El entrenador de Yago Lamela

El saltador Yago Lamela con Juan José Azpeitia ( La Nueva España)

Se situó en la primera línea de la actualidad cuando Yago Lamela efectuó el fantástico salto de longitud de 8,56 metros en Maebashi (Japón) en 1999, con una repercusión enorme porque traspasó como un rayo la esfera del deporte. Y es que el entrenador del atleta de Avilés era Juan José Azpeitia (Cangas do Morrazo, 1948), profesional de Educación Física en el colegio San Ignacio de Oviedo y con unos antecedentes atléticos muy consistentes. Él también había sido saltador de longitud y triple, con tres títulos de campeón de España (dos en pista cubierta) en los años 70, y una docena de veces internacional. Su marca de 7,66 metros en longitud se mantuvo como récord gallego durante 37 años.

Siendo ya un alumno interno en el colegio Alba de Vigo se dio cuenta de que los compañeros que hacían deporte no cumplían los castigos de los sábados porque los llevaban al parque de Castrelos a entrenarse. Y Juan José (se le llamará con asiduidad Juanjo) no dejó escapar la oportunidad de convertirse también en atleta. Al muchacho se le vieron condiciones. La primera vez que se puso a saltar llegó hasta los 5,70. Fue una primera vez que no se le olvida. Recibió la ayuda providencial del samaritano Alfonso Posada, que le dejó unas zapatillas de clavos. Porque él se había presentado allí “con camiseta blanca de estas de casa, ¿sabes?, un pantalón negro y unos botines”, dice. “Posada me vio y me trajo unas zapatillas que, no veas, volaba”.

De sus primeros movimientos atléticos se encargó el reconocido Luis Miró, del que comenta “me trataba con mucho cariño y me enseñaba ejercicios”. Pero no lo juzga porque Azpeitia se marchó muy pronto de su lado puesto que ya con dieciséis o diecisiete años, “haciendo sexto de bachiller en aquel entonces”, entró becado en la Residencia Blume madrileña.

Cuando se instaló en la Blume era un joven de la Sociedad Atlética de Vigo, el club al que perteneció en todo momento, salvo cuando estuvo en la mili que formó parte del equipo del Ministerio del Ejército, en Madrid, o cuando se integró en el grupo representativo de la Universidad de Oviedo por una cuestión laboral. “Yo soy una persona agradecida”, indica. “A mí la Sociedad Atlética de Vigo me dio mucha ilusión. Me hizo ver un mundo diferente al que yo tenía y gracias a ello he descubierto los mejores jóvenes del mundo. He viajado y he visto que el esfuerzo es muy sano para la formación del hombre”.

Azpeitia compitiendo (Atletismo Español)

En el momento en que traspasó la puerta de la Residencia Blume se encontró con una escenografía nueva en lo que al entrenamiento se refiere. La exigencia era desmedida. “Estuve creo que dos semanas sin poder reirme de las agujetas que tenía, sin poder sentarme, no podía dormir de todos los dolores… Bueno, tremendo. Yo echaba la hiel allí”. Más allá de lo puramente deportivo, el contraste no existió. Realizó sus estudios en un colegio pequeño contiguo al centro. “No noté una gran diferencia entre estar interno en el colegio Alba de Vigo y estar interno en la Residencia Blume de Madrid. La única diferencia eran esas dos horas de entrenamiento que ¡madre mía del alma! Tengo de ellas unos recuerdos terribles”.

El primer título nacional absoluto de Juanjo Azpeitia lo alcanzó compitiendo bajo techo. Sucedió en Madrid, el 27 de febrero, en los Campeonatos de España de 1971. Con un mejor salto de 7,53 se impuso a Jacinto Segura, 7,32, y a Pedro Pablo Fernández, 7,11. Para el crítico Pedro Escamilla, lo peor de la reunión había sido, salvo la pértiga, los saltos. “Y dentro de eso malo”, matiza, “ha sido magnífico comprobar cómo Juan José Azpeitia mejora a pasos agigantados. Sus 7,53 pregonan posibles mejoras al aire libre”.

En 1972, en Madrid, a principios de julio, consiguió el que fue su único triunfo en los Campeonatos de España al aire libre. Ganó el salto de longitud con 7,58, por delante de poderoso Rafael Blanquer, 7,48. Estas marcas, sin embargo, tuvieron la ayuda de un viento que no era reglamentario. Saltando con todas las de la ley, los dos atletas alcanzaron lo mismo: 7,38. En esta prueba se pierde en el octavo puesto con 6,90 el grandioso Luis Felipe Areta, pero el atleta vasco se recuperaba de una grave lesión.

Todavía Azpeitia disfrutaría de otro triunfo al máximo nivel en los Campeonatos de España de pista cubierta de 1973. Se impuso por tres centímetros a Rafael Blanquer: 7,55 por 7,52. Pero es que el tercero, M. Pérez, se quedó en 7,51, lo que demuestra lo reñida que estuvo la competición.

Y hay más recompensas, claro. Porque Azpeitia, en los Campeonatos de España al aire libre, consiguió también cuatro medallas de bronce en los años 1970 (triple), 1971 (longitud y triple) y 1973 (longitud). Y en pista cubierta, obtuvo cinco preseas, una de plata y cuatro de bronce. La plata la alcanzó en 1972, superado solo por dos centímetros, 7,44 por 7,42, por el júnior Ernesto Mir, mientras que el bronce lo conquistó en 1968 (longitud), 1969 (longitud y triple) y 1974 (longitud).

