El relevista ideal

Su corta estatura (1,57) fue un impedimento para ser admitido en la Residencia Blume, aunque sí le valió, por poseer además una considerable velocidad, para convertirse posiblemente en el mejor atleta español de 100 metros corridos en curva. Para él no existía fuerza posible que lo hiciera desplazarse un mínimo de su trayectoria. Por eso José Rodríguez Quinteiro (Vigo, 1942) se ve como triunfador en una hipotética confrontación en España corriendo el hectómetro en curva. “Seguro que ganaba yo el 95 por cien de las carreras”, afirma quien fue internacional en diez ocasiones, todas ellas formando parte del equipo de relevos 4×100. “Hacía normalmente el primero o el tercero”. Lógico. Y Pepe Casal, que corrió con él el relevo en el Celta, dice: «Para la curva iba ni pintado por su centro de gravedad muy bajo. En la curva era implacable». Y añade: «Lo tengo visto con la selección española y a un gran velocista francés, Delecour, ser capaz de sacarle distancia en la curva».

Se inclinaba por el fútbol cuando en el Instituto Santa Irene de Vigo le indicaron que había que ir a correr unos campeonatos escolares en Pontevedra. Y en las pistas de Campolongo fue el mejor en los 100. Días después, estando en clase, se presentaron unos dirigentes del Celta proponiéndole si quería practicar atletismo en el equipo celeste. Vio despejada cualquier duda cuando le dijeron que le daban un pase para ver los partidos de fútbol. “Como a mí me gustaba el fútbol dije que sí, encantado de la vida”. A los tres o cuatro meses, con 11.2, ya batía el récord de su ciudad en poder de José María Estévez.

José Rodríguez Quinteiro, a la derecha, en el encuentro Vigo-Oporto celebrado en Balaídos en 1967. El otro céltico, Pepe Casal, es el segundo por la izquierda

Las directrices primeras para convertirse en un velocista de relieve (tuvo como mejores marcas 10.6 en 100 y 21.8 en 200, ambas de 1965) se las dio Alfonso Posada y posteriormente pasó a manos del entrenador Alfonso Ortega. El talento para la velocidad en Quinteiro se notó sin demora porque llegó a ser campeón nacional juvenil de 100 y 200 y en esta última prueba también de júnior. Estando en el nivel absoluto, lo máximo alcanzado fueron cinco medallas de bronce entre 100 y 200 en los Campeonatos de España, aunque en 4×100 obtuvo tres oros y una plata. Y fue campeón gallego más de una vez.

Un acontecimiento atlético de primer orden se vivió en nuestro país en octubre de 1962, cuando en Madrid se organizaron los II Juegos Iberoamericanos. En ellos participó Rodríguez Quinteiro, aunque inicialmente acudió como primer suplente. Al lesionarse uno de los integrantes del relevo 4×100, le dijeron al vigués que debía correr él. “Me quedé como un flan”, recuerda, aunque salió satisfecho. “Creo que no hiciera mala carrera”.

En semifinales, los cuatro españoles, Paraíso, Rivas, Quinteiro y Asensio, acabaron terceros, por detrás de Brasil y Puerto Rico, con 42.2, “con Asensio dejándose ir en los 25 metros finales”, se escribió en Atletismo Español. Y cuando se disputó la final, los mismos cuatro hombres españoles alcanzaron el cuarto puesto con 41.9, lo que equivalía a igualar la plusmarca nacional. La victoria la consiguió Brasil (41.2), seguida de Venezuela y Argentina (ambos con 41.6).

En estos II Juegos Iberoamericanos fue la primera vez que Rodríguez Quinteiro conoció a Manuel Fraga Ferrant, jefe del equipo español en aquel acontecimiento y un hombre de enorme trascendencia para el atletismo en Galicia desde la ciudad de A Coruña. Y el pequeño y eficaz velocista se lo siguió encontrando cada vez que se acercaba desde Vigo a la ciudad herculina para competir. A Fraga Ferrant siempre lo había visto vestido con ropa de calle, como es natural. Por eso el atleta se quedó de piedra, sin saber dónde meterse cuando, siendo soldado (todavía no había jurado bandera), vio acercarse al corpulento Manuel Fraga Ferrant con uniforme militar y luciendo en su gorra la estrella de ocho puntas. “Yo no sabía que era comandante”. Y por eso se encontró de repente paralizado, sin saber cómo tratarlo. El militar-dirigente se lo clarificó de inmediato: vestidos ambos de militares debería saludarlo como se establece en la milicia y, al margen de ella, pues con la naturalidad y familiaridad con que venía haciéndolo.

