Becario en París

Finalizaba mayo de 1950 cuando Lorenzo Martínez (Mansilla de las Mulas, León, 1927) se instalaba en A Coruña para examinarse y cursar la carrera de marino mercante (nunca llegaría a ejercerla). Ya era entonces, con 23 años, campeón y plusmarquista nacional de lanzamiento de martillo, por lo que meses después, en noviembre, Luis Caparrós lo entrevistaba en La Voz de Galicia tras haber fichado por el Real Club Deportivo. Al periodista le picó la curiosidad por saber cuánto podía comer aquel fornido atleta y le inquirió la descripción de una de sus comidas en días de preparación;  el leonés le puso un ejemplo: “Un buen cocido castellano, con sus aditamentos de tocino, chorizo y carne; medio kilo de filetes, un bote o bote y medio de leche condensada, y un kilo de fruta”. Del asombro del periodista puede dar cuenta su siguiente pregunta: “¡Cómo para invitarlo, amigo!”, a lo que respondió Lorenzo: “Reconozco que me salgo de lo normal. Cuando iba en el tren para presentarme a los campeonatos nacionales y saqué el paquete de la comida, los compañeros del departamento lloraban de risa”.

Conrado Durántez, a la izquierda, y Lorenzo Martínez en Oviedo en 1967

Hasta los nueve años residió en Mansilla de las Mulas y después se marchó para León a estudiar el bachillerato, donde, parece evidente, se encontró con el deporte. En uno de los boletines de la Federación Catalana de Atletismo se relata que al regresar de Vigo de unos campeonatos juveniles en 1944, en los que había lanzado disco sin mucha fortuna, Lorenzo apostó por otras pruebas de manera que llegó a ser campeón leonés de cross en 1945 y 1946 y de 800 metros, a nivel provincial, en 1947, pero un año más tarde volvería a centrarse en los lanzamientos, en este caso el martillo, sin que nadie ya lo superara en el certamen regional astur-leonés; ya en ese 1948 quedó cuarto en la competición nacional absoluta. El martillo en todo caso acabó siendo su principal disciplina, aunque también se desenvolvió con soltura lanzando la barra.

Lorenzo Martínez, internacional en siete ocasiones, quedó cuatro veces consecutivas campeón de España de martillo (de 1949 a 1952) y la plusmarca española la fue superando en seis oportunidades (comenzó con 43,98 en 1949 y finalizó con 47,50 en 1955), según consta en el libro de los récords de la Asociación Española de Estadísticos de Atletismo. De su larga y fructífera estancia en Galicia contabiliza siete títulos: disco y martillo (1952 y 1953), jabalina y martillo (1957), y martillo (1958). El estadístico e historiador Alfonso Posada le otorga diez plusmarcas gallegas de martillo, desde la primera de 41,10 en 1951 en Riazor hasta la última de 48,89 en 1958 en el mismo escenario (en 1961, en Lisboa, se vio superado por José Otero, 49,20).

Los Campeonatos de España de 1949 en Barcelona no se recuerdan precisamente por haber tenido un alto nivel. Pero allí, en el estadio de Montjuic, fue donde Lorenzo Martínez (representaba a Asturias) alcanzó su primer título de martillo con 41,33 metros, diciendo de él José M. Soler que era el único que se salvaba en cuanto a lanzamientos al definirlo como  “un diamante en bruto” con “muchos defectos a pulir” y que había mejorado “en 8 pobres centímetros la marca de Montes en 1948”. El podio lo completaron el catalán Ramón Montes, 41,22, y el guipuzcoano Urquijo, 37,54.

En Burgos, en 1950, nadie pudo frenarlo y obtuvo su segunda medalla nacional (43,63) con un dominio de la situación apabullante puesto que Diego Aliaga, segundo, se quedó en 39,01 y Alfredo Forcano, tercero, en 37,69.

