Sin apego a sus medallas

La pista cubierta fue el escenario donde Rocío Rodríguez (Ferrol, 1977) obtuvo sus triunfos más relevantes: campeona de España absoluta de 1.500 metros en 1999 y 2000 y séptima en esta distancia en los Mundiales de Maebashi (Japón), en el primero de esos años, donde obtuvo la plusmarca nacional promesa con 4:10.17. De estatura más bien baja, atribuye a su físico esa habilidad que tenía para defenderse mejor compitiendo bajo techo, en contraposición con atletas más altas. “Las curvas se me dan muy bien, son curvas peraltadas…”, decía en 2010. Al ser el recinto más reducido, las vueltas concluyen antes y la ferrolana se encontraba en su salsa. “Me lo tomaba como un juego”. La pista al aire libre también existió para ella, y con éxito, pero nada que ver una cosa con la otra. “A mí la pista cubierta me encanta, me motiva y disfruto muchísimo”, afirmaba todavía ejerciendo de atleta. “La pista al aire libre me motiva un poco menos”. Y la motivación, tan necesaria, supone un porcentaje “muy alto” para que todo discurra por el buen camino. Así pues, intervenía al aire libre con esa motivación algo diluida y además convencida de que, quizá, podía existir algún error en su preparación al reducirse el número de kilómetros cuando se acercaba el verano, lo que posiblemente cercenó algún mejor resultado. “Igual me faltaba un poquito de entreno”, concluye.

Rocío Rodríguez en A Malata en 2004 (Kiko Delgado)

Rocío Rodríguez llegó al atletismo acercándose a las escuelas municipales que se desarrollaban en A Malata. Pero no solo ahí. En su centro escolar, San Juan de Filgueira, el atletismo también tenía indudable presencia entre los críos porque se encargaba de ello, con total dedicación, José Ramón Espiñeira, quien fue su entrenador durante catorce años, la mayor parte de su trayectoria atlética. Y no se hicieron esperar los buenos resultados. Sobresalió pronto. En 1993 ganó los 600 y 1.000 metros de los Campeonatos de España cadete de pista cubierta. En La Voz de Galicia se dice que le disputó el triunfo de 600 a la leonesa Carmen Alonso, ambas con idéntico crono, 1:36.06, récord de España de la categoría, mejorando en 62 centésimas el de Marta Ruitor. Y los 1.000 los terminó en unos más que prometedores 3:00.03.

No se separó lo más mínimo de la línea la recta, la que se topa con el triunfo cuanto antes, de tal manera que, como júnior, quedó campeona nacional de 1.500 en 1996 tanto en pista cubierta como al aire libre. Y acudió ese año, en el mes de agosto, a los Campeonatos del Mundo de la categoría en Sídney. No se dicen más que cosas buenas -lo dice Atletismo Español– de su actuación en Australia. Se clasificó séptima en la segunda semifinal con 4:20.28, lo que le supuso mejorar “más de dos segundos su marca personal”, algo que se consideró de “un gran mérito” porque “la rusa Berdysheva la empujó y agarró faltando 150 metros”, y, además, “se corrió a unas horas bastante tempranas y más para ser invierno”.

Rocío estuvo en aquella final el día 25 de agosto, “una final durísima”. “Se pasó el primer 300 en 46”, pero en la que corrió de forma muy inteligente, controlando en todo momento su ritmo para quedar 9ª y hacer una estupenda marca de 4:17.46”. El título mundial recayó en la etíope Kutre Dulecha (4:08.65).

