Conmemorando la Revolución con Fidel
Una vez que la mujer en España se reencontró con el atletismo, después de haber estado proscrito para ella un cuarto de siglo, Natacha Astray (A Coruña, 1944) se adentró en él para triunfar. Ya lo había hecho, lo de triunfar, en el balonmano, a través de la SD Hípica de su ciudad, llegando a ser internacional, pero también sobresalió, y de qué modo, en el tenis, siendo campeona de A Coruña y subcampeona gallega en los años 60. “Mis padres eran muy deportistas. Mi padre jugaba mucho al tenis y mi madre también, aunque no tanto, y seguramente por eso empecé con ese deporte. Luego, en el instituto, me hice del equipo de balonmano”, dice Natacha.
Poco más de media docena de mujeres comenzaron entrenándose en el estadio de Riazor. “Éramos un grupo de chicas con muchas cualidades. Al principio no nos dedicábamos a una disciplina en concreto. Estaba por ejemplo Nela Souto, que era una máquina corriendo. Decían que era la única mujer que podía bajar del minuto en los 400 m. Pero yo empecé en 100 m. lisos y no ganaba nada. Mi entrenador vio que me iba mejor el salto de vallas y el pentatlón y enseguida empecé a batir récords”, según explicó en la revista cultural 2227 de Navacerrada.
En agosto de 1963, en el estadio barcelonés de Montjuic, por fin las mujeres pudieron competir, al igual que lo hacían los hombres, en los Campeonatos de España. Para la categoría masculina, el certamen suponía el número 43, mientras que para la femenina solo alcanzaba la quinta edición. Habían sido muchos años de estar postergadas las mujeres. Pero allí llegó, entre tantas otras, Natacha, a la que también se le acabará citando en ocasiones como Natividad Astray, muy reconocible porque solía competir sujetándose el cabello con una cinta blanca.
Corrió los 100 metros, aunque no llegó a la final. Quedó segunda (14.1) en la eliminatoria que ganó la catalana Consegal (13.2), y cuarta (14.2) en la semifinal en la que triunfó también la atleta de Cataluña, quien, posteriormente, sería la campeona.
Pero la coruñesa, en aquel festivo debut, intervino además en el salto de longitud, aunque sus 3,87 metros le valieron de bien poco: un duodécimo lugar en la final que ganó María Gibert con 4,77.
A aquel desplazamiento tan largo atravesando la Península, desde A Coruña a Barcelona, había que sacarle el máximo rendimiento, de ahí que igualmente se le viese correr en el relevo de 4×100, algo que no había hecho nunca, ni tampoco sus compañeras. “Recuerdo que la noche anterior, durante el viaje a Barcelona, pedimos a los chicos que nos enseñaran cómo se pasaba el testigo. Después de cenar, nos sacaron a la carretera, que no se veía nada, y nos enseñaron. ¡Y así salimos!”
Conviene pensar en una perfecta explicación a unas estupendas atletas porque las cuatro integrantes del equipo coruñés de 4×100, Astray, Graña, Lista y Souto, alcanzaron la tercera posición en la final, 56.2 (habían ganado la primera semifinal), siendo superadas por Barcelona, 54.5, y Zaragoza, 55.6.
Un año después de aquel inicio atlético en Barcelona, la coruñesa ya se asoma entre las mejores de los 80 metros vallas, por lo que fue convocada para intervenir en el encuentro internacional (el único en el que participó) contra Portugal. En Lisboa, en el estadio Alvalade, las españolas solo ganaron una de las diez pruebas programadas, por lo que perdieron con estrépito (64 puntos a 39). Natacha tomó parte en 80 vallas y, después de una salida nula, acabó tercera (13.1) y su compañera de selección, María Teresa Montes, fue cuarta (13.5). Las lusitanas Lidia Faria y Manuela Simoes vencieron con facilidad: 12.6 y 12.8.
A pesar de la derrota, las españolas habían opuesto gran resistencia y el entrenador nacional, José Manuel Ballesteros, manifestó: “A partir de hoy desaparecerán en un soplo los años de retraso del atletismo femenino, gracias al entusiasmo de todas estas chicas…” Y el crítico Pedro Escamilla valoró muy positivamente la actuación de la herculina: “Otra atleta con estampa y futuro es Natacha Astray, cuya configuración física es ideal para corredoras de obstáculos. En cuanto mejore su velocidad se nos meterá en los once segundos y décimas, porque el paso de la valla lo hace bastante bien”.
