Nada pudo con el disco

Luis Miró, imborrable en el atletismo vigués, la puso en el camino de su deporte. Estando en casa de sus padres, a los que conocía, le indicó a Rosa Costas (Vigo, 1945), joven más bien de baja estatura aunque fuerte, que se acercara hasta Castrelos donde pretendía comprobar sus posibilidades como atleta. No defraudó y en la Sociedad Atlética de Vigo fue haciendo de todo un poco lo mismo que después en el Celta –llegaría incluso a ser subcampeona provincial de pentatlón- hasta situarse entre las mejores del país con el disco, su verdadera prueba, de tal modo que fue cuatro veces internacional y alcanzó una medalla de plata (1970) y tres de bronce (1971, 1972 y 1973) en los Campeonatos de España.

En la cita nacional de 1971, cuando Rosa obtuvo la medalla de bronce en Vallehermoso con 35,30 metros (se vio superada por la también viguesa María José Fernández, 38,30, y la barcelonesa Mercedes Ribelles, 37,92), el crítico Pedro Escamilla escribió en Atletismo Español: “En disco tiene un porvenir estupendo Mercedes Ribelles, mientras la tercera clasificada, Rosa Costas, es demasiado baja para lanzar el disco demasiado lejos. Sin embargo, lo “saca” muy bien”. Piensa Rosa que el periodista no estuvo muy afortunado con semejante afirmación y dice categórica: “Aunque fuera pequeña yo estaba a nivel de las altas y de las fuertes”.

De izq. a dcha., Rosa Costas, Celestina Gómez y Mari Carmen Costas, integrantes de la Sociedad Atlética de Vigo, en un cross en Castrelos

Ya lo había demostrado un año antes, en 1970, cuando pudo subirse al segundo escalón del podio, también en Vallehermoso, aunque la superioridad de María José Fernández fue manifiesta. Ésta alcanzó el oro con un mejor lanzamiento de 37,34 metros y Rosa se quedó en 33,60 con la plata pero muy acechada por la vizcaína Celaya, 33,06. Este lanzamiento, sin embargo, no se observaba con vistas al futuro con demasiado optimismo: “María José Fernández se impuso claramente en disco, si bien con una marca que no está a la altura de su categoría. Claro está que hemos de tener en cuenta que no es su especialidad”, se lee en Atletismo Español. “Tras ella la lenta mejora de varias atletas no nos abre todavía buenas perspectivas, menos ahora que Marisa García Pena se encuentra trabajando en Alemania”. Pero aquel año 1970, para que no haya dudas, Rosa terminaba la campaña situada en cuarto lugar entre las que manejaban el disco con una marca de 35,70 metros, mientras que María José Fernández se mostraba pletórica como líder con 40,34.

A mediados de los años 60, una veinteañera Rosa Costas ya hacía acto de presencia en los Campeonatos de España, aunque por entonces su nombre no intimidaba. En 1965 y 1966 quedó la novena, y en 1967 ya empezaba a hacerse más visible al lograr la quinta posición, que sería la cuarta en 1968. El podio, por lo tanto, lo pisó en los años 70 cuando la experiencia y la fuerza iban cuajando.

Además de las dos preseas de 1970 y 1971, volvería a ser medallista de bronce en Madrid en 1972 con 33,72 metros, quedando segunda Mª Ángeles Muguiro, 34,18, y de primera la inalcanzable Marisa García Pena, céltica como ella, con 42,76. Rosa se despediría del podio en Barcelona en 1973 con 35,90, superada por Dulce López, 37,18, y Mercedes Ribelles, 36,14.

El mejor registro de siempre de Rosa con el disco fue de 36 metros y 90 centímetros, realizado el 12 de octubre de 1971 en Vigo. Con esta marca se enseñoreaba entre las más destacadas españolas de todos los tiempos ocupando la quinta posición en los inicios de 1973. Delante de ella tenía en los dos primeros lugares a las compañeras del Celta Marisa García Pena, 46,70, y María José Fernández, 40,92; el tercer y cuarto lugar eran para Mercedes Ribelles, 38,20, y Mª Concepción Laso, 37.62.