En esa franja de edad donde estaba determinado que era atleta promesa, estuvo francamente soberbia, muy crecida. De esta manera, en 1997, en el torneo nacional de la categoría en sala celebrado en Zaragoza, “dominó de manera insultante” (Atletismo Español) en los 1.500, acabados en 4:31.80, mientras que Cristina Valcárcel los hacía en 4:32.83 y Azucena Rebanal en 4:33.72. Y cuando llegó el verano fue seleccionada para acudir a la primera edición de los Campeonatos de Europa sub´23 celebrados en la ciudad finlandesa de Turku. Participaron atletas de 37 países y España, con 36 representantes, consiguió seis medallas. Rocío corrió los 1.500 metros el 12 de julio, alcanzando la meta en décima posición (4:19.68) y su compañera de equipo, Marta Domínguez, fue quinta (4:16.95). El título lo obtuvo la checa Andrea Suldesova (4:13.92).

Ni un paso atrás en 1998 (campeona nacional promesa de 1.500 en sala y al aire libre) y tampoco en 1999, año en el que se mostró pletórica, con un poderío desbordante. Y en ese 1999 fue cuando obtuvo su primer título nacional absoluto en pista cubierta. En Sevilla, donde estaba en juego una plaza para la cita mundialista, vapuleó a todas sus rivales en 1.500. Lo describió así Atletismo Español: “Rocío Rodríguez se encargó de llevar el peso de la prueba desde el principio hasta el final. Sólo perdió la cabeza a falta de una vuelta cuando tuvo un pequeño encontronazo con Ana Amelia Menéndez; pero lejos de venirse abajo, la gallega, en un gesto de coraje, sacó fuerzas de flaqueza y volvió a sobrepasar a la asturiana para derrotarla en meta con un tiempo de 4:19.11”. Menéndez cerró su trabajo en 4:19.71 y Nuria Fernández, tercera, en 4:20.89.

En los Mundiales de pista cubierta de Maebashi 1999 (Atletismo Español)

De ese puntual momento sevillano, que tuvo final gozoso, cree que no se olvidará nunca por haberse sentido agredida en su amor propio, según relató en 2010. Cuando las atletas estaban en la cámara de llamadas se acercó hasta ellas Mariano García-Verdugo, responsable nacional de mediofondo, para hablar con Nuria Fernández y Ana Amelia Menéndez, “que eran las favoritas”, haciéndoles ver que deberían ayudarse en el transcurso de la prueba. “Recuerdo que en ese momento no habían contado conmigo para nada”. Y esa amargura que la invadió le sirvió de acicate, fue como una “motivación extra” para conseguir la victoria. En definitiva: se rebeló con todas sus fuerzas contra aquella indiferencia. Días después le confirmarían la plaza para acudir a los Campeonatos del Mundo de pista cubierta de ese año en Maebashi.

“Tuvo una actuación espléndida”, es la certera conclusión a la que llega Atletismo Español por haber mejorado su marca personal de 1.500 en semifinales (tenía 4:14.36 e hizo 4:13.63) y “la pulverizó en la final” con un tiempo de 4:10.17 que le valió para ser séptima. “Este registro, récord de España promesa, es el segundo mejor español de la historia, sólo por detrás de la plusmarca de Montse Pujol (4:09.48), hace años retirada, y por delante de la propia Mayte Zúñiga (4:10.99), que no consiguió acceder a la final”.

El podio de los 1.500 de Maebashi quedó así: 1ª. Gabriela Szabo (Rumanía), 4:03.23; 2ª. Violeta Beclea-Szekely (Rumanía), 4:03.53; 3ª. Lidia Chojecka (Polonia), 4:05.86.

No debe extrañar, después de los antecedentes de Sevilla, que su paso por Maebashi lo pueda contemplar como algo imborrable. Tiene sus motivos. “Tuve que andar peleando con uñas y dientes para demostrar que yo también estaba ahí. Las cosas, cuando tienes tantas ganas de ellas y ves que salen, son tan bonitas que te quedan para el recuerdo”. No hay olvido para ellas. Porque ni estando allí, en suelo japonés, se sintió tranquila. Cuenta que un médico le dijo que no se iba a recuperar para la final después de haber corrido tan eficazmente la semifinal y “yo, un poco desilusionada, llamaba a mi entrenador” en busca de consuelo… Pero todo le salió mejor de lo que podía imaginarse. “Está claro que muchas veces la ciencia no es exacta”. Y de esta experiencia extrae una conclusión: “A veces tú quieres, pero siempre hay trabas o algo…”

