Siguiendo a Nuncha
Cara a cara, muy convencida, le dijo a Raimundo Fernández lo que pretendía ser: la mejor lanzadora de jabalina, no alguien para perderse en las clasificaciones. El entrenador recogió el guante y le abrió de par en par las puertas de su Escuela de Lanzamientos de A Coruña. Con el paso del tiempo, Marta Míguez (Louredo, Cortegada, Ourense, 1973) se convertiría, tal como era su deseo, en la más destacada del país. Su marca de 57,59 metros, la mejor del año 1999, fue considerada como récord de España cuando se optó por un nuevo modelo de jabalina. Pero en 2000, amplió la plusmarca hasta 59,02 y un año después la situó en 59,43. Obtuvo además cinco títulos nacionales, desde 1998 a 2002, y su logro más sobresaliente lo consiguió el año 2000 al ser olímpica en Sídney (era la primera jabalinista española que alcanzaba este objetivo).
Siendo una niña, Marta puso mucho entusiasmo en cualquier juego en el que se viera involucrada. “Todos los juegos se me daban bien”, comenta, y cuando se adentró en el deporte lo hizo siguiendo las huellas de su hermana María Asunción, Nuncha, trece meses mayor (la primogénita, Gema, tiene cuatro años más que Marta). El caso es que fue Nuncha la que comenzó a lanzar jabalina y tras ella, haciendo lo mismo, estuvo Marta. “La verdad es que le gustaba el atletismo más que a mí”, indica. “Quería saber marcas, el ranking, el nombre de los mejores…” Nuncha se desenvolvió también eficazmente sobre las pistas, aunque se fue alejando de la competición tras lesionarse en una rodilla en Pisa (Italia) y debido a sus estudios de Derecho.
Claro que antes de inclinarse por la jabalina, Nuncha y Marta probaron en el balonmano cuando eran colegialas en Cortegada; el balonmano, sin embargo, dejó de interesarles tan pronto se fueron a estudiar al instituto en Ourense. “No encontramos una estructura estable en la que acoplarnos para seguir jugando y mi hermana se decantó por la jabalina”. La secundó sin reparo alguno. “No tuve ninguna duda porque era el deporte que mi hermana había decidido hacer y, de esta manera, no dependíamos de un equipo. Como yo iba con ella, no tuve que elegir”.
Con el dardo en la mano, Marta ya mostró sus posibilidades siendo júnior, categoría en la que se clasificó segunda en los Campeonatos de España de 1991 en Alcobendas con 40,06 metros (le ganó Ángeles Filgueira con 41,46), aunque en la edición de 1992 en Málaga se invirtieron los papeles: Marta se hizo con el oro al lanzar 43,14 y Ángeles Filgueira se quedaba con la plata por sus 42,62. En el ranking español de ese año 1992, Marta Míguez figuraba con un registro de 43,78, lo que le valía para ser la primera júnior y la décima absoluta.
Y fue entonces, en 1992, cuando se decidió por estudiar en el INEF de Bastiagueiro (A Coruña), dejando atrás Ourense y una vida milimétricamente organizada. “Recuerdo que tenía todas las horas del día planificadas para que me diese tiempo a ir al instituto, entrenar, estudiar, hacer las tareas de casa, descansar…” Y se acercó, naturalmente, a hablar con Raimundo Fernández, muy segura de sí, al ser campeona nacional júnior, para que la acogiese en la Escuela de Lanzamientos que dirigía. Allí vio entrenándose por primera vez al margen de la competición a figuras como Ángeles Barreiro y Julián Sotelo. Aquel ambiente le cautivó. “Se contagia esa forma de trabajar, esas ganas de entrenar. Te pones ya en otra onda”. Se adaptó sin dificultad a esa nueva vida, más reducida en lo social y circunscrita a un núcleo de compañeros, los atletas, más limitado. En realidad estuvo encantada. “A mí siempre me gustó el sentimiento de pertenencia a un grupo. Yo siempre quise estar dentro de algún sitio”.
