años después, cuando ingresó en la Escuela Naval para nada se olvidó de correr. “De alumno sí pude seguir haciendo atletismo, pero cuando me fui para los barcos era imposible”. Y aún así… “Bueno, yo he corrido en los barcos. Me acuerdo cuando estaba destinado en Elcano que a lo mejor me tiraba una hora corriendo por la cubierta. Hoy en día casi todos los barcos, no me estoy refiriendo a Elcano, llevan su pequeño gimnasio con cintas, bicicletas estáticas…” Pero en Elcano hubo un momento en que no estuvo solo. “Creo recordar que había un músico también. Le metí el vicio en el cuerpo y corríamos los dos, uno en sentido contrario al otro. Siempre nos cruzábamos de cara para no armar el escándalo”.
Lógicamente, Ramón Touza conoció en la Escuela Naval a Ramón Berenguer, que entonces era comandante, y es personaje central de esta historia. De él habla: “Aparte de ser militar era como un padre para ti, sobre todo para los que hacíamos atletismo. Nos cuidaba con un cariño que no te puedes imaginar. Era un fuera de serie. Alma máter del atletismo en la Escuela Naval. El atletismo era su vida. Era un hombre muy cordial, muy amable, muy respetuoso”.
Es fácilmente comprensible que la preparación física es aspecto que se cuida en la Escuela desde siempre. Y el deporte por lo tanto tampoco falta en la vida del centro. Además del atletismo, se abordan otras modalidades e incluso hay algún equipo que se integra en ligas federadas. Pero ciñéndonos al atletismo, la presencia de alumnos en distintas competiciones no supone novedad alguna y además se mantiene a rajatabla desde hace años una confrontación en pista entre la Escuela Naval y atletas gallegos, contendiendo alternativamente tanto en la instalación de la Escuela como en cualquiera de las pistas de la región. Y conviene añadir, por muy importante, que las pistas de la Escuela Naval están abiertas a los atletas y clubes que las precisen.
Tanto entusiasmo atlético, tanta dedicación a fomentar este deporte tuvo su compensación de algún modo en febrero de 2008, cuando la Federación Gallega de Atletismo (FGA) le otorgó la Insignia de Oro en un acto relevante en la propia Escuela Naval. Era la primera vez que esta distinción se entregaba a una institución no civil. Además de autoridades militares y civiles, el alcalde de Marín entre ellas, estuvieron presentes dirigentes de la FGA; también Ramón Touza y ex atletas como Jesús Hermida, ex secretario de Estado para el Deporte, y Carlos Pérez, que hizo el servicio militar en la Escuela… Con las damas y caballeros alumnos en formación, Isidoro Hornillos, presidente de la FGA, resaltó la contribución de la Escuela Naval al atletismo gallego los últimos 50 años, mientras que el comandante director de la institución manifestaba su deseo de perpetuar la colaboración.
Magnífico comentario que haces sobre el gimnasio y atletismo en la Escuela Naval. Es un orgullo para Galicia que aquellos acontecimientos hoy ya históricos hayan tenido tal escenario y que salgan a la luz de tan singular pluma como es la tuya. La figura de Ramón Touza merece un libro, hombre de dedicación y entrega sin límites y multideportivo. Con su colaboración el deporte en la Escuela Naval quedó institucionalizado de forma indeleble. La fotografía que publicas fue con motivo de haberle entregado la medalla de oro del club Lucus, que en aquella época presidia, todo un honor para nosotros el que la hubiera aceptado y que concedimos con el mayor cariño y afecto. Guardo un especial recuerdo minuto a minuto de aquella jornada tan importante para nuestro deporte. También al año siguiente se concedió a Ramón la Insignia de Oro de la Federación Gallega de Atletismo, como no, de las más merecidas.
Lo de la entrega de la insignia de oro a la ENMM fue un acto muy importante que hubo que aplazar en dos ocasiones porque todo el mundo quería asistir-muchos almirantes- y fue todo un reto cuadrar fechas.
Gracias por tu recuerdo a la EN a Ramón y a nuestro atletismo.
Merecería la pena mencionar que el artífice de este proyecto fue uno de los más grandes ingenieros que ha dado este país: Eduardo Torroja