Todavía dispondría de otros momentos de gran satisfacción aquel 1999 en el que todo parecía salirle redondo. Porque se hizo con el título nacional promesa al aire libre de 800 metros y también asistió, por segundo año consecutivo, a los Campeonatos de Europa sub´23, esta vez en Gotemburgo (Suecia). La ferrolana, cuarta en su eliminatoria de 1.500 con 4:16.08, obtuvo un puesto en la final con Natalia Rodríguez y Cristina Valcárcel. La mejor de las españolas fue Natalia, cuarta, 4:10.65; Cristina se clasificó sexta, 4:13.93, y Rocío acabó octava, 4:15.61, diciendo de ella Atletismo Español que “se “peleó” demasiado en los inicios, desfondándose al final, aunque consiguió entrar finalista”. La vencedora de la final fue la polaca Lidia Chojecka, 4:07.86.

Participando en la Carrera Pedestre Popular de Negreira 2004 (El Correo Gallego)

Su segundo título nacional absoluto en sala lo consiguió el año 2000 en San Sebastián, al mostrarse como la atleta más decidida. La evidencia la aporta Atletismo Español indicando que “se encargó de llevar el peso de la prueba desde los primeros metros” seguida de Cristina Valcárcel y Esther Desviat. También señala que en los últimos 400 metros “aumentó su cadencia y se fue en solitario hacia la meta, entrando en clara vencedora con 4:21.62”. La subcampeona fue Rosa Morató, 4:22.62, y la tercera plaza la obtuvo Esther Desviat, 4:22.88.

Después de este éxito, la atleta ferrolana formó parte de la expedición española que estuvo presente en los Campeonatos de Europa bajo techo en Gante (Bélgica), pero no hizo valer ahí su condición de campeona española al retirarse en la primera eliminatoria de 1.500 metros.

Compitiendo al aire libre, la calidad de Rocío también se hizo notar, como no podía ser de otro modo. Alguna medalla se ganó en los Campeonatos de España. En los de 1998, en San Sebastián, se alzó con una hermosa plata, aunque nada pudo hacer ante el ataque último de Mayte Zúñiga, 4:24.12, mientras ella se quedaba en 4:25.29, y Cristina Valcárcel, tercera, 4:25.37.

Volvería a subirse al podio en Barcelona, en Montjuic, el año 2000, aunque esta vez la medalla fue de bronce porque por delante tuvo dos auténticas rocas, dos mujeres de muchísimo valor: Natalia Rodríguez y Nuria Fernández, clasificadas ya para los Juegos Olímpicos de Sídney. Nuria se impuso con 4:17.06 y Natalia se quedó en 4:17.47. Rocío Rodríguez “sobrepasó a Valcárcel en los último 30 metros” (Atletismo Español) y terminó en 4:20.35.

Antes de celebrarse el mes de septiembre estos Campeonatos de España el año 2000, tuvo lugar en Río de Janeiro, en mayo, una nueva edición de los Campeonatos Iberoamericanos a los que acudió Rocío. España se presentó en esta cita con 29 atletas y consiguió lógicamente una buena colección de medallas. Los hombres obtuvieron dos de oro y seis de bronce, y las mujeres cuatro de oro, cinco de plata y cuatro de bronce. Una de plata le correspondió a la ferrolana por haber quedado segunda en 1.500 metros (4:19.78), solo superada por Nuria Fernández (4:18.03); el bronce lo conquistó la boliviana Nuha Mancilla (4:20.02).

