Fiel a su entorno
No siempre un último puesto equivale a decepción. En ocasiones, la satisfacción se queda colgada en el rostro como debió sucederle al corredor de 400 metros vallas Santiago Fraga (Santiago de Compostela, 1968) el 26 de julio de 1990 en el estadio de Riazor cuando, habiendo sido el último clasificado en aquella carrera de campanillas, el cronómetro le otorgaba la que acabó siendo la mejor marca de su vida: 50 segundos 20 centésimas. Gente de mucha calidad en el IV Trofeo Teresa Herrera. Y la vuelta al estadio coruñés salpicado de obstáculos tuvo como ganador al estadounidense Danny Harris (47.96), al que no pudieron dar caza Samuel Matete (48.37), Wintrop Graham (48.70), Kris Akabusi (48.86), José Alonso Valero (50.15) y el citado Santiago Fraga (50.20).
“Corrí por la calle uno”, recuerda Fraga. “Fue un día en que llovió algo, no mucho, lo que quizá hizo que hubiera una temperatura agradable para correr. Y salió mi mejor carrera, la más perfecta que hice. A nivel nacional corríamos Alonso Valero y yo y fue una llegada muy apretada con él hasta el último momento”. Y aquellos 50.20 le valieron para sostenerse ese año 90 otra vez en el segundo puesto del ranking nacional, al que había accedido, en idéntico lugar, un año antes con 51.13, y, en ambos casos, superado por el gran dominador de la prueba durante toda una época: José Alonso Valero.
Santiago Fraga se encontró con Javier Marcos, profesor de Educación Física y entrenador de atletismo, estudiando primero de BUP en el Instituto Arzobispo Gelmírez en Santiago. Desde entonces, no hubo manera de que se separaran. Incluso cuando Fraga dejó de ser atleta poco tiempo después Marcos decidió que su etapa de técnico había concluido. La de ellos fue una relación sin fisuras, que no se vino abajo por nada. Cuando Fraga contaba 18 años y ya empezaba a destacar hizo oídos sordos a la intención de Manuel Pascua de llevárselo para Madrid. “Él pensaba que podía tener una buena progresión y me tentó para irme a la Residencia Blume. Y eso supongo que pasaría por entrenar con él porque en ese momento era el responsable de 400 vallas en Madrid”.
En un principio, muy al principio, Fraga empezó haciendo “cosas muy diferentes”, salto de altura, vallas, alguna que otra vez saltaba longitud y esa formación general, dice, “me valió mucho en los siguientes años”; claro está, le agradece a Javier Marcos esta manera de actuar. “Con catorce años no conviene especializarse demasiado en una sola cosa; lo que pasa es que, con el paso del tiempo, ya se vio, más o menos, que las vallas se me daban bien”.
Se hizo notar perteneciendo al Club Universitario de Santiago, el CUA, con cuyos colores ganó dos títulos nacionales de la categoría promesa en 1987 y 1988 (el tercero, en 1989, se lo adjudicó estando en el Larios, su segunda y definitiva entidad) y le dio también la medalla de bronce en los Campeonatos de España absolutos de 1988 en Vigo. Fraga ya había sido cuarto en Barcelona en 1987 con 52.51, pero pisándole los talones al tercero, Emilio Sosa, 52.27, de tal manera que en Vigo dio un paso adelante y se situó en el podio de la que siempre fue su prueba, los 400 vallas (51.29); José Alonso Valero (50.25) y Jesús Ariño (50.51) ocuparon las dos primeras posiciones.
Y Fraga, desde entonces, se integró en el Larios, el club más potente del país, con el que obtuvo sus mejores logros individuales (campeón de España e internacional) y también a nivel colectivo (campeón de Europa). Se sintió muy a gusto en el fantástico equipo amariilo. “Empecé bastante joven en el club. Llevaba dos o tres años haciendo buenas marcas en 4 vallas, con una buena progresión, y coincidió que Alonso Valero decidió dejar el club y me ficharon. Y siempre me encontré muy cómodo a pesar de que había gente de muchísimo más nivel”. Nunca le dieron de lado, ni en los peores momentos del atleta, aquellos en los que quedó completamente varado por las lesiones. “El Larios se portó muy bien; bueno, tampoco es que la Federación se portara mal, lo que pasa es que hubo que hacer determinadas pruebas médicas con un coste bastante alto y las cubrió el propio club”.
En 1989, en los Campeonatos de España que tuvieron por escenario Montjuic, Fraga dio otro paso al frente al colgarse la medalla de plata (51.29) ante un apabullante Alonso Valero (49.72). Lo dice muy claramente Atletismo Español: “La sesión comenzó con la mejor marca del año en los 400 metros vallas, conseguida por José Alonso Valero en una carrera en la que no tuvo rivales de consideración”.