Los entrenadores Luis Miró e Hipólito Sousa, en la Sociedad Atlética, moldearon un tiempo las capacidades atléticas de Rosa, hasta que llegó el momento en que dio el paso adelante fichando por el Celta y de la mano de Antonio Fernández, “me dijo que podía llegar”, comenta Rosa, la mejora fue ostensible. Pero aquel cambio de club, recuerda, no sentó nada bien de tal modo que Joaquín Freijeiro, presidente de la Sociedad Atlética, le envió una carta recriminándole la decisión. “Le dije que había cambiado porque quería superarme. Para mejorar. Yo quería ser algo más que segunda de Galicia; quería estar también entre las tres primeras de España. Y lo conseguí. Y ser internacional, que no pensaba llegar…” Y es que lo de la internacionalidad es precisamente el aspecto que más honda significación tiene para ella. No existe más grato recuerdo que cuando recibió la notificación en la que se le mencionaba que competiría con la selección por vez primera. “Si me tocasen millones no estaba tan feliz como ese día que recibí la carta”.

Rosa Costas, a la derecha, en una carroza en las fiestas de San Pedro de Matamá en Vigo

Madrid, 23 de agosto de 1970. La selección española femenina vence a la de Grecia por 71 puntos a 46, y allí se encontraba Rosa, aunque fue la última clasificada en su disciplina con 33,72, mientras que María José Fernández quedaba tercera con 35,82. Las griegas V. Karapeyli y D. Kokosseli fueron netamente superiores con lanzamientos de 41,50 y 40,80.

Hasta Vallisellen, en Suiza, se desplazarían las mujeres españolas el 18 de septiembre de 1971. Allí contendieron Suiza, Bulgaria y España, pero conviene, para ser precisos, recoger el texto de José M. Ballesteros en Atletismo Español: “El encuentro enfrentaba a Bulgaria, Suiza y España, y si bien nosotros no teníamos concertado el match más que con las helvéticas, que luego montaron el triangular, a la hora de medirse en el terreno deportivo fueron seis las atletas por prueba. Aunque se acordó que sólo habría por parte española confrontación con Suiza, a la hora de la verdad, para efectos cara a los espectadores, se anotó una puntuación del triangular, que, aunque oficiosa, fue recibida por alguna agencia. Así considerado, el resultado fue de 127 puntos Bulgaria, 88 Suiza y 51 España, con una sola victoria española: la de Azpeitia en 800 metros; pero para nuestros efectos fue de 83 a 50 favorable a Suiza, pero con otras dos victorias además de la de Belén: la de María José Fernández y la de Ana María Molina, en jabalina y peso, respectivamente”.

El seleccionador español femenino explicaba también: “La tónica del encuentro discurrió por los cauces previstos, siguiendo la línea ascendente de nuestro atletismo femenino, que aún habrá de sufrir bastantes derrotas internacionales hasta curtirse…”

Así pues, el duelo de disco entre helvéticas y españolas quedó de este modo: Rita Pfister, 50,16, Sieglinde, 40,10, Mercedes Ribelles, 38,20, y Rosa Costas, 36,02.

Su tercera presencia internacional se produjo en Bruselas el 2 de julio de 1972, donde además de las españolas estuvieron las atletas de Bélgica, Francia y Noruega. Fue la única confrontación contra extranjeras que tuvieron las españolas aquel año y la realidad era la realidad: “Rivales muy fuertes para nuestro nivel”, sentenciaba Atletismo Español. Venció Francia, seguida de Bélgica, Noruega y España.

Rosa Costas, frente a competidoras de mayor enjundia, se vio relegada a una última posición y su marca de 33,94 estuvo a más de dos metros de la penúltima, la noruega Fodor, 36,12; Marisa García Pena quedó cuarta con 43,68, siendo la primera de las ocho atletas la belga Wauters, 49,20.

