Una onza de chocolate y una cucharada de azúcar
Irrumpió en el atletismo en los primeros años 40, años de múltiples penurias y dificultades, para convertirse de inmediato en una indiscutible figura, aunque de corto recorrido, puesto que se marchó para Cuba en 1948 y desde allí dio el salto posteriormente a Estados Unidos. Pero la huella que dejó Ramón Rodríguez, más conocido por ‘Moncho’ Rodríguez (A Coruña, 1919-Miami, EEUU, 2013), fue profunda. Su triunfo en 400 metros en un torneo europeo en Milán, en 1942, le colmó de alabanzas y tuvo gran repercusión. Según consta en el boletín de la Federación Catalana de Atletismo, este hecho le valió al coruñés para ser elegido como último portador del relevo con el mensaje que Franco dirigió a los jóvenes que tomaron parte en los Juegos Nacionales del Frente de Juventudes de 1943. Poseyó las plusmarcas españolas de 200 y 400 metros, con 49 segundos en esta última distancia en 1946, récord que tuvo en su poder trece años, hasta que Rancaño hizo 48.9 en 1959. En estas disciplinas conquistó ocho títulos nacionales (1943, 44, 46 y 47).
Moncho Rodríguez manifestó que desde pequeño había sentido una gran inclinación por correr y que, en A Coruña, cuando tras alguna inocente fechoría tenía que escapar de algún municipal enojado, superaba claramente a sus amigos. También dejó dicho que su primera actuación seria se remontaba a los Campeonatos Nacionales Universitarios de 1942. La competición se celebró en Madrid y el coruñés, adscrito al Distrito Universitario de Santiago, acabó segundo en la final de 100 metros con 11.4, detrás de su compañero de equipo Francisco Sobral, 11.2. (Idénticas posiciones se repitieron en los 200 metros).
En la edición del día 24 de abril, Arriba se refiere a las dos semifinales del hectómetro del torneo universitario. De la primera carrera menciona a Vergara, “un muchacho que apunta grandes posibilidades en la especialidad”, vencedor ante Neira y Guardia. Y en cuanto a la segunda, pone de relieve la enorme clase de Sobral, “actualmente nuestra más destacada figura de velocidad”, capaz de superar a Moncho Rodríguez, al que elogia en estos términos: “Hombre de condiciones espléndidas que nos recuerda a los grandes campeones mundiales por su constitución”.
Septiembre apoteósico el de Moncho Rodríguez aquel año 1942, puesto que, con escasa diferencia de días, uno el 13 y otro el 17, se apoderó de las plusmarcas nacionales de 400 y 200 metros, ambas conseguidas en Barcelona. En la vuelta a la pista marcó 49.2, mejorando el registro del catalán Miquel, con 50.1 desde 1928, mientras que en el doble hectómetro su tiempo de 22.6 superaba los 22.7 que había hecho el catalán Arévalo en 1932.
Cuenta Hernández Coronado en Gol que Moncho Rodríguez, el día que batió por primera vez el récord de España de 200 metros, llegó a Montjuic con mucha antelación, y que la salida de la prueba se produjo a las 19.15 horas. “Resultó impresionante el silencio que comenzó a reinar en el estadio desde las primeras palabras del juez de salida”, escribe Coronado. “En la grandiosidad de aquél resultábamos empequeñecidos los dos centenares de aficionados que fuimos a presenciar la hazaña”.
Menciona que tomaron parte en la carrera además de Moncho Rodríguez, Revuelta, Martínez, Méndez y Hoz Soba. Según él, quienes realizaron mejor salida fueron Martínez y Revuelta y que éste iba primero en los 100 metros y también en los 150. “Pero a partir de aquí”, relata, “Moncho” realiza un gran esfuerzo, y a los cuarenta metros de la meta se coloca en cabeza para entrar destacado sobre Revuelta y Martínez”.
En Gol también se menciona que un jovencísimo ciclista, Eugenio de Castro, había logrado una gran marca en 200 metros en el Parque de la Ciudadela, considerándola de “categoría internacional”. “Eugenio de Castro es un niño de diecisiete años que defiende el emblema del Frente de Juventudes. No es un profesional sino un aprendiz de corredor ciclista”.