Ya estaba subido al tren del éxito y procuró no bajarse en ninguna estación. Por eso en 1990, en Jerez, volvió a recibir con satisfacción otra medalla de plata porque la de oro tenía en aquellos tiempos un destinatario obligado: Alonso Valero. Fraga había terminado la final en 50.87, mientras que el triunfador cerraba su actuación en 49.93. Y había que escribir lo que venía siendo habitual por entonces, que Alonso Valero ejercía un abrumador dominio; solo un atrevido desinformado se hubiese permitido apostar en su contra. En Atletismo Español se escribió: “Ganó de nuevo, claramente, bajando de 50 segundos a pesar de su soledad… Fraga permanece un segundo más atrás, lo que aún no es garantía de relevo”.
Pero, cosas de la vida, llegó el momento cumbre para el santiagués en 1991. En Barcelona, en agosto, estando ausente Alonso Valero, Santiago Fraga consiguió ser campeón de España, aunque a decir verdad su primer título no le produjo demasiado entusiasmo. “No me dejó muy buen sabor de boca”, recordaría años después de ese instante gozoso. “Incluso acabé bastante enfadado”. ¿Enfadado? “Si, por la marca que había hecho que no me parecía buena para un Campeonato de España”. Santiago Fraga, el mejor, había terminado aquellos 400 vallas en 51.19, mientras que Salvador Vila y David Sanahuja concluyeron en 51.36 y 51.93.
No se le torcieron las cosas en este capítulo en 1992 cuando tuvo que acudir a Valencia a defender su título. Era año olímpico y Barcelona calentaba motores para sus Juegos. Rememora Fraga que precisamente ese año “fue desastroso” en nuestro país para la gente de 400 vallas. Explica que los atletas de más nivel de la disciplina habían estado lesionados buena parte de la temporada, por lo que algunos se ausentaron de la competición nacional por antonomasia y otros concurrieron con una preparación inadecuada. “Fue un campeonato de muy poco nivel”, argumenta. Pero fue él quien cantó victoria en esta situación un tanto desconcertante. Campeón con 51.64, batiendo claramente a Alberto González, 52.72, y a Antonio Creus, 53.01.
El reverso de la moneda se produjo en 1993. En Valencia Fraga sí quedó satisfecho del que acabó siendo su tercer título nacional. Venció con 50.42, “mi segunda mejor marca de siempre y encima en competencia directa con otra gente que ese año sí que estaba a buen nivel”. Su triunfo no admitió dudas ante Óscar Pitillas, 51.77, y Miguel Cuesta, 51.78. Sin embargo, su inapelable victoria no fue suficiente para que tuviera plaza en los Campeonatos del Mundo de Stuttgart de ese año; esto, le dolió mucho a Fraga. “Es más, mi entrenador y yo, una vez acabada la temporada, preparamos un escrito a los responsables de la Federación quejándonos de la situación, de lo que había pasado ya no solo con el Campeonato del Mundo sino con alguna prueba más a lo largo del año. Favorecieron claramente a gente que entrenaba en Madrid”.
Fue a partir de entonces cuando se encontró de frente con un obstáculo insalvable, el de las lesiones, que truncó su porvenir. “Una fractura por sobrecarga en el escafoides”, comenta. “Bueno, en el 94 fue en el pie izquierdo y al año siguiente se reprodujo la lesión en el mismo pie y apareció también en el derecho”. Tuvo que ser escayolado ese año 94 por espacio de seis semanas y otras seis estuvo ayudándose con las muletas. Los motivos de tal desdicha podrían ser varios, aunque, quizá, el mal estado de las pistas de la Residencia de Santiago pudo acentuar el problema. “En ese momento la pista de atletismo ya tenía bastantes años y la capa de tartán estaba muy gastada; incluso veías, en determinadas zonas, el cemento justo debajo. Era una pista tremendamente dura y estar entrenando ahí todos los días machaca mucho”. Pero Fraga aporta otros argumentos. “El 400 vallas es una prueba bastante dura para tendones, pies… Y otro motivo es que tengo el pie con un arco muy grande y el hueso escafoides sufre mucho en la caída de la valla”.
Desde esos aciagos instantes hasta que abandonó el atletismo (a finales de los años 90), todo fue muy diferente para Fraga. En realidad, poco consiguió. “Prácticamente nada”, dice. “Fue una lucha por intentar recuperar el nivel anterior y fue imposible; incluso competí muy poco “. Ya no tenía dolor, pero… “Lo que pasa es que después de las operaciones, la escayola y demás, la musculatura de los pies está muy atrofiada y recuperarla…” Expone también que para correr las vallas se necesita “una sensibilidad muy buena en lo que es el tobillo y toda la impulsión y no hubo manera de recuperarla”.
Obviamente, estuvo ausente de los Campeonatos de España de 1994 y 1995, volviéndosele a ver en los de 1996 en Málaga (fueron los últimos en los que intervino), quedando séptimo con 52.09 y tras haber corrido su eliminatoria en 51.85.
Cuando tenía ante sí todo el horizonte despejado debido a su juventud y su calidad podía llamar la atención, Fraga fue uno de los españoles que participó en los Campeonatos de Europa de categoría júnior celebrados en Birminghan (Inglaterra) en 1987, donde España obtuvo una medalla de oro, dos de plata y una de bronce. El santiagués no subió al podio ni tampoco llegó a la final de 400 vallas. Su actuación la resumió así Atletismo Español: “Salió flojo en las primeras vallas de las series. Luego recuperó terreno, pero tropezó en los dos últimos obstáculos perdiendo casi la verticalidad. Su tiempo (54.85) queda lejos de los 52.49 que constituyen su mejor marca personal”.