Después de volver a ser campeón nacional por tercera vez en Barcelona en 1951, con un mejor registro de 45,68 y quedarse Aliaga en 41,77 (en este torneo Lorenzo también fue subcampeón en barra con 40,90 mientras que la victoria era para Félix Erausquin con 42,30), José Corominas, en un comentario sobre los mejores martillistas del año, argumentó lo que sigue: “… el leonés Martínez figura netamente destacado superando los 46 metros y, como hemos indicado en otras ocasiones, puede llegar a conseguir los 50 si continúa con su gran afición, ya que reúne unas envidiables condiciones para ello”.

Si en 1952, en Avilés, Antonio Catalá le apretó considerablemente en la lucha por el título nacional aunque sin ser capaz de superarlo (Lorenzo, con los colores de Galicia, ganó con 44,00 metros por los 43,01 de Catalá), no sucedió igual un año más tarde en San Sebastián ya que Catalá se iba hasta los 43,69 y Lorenzo no pasaba de los 41,80. Y José Corominas apuntó: “Después de cuatro años, Lorenzo perdió el título ante Catalá (…) Ha sido un poco cara o cruz, pues la marca estaba al alcance de los dos citados y de Aliaga. Pero en este lanzamiento se acostumbran a dar las grandes sorpresas del Campeonato”.

Lorenzo Martínez, cuarto de derecha a izquierda, en cuclillas, con atletas y federativos gallegos en los años 50/60

Corría octubre de 1953 cuando, en La Voz de Galicia, se explicaba que Lorenzo  se marchaba con una beca a París para estudiar idiomas y con el propósito de no abandonar el atletismo; de hecho comentó que llevaba una carta de presentación del ex presidente de la Federación Española de Atletismo para un dirigente francés para poder alternar estudios con deporte.

En una entrevista de Carlos García-Osuna en la revista Tendencias del Mercado del Arte se indica que se matriculó en la Sorbona y estudió, entre otras materias, Historia del Arte Medieval francés, Teoría de las Ideas  de la Edad Antigua y Literatura de los siglos XVI, XVII y XVIII; también realizó estudios en el Instituto de Lenguas Orientales donde, menciona Lorenzo, “me especialicé en antiguo eslavo y ruso”.

En la muy interesante conversación entre García-Osuna y Lorenzo, éste también le dice: “De mi etapa en París, me vienen a la memoria muchas anécdotas simpáticas, como cuando estando en el Colegio de España, nos contrataron para atraer público a un cabaret. Nos sentaban en la primera fila, y nos servían un mejunje que imitaba el champán. Nosotros animábamos el ambiente, y conforme los americanos iban entrando, nos iban echando cada vez un poco más hacia atrás hasta que al final de la noche, con el local ya a rebosar, nos ponían directamente en la calle con unos francos en la mano”.

La muy jugosa entrevista de García-Osuna también aporta otros aspectos relevantes del periplo vital del atleta leonés que no conviene pasar por alto. “Cuando finalicé mis estudios académicos regresé a España para incorporarme en la Oficina de Atención Diplomática, y fue allí donde recibí el encargo de la editorial Sopena de confeccionar un diccionario español-ruso y una gramática abreviada”.  Y sobre este último cometido aporta Lorenzo este dato: “Fue un trabajo agotador y absorbente que me llevó 12 años culminar –tenía una mesa de más de dos metros inundada de libros, y al lado estaba la cuna de mis hijos-“.

Ya estaba seleccionado para participar en los II Juegos Mediterráneos en Barcelona 1955 cuando la Federación Española de Atletismo no se lo permitió (tampoco a Miguel de la Quadra Salcedo) “por su comportamiento poco digno en los días de concentración de la selección nacional”, según una noticia de agencia. “La medida obedece a actos de gamberrismo, y el ahogar un precioso gato de angora del hotel donde se hospedaban”.