Pues bien. Eugenio de Castro y Moncho Rodríguez tienen protagonismo en Gol a través de una circunstancia que denota una época de considerables estrecheces. “Anoche, después de cenar en camaradería en unión de “Moncho” Rodríguez, ha sido premiado con la máxima recompensa –y para ellos la más anhelada-: una onza de chocolate y una cucharada “grande” de azúcar. La recompensa –creedlo- ha emocionado a los dos atletas. Esta es la grandeza del deporte purísimo”.
Con escasísimas actuaciones en 400 metros se presentó en Milán, en los últimos días de septiembre de 1942, para participar en los Juegos Europeos de la Juventud. Y es que en un inicio, el coruñés no se enfrentaba a esta distancia. Lo dijo él mismo en una entrevista: “Cambié a 400 metros por indicación de Agulla, Sastre y Hernández Coronado, durante una concentración en Tolosa”. Esta concentración fue previa al torneo celebrado en Italia.
En las eliminatorias, “Rodríguez supo seguir una vez más los consejos, y viéndose en cabeza a los 300 metros, solo aspiró a clasificarse”, escribió en Pueblo H. Coronado. La victoria fue para el italiano Olivieri, 51.2, por 52 segundos del español. Pero ya en las semifinales no hubo concesiones y se impuso con 49.6 por delante del belga Wanzeele, 50.3, y el italiano Mainardi, 50.8.
“La final se corrió el domingo”, menciona Coronado. “La lluvia no dejó de caer en todo el día y la temperatura no era la más adecuada para esfuerzos de esta índole. La pista, blanda y sin consistencia, no facilitaba en nada el trabajo de los atletas. Por si todas estas condiciones desfavorables fueran pocas, el sorteo de pistas señaló a Rodríguez el quinto pasillo”.
A la final habían accedido también los alemanes Herkner y Judmann, el belga Wanzeele, el italiano Olivieri y el húngaro Banhalmi. A decir de Coronado, tanto Moncho Rodríguez como Olivieri fueron los más lentos saliendo. “A los 200 metros ha superado las distancias de las compensaciones y se ha colocado a la altura del italiano, que ocupa el sexto pasillo”. Cuando el español entra en la recta lo hace con ligera ventaja sobre Wanzeele y Herkner. “Estos últimos cien metros son de una competencia extraordinaria. Moncho se aleja de los alemanes, pero ha da hacer uso de gran energía para no ser superado en los últimos metros por Wanzeele, que es vencido por un pecho”.
Moncho Rodríguez finalizó aquella carrera triunfal de Milán en 49.6, idéntica marca que hizo el belga Wanzeele. La tercera y cuarta posiciones correspondieron a los alemanes Judmann, 50.3, y Herkner, 50.6. Quinto quedó el húngaro Banhalmi, 51.0 y cerró la clasificación el italiano Olivieri, 51.3.
“El campeón de la juventud de Europa ha realizado este año tiempos que le clasifican como uno de los mejores atletas de la misma en los 400 metros”, sentenció Coronado. “Este atleta es el mismo que hace mes y medio corrió por primera vez esta distancia en 53.4. Moncho Rodríguez tiene en sus piernas menos de los cuarenta y ocho segundos. A este tiempo no se puede llegar a la sexta vez de correr los 400 metros”.
Y cuando llegó el momento culminante de situarse en lo más alto del podio para ser aclamado por todos, tras percatarse de que no había constancia en su vestimenta de su condición de español, corrió a recoger la parte superior del chándal en la que sí figuraba, bien visible, el nombre de España, según confesión del propio atleta durante una visita realizada a su ciudad natal en 2010.
También en Milán Moncho Rodríguez configuró el cuarteto español de 4×100, en compañía de Martínez, Villanueva y Hoz Soba, que acabó en cuarto lugar con un tiempo de 45.4. El triunfo se lo llevó Italia con 43 segundos.
Coronó el espléndido año 1942 recibiendo el trofeo Barón de Güel, otorgado por la Delegación Nacional de Educación Física y Deportes.
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