Su debut con la selección absoluta (fue cinco veces internacional) se produjo en los Campeonatos de Europa en Split (Yugoslavia) en 1990. Fraga fue uno de los 63 atletas con que concurrió España a esta cita. Ángel Cruz, en Atletismo Español, escribió: “El honor de abrir el fuego español correspondió a Santiago Fraga en la primera eliminatoria de los 400 metros vallas. No fue el suyo un debut nada brillante, y no porque clasificase en la última plaza, sino por la pésima impresión que causó. Su marca fue la 25 entre los 27 competidores”.
El compostelano finalizó la carrera en 52 segundos justos, siendo el ganador de la serie el británico Kriss Akabusi con 50.08, quien posteriormente habría de ser el campeón europeo con 47.92, en una final en la que José Alonso Valero acabó en séptima posición con 49.77. Para Fraga, en jornada histórica para él, no hubo satisfacción. “Al estar en el Larios”, comenta, “hacíamos una temporada bastante larga, empezábamos a competir prácticamente en mayo y el Campeonato de Europa se metió en septiembre. Yo hice mi marca en julio y se podría decir que llegué ya un poco pasado de forma”.
Mejor le fueron las cosas en 1991 al ser convocado por segunda vez con la selección. Participó en la final B de la Copa de Europa en Barcelona, donde España, que partía como favorita, logró el ascenso al vencer a Polonia, Suecia, Yugoslavia, Suiza, Finlandia, Austria y Grecia. En Atletismo Español se explicó así la carrera de 400 vallas: “Santiago Fraga tenía que afrontar la responsabilidad de ocupar la plaza que durante más de una década le correspondió a Alonso Valero. Santiago salió con decisión, ralentizando en la mitad de la carrera y reaccionando en la recta final. De esta forma obtuvo una meritoria tercera plaza tras el veterano Nylander (50.14) y el austriaco Ehrle, que mejoró su marca personal (50.68). Santiago hizo su mejor marca del año (50.85)”.
Después vendrían, en 1992, otras tres aportaciones vistiendo los colores de España: un encuentro contra Suecia y Noruega en Oslo, la intervención en la Westatletic en Bruselas (quedó tercero) con ocho naciones en liza, y la participación en los Campeonatos Iberoamericanos en Sevilla (fue octavo en la final).
Con el potente Larios vivió jornadas gloriosas. En julio de 1990, en Jerez de la Frontera, colaboró al triunfo en la Copa de Europa, hecho relevante puesto que era algo que alcanzaba por vez primera un equipo español. Fraga, en esa ocasión, quedó quinto (51.13) en los 400 vallas que ganó Dia Ba (49.43).
Y en el mismo lugar, el año siguiente, volvió a tener peso en el conjunto al clasificarse tercero (50.90) “en una carrera valiente”, según Atletismo Español, que fue ganada por el portugués Pedro Rodrigues (50.04). Todo discurrió a la perfección de tal manera que, cuando llegó la disputa del relevo 4×400, el Larios lo tenía prácticamente hecho para ser campeón pero, según se dijo, “quiso recrearse en la faena y poner broche de oro a su segundo título europeo”. Y la carrera discurrió de este modo: “Antonio Sánchez entregó primero a Luis Javier González, que tomó la cuerda al entrar en calle libre, aunque fue superado por Wittle. Santiago Fraga aguantó en segundo lugar y entregó el testigo a Cornet, que tenía siete metros por delante al británico McDonald. El de Reus invirtió 45.1 en dar la vuelta y derrotó al inglés ante el clamor del público”.
Fraga estaría sobre la pista en Birminghan, en 1992, cuando el Larios levantó de nuevo otro título europeo. En tal ocasión, finales de mayo, el compostelano obtuvo la quinta plaza en su habitual prueba de 400 vallas (51.18), correspondiéndole el triunfo a Dia Ba (49.66).
Plusmarquista gallego de 400 vallas (50.42 el 4 de julio de 1993 en Gandía), dos veces campeón en el torneo autonómico (1988 en 400 vallas y 1993 en 400 lisos), también doble título nacional universitario en su prueba predilecta (1992 y 1993), Santiago Fraga nunca dejó los libros mientras iba afianzándose como atleta. Se licenció en Física Electrónica por la Universidad de Santiago, donde también fue profesor, y en una entrevista en la revista Galicia Atlética (mayo de 1995) se le decía precisamente que desde la Federación Española se le achacaba que cuidaba más los estudios que el entrenamiento, a lo que él contestó: “No me pusieron pegas, pero la cuestión es que estudiaba mucho y debía sacar más tiempo para entrenar. Los problemas no fueron sólo de la Federación, sino de aquí; eran comentarios a nivel general. Entre los compañeros tengo fama de estudioso. Quizás le haya dedicado tiempo a estudiar, pero no abandoné los entrenamientos. No quería dejar una cosa por la otra. No me veía viviendo del atletismo…”
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