Su última recompensa en la gran cita nacional del año, otra medalla de bronce, pero esta vez en 800 metros, la alcanzó en Salamanca en julio de 2002.  Mayte Martínez, en una carrera viva, “se marcó un último 500 prodigioso en solitario” y entró en meta con un registro de 2:00.51; la ganadora se encontró en un inicio con la oposición de Esther Desviat, que acabó en 2:04.66, y Rocío Rodríguez se olvidó de esta guerra de sus rivales y se aseguró la tercera presea en juego con 2:05.92.

Aunque peleó por ellas con todo ardor, Rocío Rodríguez no ganó las medallas para poder disfrutarlas posteriormente o enseñarlas como un preciado tesoro. “No guardo ninguna medalla”, afirma sin pena. Y eso mismo le sucede con los distintos trofeos conquistados; comenta que, en este caso, se los entregó al señor de un bar en Ferrol al que le gusta tenerlos de exposición en una vitrina. No estaba dispuesta a limpiar con asiduidad tanto metal. Con lo único que se quedó fue con alguna que otra figura de Sargadelos porque realzan en la casa, además de algún específico trofeo por tener “un valor sentimental muy fuerte” como, por ejemplo, el que le entregaron sus amigos del Pinar dándole las gracias “por habernos hecho llorar”.

La ferrolana (48) en la Milla Internacional de Gijón (Álbum R.R.)

Rocío Rodríguez, que vistió la camiseta de España once veces (incluso participó en el Campeonato del Mundo de cross corto en Belfast 1999) y tiene como mejor marca de 800 metros 2:03.85 (1999) y 4:11.05 en 1.500 (2000), ambas al aire libre, fue perdiendo todo entusiasmo por lo que venía haciendo de manera que optó en 2009 por dejar de correr. “Estuve desilusionada por el atletismo los últimos años porque era un fracaso tras otro fracaso”, dice. En su tiempo atlético final estuvo dirigida, a distancia, por el reconocido entrenador Antonio Serrano, aunque, para ella, este tipo de entrenamientos sin verse las caras “son muy complicados; tienes que tener el entrenador al lado”. Claro que tras medio año alejada de las pistas retornó a su ambiente de siempre, pero ya sin la pretensión de competir como antaño porque su ilusión no era la misma; ahora lo que buscaba era pasárselo bien, olvidarse de aquellos entrenamientos largos, no sufrir y observar su deporte desde otra perspectiva, correr alguna que otra carrera popular y, sobre todo, lo que quería era ser madre, algo que siempre había tenido muy presente (tiene una hija) .

Ese consabido dicho de que nadie es profeta en su tierra es algo que asume con naturalidad. Pasó demasiado tiempo en el club puntero de su ciudad, el Ría Ferrol, pero la relación no acabó de ser del todo plena. Hubo fisuras. “Estuve en el Ría Ferrol muchísimos años y todo fue por una cosa cariñosa: estaba de presidente Ramón Peña, que era una persona que quería muchísimo. No me olvido nunca de él. Cuando falleció estuve un par de años más y me fui porque ya noté un vacío impresionante; no me llenaba lo que había…”.

Cuenta que entonces dio el salto al Puerto de Alicante. “Me tratan fenomenal”, llegó a decir cuando ya estaba en ese crucial momento en el que el atletismo comenzaba a escurrírsele de su vida. Le dijeron que no abandonara, que fichara por el club y que no se dejara superar por un arrebato. “Como actúo mucho por impulsos, me conocen bien”.  Participó en todas las carreras de clubes que le pidió el Puerto de Alicante y a pesar de que “sabían perfectamente que no estaba en buenas condiciones” le dieron igualmente una aportación económica cuando les había dicho en un principio “que no quería cobrar ese año”.

A nivel gallego, Rocío cinceló, en el panel de plusmarcas de la tierra, dos en pista cubierta: la de 1.000 metros, 2:45.09 (2000) y la de 1.500, 4:10.17 (1999). Tiene, además, ocho títulos de Galicia bajo techo: dos en 800 y seis en 1.500. Al aire libre fue cinco veces campeona gallega: tres en 800 y dos en 1.500 metros.