La última vez en ser llamada para integrar la selección, en este caso ante Bélgica, fue el 16 de junio de 1973 en Barcelona, en las pistas de la Ciudad Universitaria, donde salieron victoriosas las belgas por 81 puntos a 52. Tampoco aquí pudo Rosa eludir el último puesto, el que le acompañó en todas sus apariciones internacionales, ya que solo llegó a 34,88 metros, mientras que Mª Luisa Revesado alcanzaba 38,20, M.Tomanek 41,40 y M. Wauters 52,86, superando ésta su propio récord nacional.

Rosa Costas, segunda por la izquierda, lanza a portería durante un partido de balonmano

Rosa Costas no estuvo solo entusiasmada con el atletismo. Mujer con vitalidad enorme, aguerrida, incapaz de detenerse ante nada, se entregó igualmente al hockey sobre hierba y en sala, al balonmano y hasta llegó a jugar algún partido de fútbol y si se montaba en bicicleta de carreras igualmente se mostraba temible. “También le ganaba a los chicos”, dice sin reparos. “Si yo empezase hoy igual hacía ciclismo porque me encantaba”.

Perteneciendo ya al Celta como atleta fue la madre de la fantástica Marisa García Pena, delegada del equipo Traviesas de hockey hierba, quien le propuso jugar y así lo hizo. Mientras iba aprendiendo lo mismo podía vérsele de portera que moviéndose en la delantera y marcando goles. “Destaqué”, comenta. “Me llegaron a preseleccionar para el equipo nacional”. Y se le presentó entonces el dilema: o hockey o atletismo, porque ya estaba siendo llamada a las concentraciones con las mejores atletas del país. No tuvo dudas. Nada como el lanzamiento de disco. Eso ante todo.

A Rosa siempre le afectaron los viajes, que eran de muchas horas y no preciosamente cómodos, dormía mal, el calor igualmente le hacía mella, con lo cual su rendimiento descendía. Por eso en un principio era en Vigo donde se le controlaban los lanzamientos, pero, según menciona, debido a la igualdad existente entre las lanzadoras siempre se acababa optando por las que acudían a las concentraciones para constituir la selección en vez de ella aunque hubiera conseguido una marca ligeramente superior. Y se rebeló y le dijo a su entrenador Antonio Fernández que no volvería a realizar ningún control más en Vigo y que aquella situación había que subsanarla. Comenzaron a llevarla a las concentraciones. “Sé que fui muy aceptada por las compañeras, me querían muchísimo, fui muy feliz”.

Pero el hockey nunca lo dejó –incluso arbitró partidos-, estando en él a las puertas mismas de cumplir los 50 años, y porque, lamentablemente, sufrió una rotura de ligamentos cruzados que acabó con todas sus ilusiones en el deporte. En Sevilla, en junio de 1975, quedó con el Medina vigués –también jugó en el conjunto del Mercantil- subcampeona de España, donde tuvo como rivales al Grupo Covadonga de Gijón, Medina de Cádiz, Atlético de Madrid y Club de Campo de Madrid. De este acontecimiento, se escribió en la prensa que el equipo vigués “fue considerado oficiosamente máximo goleador del torneo, y que Rosa Costas lo fue como jugadora con mayor número de goles alcanzados”.

Por la izquierda: Joaquín Pérez, Rosa Costas y Emilio Navaza en el verano de 2015 en Baiona

Cuando el Real Club Celta constituyó equipo de balonmano femenino, de él formó parte Rosa, lo mismo que atletas de tanto renombre como María José Fernández y Marisa García Pena, mujer polifacética y de enormes cualidades; precisamente el equipo celeste acabó siendo denunciado por otros competidores quejosos por la presencia de Marisa dado que competía en varios deportes. Rosa continuó jugando al balonmano en el Santo Tomás, en el Octavio y en el Mercantil, y formó parte de la selección pontevedresa.

Si se habla de predilecciones, no hubo para Rosa un deporte que superara en interés al atletismo, en el que ganó también la medalla de oro en disco y la de bronce en peso en los VIII Juegos Deportivos Sindicales a escala nacional en 1974. Y quedó campeona gallega de disco en 1972 y 1974, y de peso en 1977 y 1978.