Juanjo Azpeitia en una imagen de la década de los noventa ( La Nueva España)

En doce ocasiones fue internacional absoluto el atleta de Cangas. La primera vez  que vivió este satisfactorio momento se produjo en el estadio Bislett de Oslo, en Noruega, a finales de agosto de 1968. En Atletismo Español se escribió: “Ausente Blanquer por lesión, España hace debutar en el equipo nacional a Azpeitia e incluye en la formación a Segura, no del todo recuperado de su lesión; ésta se le reproduce en el primer salto, hace un segundo para puntuar (sobre un solo pie) y se retira”. Azpeitia quedó tercero en aquel salto de longitud con 7,12, favorecido por el viento, mientras que los noruegos Flogstad y Haugland se iban, respectivamente, a 7,69 y 7,61. A Segura, con su lesión, le midieron 3,90. El encuentro entre Noruega y España acabó con el triunfo de los nórdicos por 107 puntos a 105.

En el ranking de los mejores atletas de todos los tiempos de diciembre de 1972, Juan José Azpeitia figuraba el sexto de España en salto de longitud con 7,66 metros. La marca la realizara el 10 de junio de ese año en Madrid y se mantuvo como récord de Galicia nada menos que 37 años. En esta prueba, el primero del ranking era Rafael Blanquer con 7,87. Y en triple salto, el atleta gallego ocupaba la cuarta posición con 15,70 metros conseguidos en 1971. El mejor en esta disciplina era Luis Felipe Areta con 16,36.  

Trasladándonos a la pista cubierta y observando el ranking español de todos los tiempos de diciembre de 1986, Azpeitia todavía figura en novena posición en salto de longitud con 7,59, marca que había logrado en 1973, estando al frente del grupo Antonio Corgos con 8,12. Y en triple, sus 15,45 del año 1971 lo situaban en el puesto decimoseptimo, siendo Areta el dominador de esta disciplina con 16,47.

En Madrid, cuando finalizó sus estudios en el INEF y se entrenaba con Carlos Álvarez del Villar, “de los mejores entrenadores que ha tenido España de todos los tiempos”, asevera, le surgió la posibilidad de un trabajo en el colegio coruñés Santa María del Mar. Juanjo era reticente a dejar la capital de España, estaba a gusto, y fue precisamente Álvarez del Villar el que le animó a no desperdiciar esta oportunidad. Curiosamente, su estancia en el Santa María del Mar fue breve. “No gusté”, indica. Y de nuevo en Madrid, le llamó Manolo García, director del servicio de Deportes de la Universidad de Oviedo, para que entrenara al Club Universitario y diera clases en la Escuela de Ingenieros Industriales de Gijón. Juanjo no se lo pensó y allá se fue. En aquellos primeros momentos estuvo entrenando a Jacinto Segura, “con el que consigo que haga 7,77, récord de España” y al coruñés César Suárez de Centi.

Transcurridos los años, asentado plenamente en Oviedo, conoció a Yago Lamela. Juanjo, que entrenaba en las pistas de San Lázaro a un grupo de saltadores, vio que de vez en cuando acudía allí a ejercitarse un chaval con su padre, que lo dirigía. No tuvo reparo en acercarse a ellos esporádicamente tratando de corregir algo de lo que hacían. El padre de Yago Lamela le pidió entonces que entrenara a su hijo, lo que en principio rechazó Juanjo, alegando que carecía de tiempo, que ya poseía un grupito de atletas… Pero tanto insistió el progenitor de Yago para que lo entrenara que hasta la mujer de Juanjo intercedió para que éste asintiese. Y asintió. Yago tendría 14 años. “Era un chico muy fuerte, enormemente agresivo en sus acciones, quizás un poco tosco”, le contó Juanjo a Miguel Calvo, de la Asociación Española de Estadísticos de Atletismo. “Tenía una capacidad de aprendizaje inusitada, y una tremenda capacidad de incrementar la fuerza que nunca jamás he visto”.

El fantástico Yago Lamela con su entrenador Azpeitia ( La Nueva España)

Lo asombroso sucedió unos pocos años después de que Juan José Azpeitia y Yago Lamela se conocieran. En 1999, en Japón, el atleta de Avilés quedó subcampeón mundial en pista cubierta al saltar 8,56 metros. Aquella marca atrajo a todo el mundo hacia la figura de Yago. Se convirtió en una estrella.

Juanjo Azpeitia revivió aquella sublime actuación de su pupilo en la edición digital de La Nueva España escribiendo: “Camino de Maebashi fuera de la familia atlética mundial y algunos “tiffossi” del atletismo eras un gran desconocido. Pero ya eras el octavo saltador del mundo y ya tenías el récord de España. Sé que la noche anterior habías dormido como un lirón, tan tranquilo como cualquier otra noche. ¡Qué poder mental, qué control! Justo al contrario que yo, que no pegué ojo. Por desconfianza puse dos despertadores que no fueron necesarios. Seguía en vela para, ya amaneciendo, seguir tus pasos ante la caja mágica. Estabas allí, con tu mirada fija en la tabla, con el objetivo en el final de la arena, seguro de ti mismo. Levantas tus manos dando palmas para que te siga el estadio, todo Japón, toda España, el mundo entero. Y apartando esa melena de león, te lanzas y cada vez más rápido, rapidísimo, y despegas. Yo lo vi, tú lo sentiste, tú lo hiciste. Caminaste en el aire majestuoso y en perfecta armonía para lanzar tus poderosas piernas allá tan lejos que se me saltaron las lágrimas. Y llamé a mis padres, y a Manolo, el tuyo. “Esto acaba de empezar y está que se sale”. Sonaba mi teléfono con llamadas de amigos y entrenadores, y sólo llevabas un salto. Poco tiempo después Iván Pedroso me confesaba que él intentaba batir el récord del mundo en aquella competición y que Yago lo desconcertó totalmente. Que no podía hacer nada, que estaba atenazado y que fue milagroso que en el sexto intento lograra superarte por los pelos”.