La reacción de la Federación Gallega de Atletismo no se hizo esperar.  La Voz de Galicia del domingo 17 de julio reproduce una nota del ente federativo en la que no se comprende la exclusión de Lorenzo “y menos la causa que la provocó, conociendo como conocemos, no ya su gran formación deportiva, sino también su excelente preparación intelectual y acendrado civismo”.  De él se tiene una magnífica opinión relatándose su comportamiento ejemplar en los campeonatos nacionales en Montjuic, donde compitió mermado de facultades. “Un ataque gripal contraído en el viaje le obligó a guardar cama en el hotel, excepto a la hora de su prueba, en la que en un taxi era trasladado al estadio para lanzar por Galicia”. Ya sobre el escenario, su actuación por lo que parece agrandó todavía más su positiva figura. “Nunca podremos olvidar su primer tiro de martillo de 39 metros –su mínima marca en muchos años, y a un mes escaso de haber batido en Francia el récord español con 48,06 metros-. Aquel tiro y el gesto de dolor ante su impotencia formaron una imagen que no podremos recordar sin emocionarnos”. Y aun así quedó subcampeón nacional.

El lanzador leonés fue cuatro veces campeón de España de martillo

“Por eso”, prosigue la nota, “cuando conocimos la noticia de su exclusión y su causa, nos resistimos a dar fe a esta última, y un par de días tan sólo nos han dado la razón. Lorenzo, ni solo ni acompañado, no ha matado ni a una mosca, siendo la única causa de no participar en los II Juegos del Mediterráneo el haber repelido una agresión hacia su persona, motivada por una gamberrada de otros seleccionados, (…) gamberrada ésta completamente ajena a Lorenzo Martínez…”  El mes de agosto se supo que la Federación Española de Atletismo sancionaba a Lorenzo Martínez y Miguel de la Quadra-Salcedo por seis meses.

Por supuesto, no se detuvo el mundo para estos dos grandes atletas y, ya en 1956, Miguel de la Quadra-Salcedo alcanzaba una gran marca en jabalina lanzando con el controvertido “estilo español” (lo acabó prohibiendo la IAAF), al que también se sumó Lorenzo.  La Voz de Galicia (20 de octubre de 1956) da cuenta de uno de sus tiros en Riazor de 82,57 metros, por lo que era tal su optimismo que manifestó su confianza en poder superar el centenar de metros.

“Siempre he sido muy inquieto, soy de esos que como dijo alguien `cuando muera que hagan con mi piel una maleta´”, le dice Lorenzo Martínez a Carlos García-Osuna en Tendencias del Mercando del Arte. Y es que el leonés dedicó su vida profesional a las antigüedades (fue nombrado por unanimidad presidente de honor de la Federación Española de Anticuarios). Tuvo, en este aspecto, considerable relevancia en el ámbito gallego. “En 1972 abrí una tienda en la calle Santo Domingo en La Coruña, pero nadie mostraba interés por el arte medieval (algunos al ver una Virgen románica se reían y otros se persignaban); con el objeto de sistematizar el sector, organicé la primera asociación de anticuarios de Galicia, y poco después decidí dar el salto a Madrid, donde me nombraron Presidente de la Asociación de Madrid y de Feriarte”.

“A lo largo de casi cuarenta años como anticuario”, afirmaba en 2008, “he descubierto piezas muy buenas. No olvidaré una virgen románica extraordinaria que si se tocaba se desintegraba. Le hice un agujerito en la cabeza y la rellené con escayola para poder trasladarla”. Pero, como es lógico suponer, también se ha visto zarandeado por la falta de sensibilidad. “Recuerdo con tristeza como hace años, para amueblar los Paradores Nacionales se encargaron reproducciones de muebles antiguos. La realidad es que nuestros muebles originales salieron al extranjero y no se quedaron en nuestros paradores. Hoy aquellas copias no valen nada, y si se hubieran comprado las piezas genuinas ahora valdrían ocho o diez veces más”.