Rodríguez Quinteiro, excepto dos o tres meses que estuvo en A Guía, en Vigo, hizo toda la mili en A Coruña, donde se encuadró en aquel fabuloso conjunto atlético de la VIII Región Militar que tenía como cabeza visible al mismísimo Fraga Ferrant.

Por la izquierda, José Rodriguez Quinteiro, Rogelio Rivas, Ramón Magariños, José Manuel Rivas y Pepe Casal en Balaídos en 1967

En 1964, en agosto, hubo en A Coruña una manifestación deportiva relevante y de enorme repercusión: los Campeonatos Mundiales Militares. En ellos intervino el soldado Rodríguez Quinteiro en los 100 metros. Quedó segundo, 11.0, en la cuarta eliminatoria que ganó el belga Poels, 10.8. Y después ya no pasó de semifinales. En la que le correspondió, la segunda, en la que triunfó Giannastasio (10.8), fue cuarto con 11.2.

Todas las veces que fue internacional absoluto, diez, las contabilizó como componente del equipo de relevos. Cuenta que en los primeros años 60, tal vez desde 1963, estuvo acudiendo cada quince días a Madrid para entrenar el relevo con otros atletas en las pistas de la Ciudad Universitaria. “Yo salía de Vigo un sábado de noche, cogía el tren, me presentaba en Madrid por la mañana y me venía en el mismo tren por la noche para Vigo”. Tuvo como compañeros a Sánchez Paraíso, Riezu, Talens…

Pero hubo un encuentro, concretamente el Turquía-España disputado en Estambul, en agosto de 1965, en el que Rodríguez Quinteiro además del relevo intervino en los 200 metros, quedando segundo (22.2) tras Sánchez Paraíso (22.0). Pedro Escamilla escribió sobre esta prueba en Atletismo Español: “Por la calle de fuera, Quinteiro hizo una gran carrera. Paraíso, cerca de la meta, aflojó su marcha, tranquilo ante lo claro de su triunfo”. El 4×100 victorioso de aquella confrontación hispano turca lo integraron, con el vigués, Talens, Riezu y Paraíso (41.8).

En Estambul, el triunfo de la selección española fue contundente, 144 a 82, y de Quinteiro siempre se podrá recordar aquel encuentro porque además de como relevista actuó en los 200 metros. Pero hay otra circunstancia significativa que guardar en la memoria: Tomás Barris, el estupendo mediofondista catalán, vistió por última vez  la camiseta de España.

La mejor actuación de un equipo de relevos 4×100 de la selección nacional en el que estuvo presente Rodríguez Quinteiro se produjo en agosto de 1966, en el estadio Heysel de Bruselas, en un choque Bélgica-España, resuelto para nuestros colores por 112 a 99. Magariños, Riezu, Quinteiro y Paraíso no pudieron con los belgas pero colocaron el récord nacional en 40.8. De aquella carrera, Juan Manuel de Hoz escribió: “Nuestros hombres corrieron con más nervio y velocidad que en las últimas ocasiones, pero también -es justo decirlo- pasaron el relevo peor que otras veces. Venció Bélgica con 40.8, haciendo el mismo tiempo España, récord para ambos países, y para nosotros, bajar del tope fatídico de los 41.0 y estar ya en el de los 40.0”.  Y añadía De Hoz: “Sánchez Paraíso, al entregar el testigo a Magariños, resbaló un poquito y quizá ahí estuvo la victoria belga. No obstante, nuestros cuatro hombres lucharon como los buenos”.

El último capítulo internacional entregando el testigo lo cerró Rodríguez Quinteiro en Berna, a finales de septiembre de 1966, teniendo como compañeros a Riezu, Sánchez Paraíso y Rivas, en un encuentro frente a Suiza. El cuarteto no ganó e hizo 41.3, la segunda mejor marca de las diez actuaciones en las que intervino el vigués.