De los Campeonatos de España de 1964, en el estadio madrileño de Vallehermoso, se fue Natacha con dos títulos y un récord nacional. Ganó los 80 vallas con 13.3 por delante de Montes, 13.7, y Apalategui, 14.3, y también contribuyó a que el conjunto de A Coruña, con Álvarez, Lista y Souto, se impusiera en 4×100, con 51.2 (récord de España) a Madrid, 52.2, y Guipúzcoa, 52.4. Si esto sucedía en septiembre, un mes más tarde, en su ciudad, Natacha era capaz de igualar el récord nacional de 80 vallas que poseía María Luisa Consegal en 12.9 y, en 1965, ya tendría la plusmarca nacional en solitario en 12.3.
Con motivo del sexto aniversario de la Revolución castrista, se organizó, en diciembre de 1964, un festival atlético en Cuba, en el que intervino Natacha con otros españoles. Aquel viaje dio que hablar. “Fue un escándalo que me fuera, y sola con tres chicos… Pidieron cuatro deportistas para el encuentro, entre ellos una vallista, y como ese año yo quedé campeona de España me invitaron a mí. Al año siguiente nos invitaron otra vez a los mismos -no debimos dar mucho la lata-, pero el Gobierno ya no nos dejó ir”. “Yo creo que el Gobierno”, es la reflexión que se hace Natacha de aquello, “no se enteró mucho de adónde íbamos, porque estábamos en pleno franquismo y viajábamos a celebrar precisamente el aniversario de la Revolución”.
“Fueron 4 ó 5 días, dos de campeonato y el resto se dedicaron a enseñarnos la isla, La Habana, Varadero… Fidel quiso conocernos a toda la delegación española y, como yo era la única mujer, enseguida me atendían a mí. Hablaríamos como dos minutos con él, ya ves, y cuando volvimos me hicieron un reportaje para ver cómo nos habían tratado. Íbamos a un régimen comunista y aquí eso era el ogro…”
Natacha Astray fue quinta en 80 vallas con 13.4, prueba que ganó la alemana Karin Balzer en 10.9. Luis Felipe Areta quedó segundo en triple con 15,33, tras el búlgaro Staikofki, 15,60. Y Manuel Ufer se clasificó quinto en 110 vallas, 15.3, con victoria del cubano Lázaro Betancourt, 14.2. No pudo actuar Manuel Carlos Gayoso, aquejado de anginas.
Cuando tocó retornar a España, los expedicionarios padecieron uno de esos viajes que no se olvida jamás. “Querían que nos quedásemos más días pero eran vísperas de Nochebuena, teníamos que volver a casa y viajar en esa época no era como ahora. Vinimos casi dando la vuelta al mundo, porque Iberia no tenía billetes directos. Volamos La Habana-Canadá, Canadá-Praga (que, por cierto, aquella noche nos quitaron los pasaportes porque aquello era el Telón de Acero), Praga-París y París-Madrid. Todo esto sin teléfono móvil, sin ningún vuelo cerrado y sin poder avisar a mis padres. Así que mi padre cogió como 18 billetes de tren para que, llegara a la hora que llegase a Madrid, pudiera coger uno hasta Vigo”. La Nochebuena, conste, la pasó en A Coruña.
En febrero de 1965, una vez programado el primer Campeonato de España en pista cubierta en Madrid, hasta allí se acercó Natacha para hacerse con el título en los 50 m. vallas. Invirtió en la final un tiempo de 8.2, récord nacional, superando a María Teresa Montes, 8.4, y a Victoria Coy, 9.0. Y en 1966, también en Madrid, renovó el triunfo al hacer 8.0, mientras Carrascosa era segunda con 8.2 y Montes tercera con 8.3. Precisamente, de ese cambio del aire libre a la pista cubierta, rescata un hecho curioso. “Yo corría sobre ceniza y con unas zapatillas de clavos largos. Como no había dinero ni otras zapatillas, cuando veníamos a Madrid, al Campeonato de España de pista cubierta, necesitabas unos clavos pequeñitos y los chicos, que tenían más fuerza, cogían las zapatillas y con una lima iban rebajando los clavos, y con eso podíamos correr”.
En los años en que estuvo en el atletismo, Natacha Astray se prodigó en distintas disciplinas con mayor o menor acierto, de tal manera que tomó parte en el Campeonato de España de pentatlón de 1965, en las pistas del Parque Sindical Puerta de Hierro de Madrid. Afrontó cinco pruebas los días 25 y 26 de septiembre, dejando claro que era una mujer completa. El título fue para ella con 3.313 puntos, récord nacional, acompañándola en el podio Albina Gallo, 3.170, y María Luisa Orobia, 3.144.
Las marcas que consiguió la coruñesa en este pentatlón victorioso fueron: 12.8 en 80 vallas, 7,64 m. en peso, 1,35 m. en altura, 4,54 m. en longitud y 27.7 en 200.
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