A Marta se le dio bien lo de ir progresando temporada tras temporada y lo de ganar, por lo que nadie fue mejor que ella cuando perteneció a la categoría promesa. Quedó campeona de España en los tres años que le correspondieron: de 1993 a 1995. En el primero, en Tarragona, su superioridad fue total: llegó a 45,80 y quien le siguió, A. García, se quedó en 39,08; en 1994, en Alcorcón (Madrid), volvió a suceder lo mismo con idéntica rival: sus 49,08 dejaban muy alejados los 40 metros justos de A. García; y en 1995, en Vitoria, Marta, que ya se iba acercando a la cúspide de su especialidad, alcanzó un nuevo título con una sustancial ventaja de más de diez metros: 53,34 por los 42,38 de Eva Uroz. Y en este punto conviene no olvidarse de los zarpazos que le fue dando a su marca año a año: 47,92 en 1993, 53,72 en 1994 y 54,16 en 1995, con lo que se colocaba tercera en el ranking nacional.
Aunque consiguió ser campeona de España absoluta por vez primera en 1998, lo cierto es que ya se venía situando en el podio desde cuatro años antes. Porque además de sus cinco oros, Marta también añade a su palmarés dos medallas de bronce y otras dos de plata.
Cristina Larrea con 53,78 e Idoia Mariezkurrena con 52,76 la superaron en San Sebastián, en 1994, quedándose Marta en 49,08; y en Madrid, en 1995, repitió en el tercer escalón con 51,70, batida por Mariezkurrena, 55,38, y Belén Palacios, 54,24. Pero tanto en 1996 como en 1997, en Málaga y Salamanca respectivamente, dio un paso al frente y mejoró la calidad de la presea, ahora de plata, aunque en ningún caso pudo con Mariezkurrena, quien lanzó 55,16 y 54,96 mientras ella dejaba el dardo en 53,72 y 53,52.
Y llegó el momento en que Marta ya fue una mujer de oro en los Campeonatos de España de 1998, en San Sebastián. En Atletismo Español se escribe de la prueba de jabalina: “Aquí había una gran igualdad previa entre Marta Míguez e Idoia Mariezkurrena. En la final Míguez se encargó de romper esa igualdad desde el principio. Con sus 54,30 de su segundo intento conquistó el oro por los 50,36 de Mariezkurrena”. Ese año 1998, se situaba por primera vez como líder del ranking nacional con 56,49; esta privilegiada posición la mantendría cinco años hasta 2002, y en esta última ocasión con un registro de 59,03.
Cuando en 1999 se comenzó a utilizar un nuevo modelo de jabalina, la Real Federación Española de Atletismo (RFEA) homologó como primer récord nacional la mejor marca del año, la de 57,59 conseguida por Marta Míguez el 2 de agosto en Vitoria. No le supuso inconveniente alguno la novedad. Lo manifestó así años más tarde. “En aquel momento yo estaba en una constante progresión y mejoré mi marca a pesar del cambio. Nunca pensé que me perjudicaba porque los miedos y las excusas suponen esclavitudes y desgaste que yo no estaba dispuesta a asumir”.
Estas palabras corroboran con precisión lo sucedido en los Campeonatos de España de ese año 1999 en Sevilla, el mes de julio. Porque en Atletismo Español se dijo: “La vigente campeona de España, Marta Míguez, demostró haberse adaptado perfectamente al nuevo cambio de jabalina y mandó claramente en el concurso con 55,18. Como muestra de su superioridad podemos citar que hubiera ganado con cuatro de sus seis lanzamientos”. Allí se vio escoltada en el podio por Eva Uroz, con un mejor tiro de 52,41, y Mariezkurrena con 51,25.
Su condición de plusmarquista no tuvo demasiado recorrido en un primer momento puesto que el 6 de mayo de 2000, en Oviedo, Mercedes Chilla se plantaba en 57,91. Pero el de Chilla sí que acabó siendo un récord efímero. Marta, acaso espoleada por aquel atrevimiento de su rival, se consagró el 2 de septiembre, en los Campeonatos de España en Montjuic, al convertirse en la primera mujer española en sobrepasar los 58 y los 59 metros. Se colgó el oro con 59,02 (su concurso fue 52,85-57,33-51,89-56,31-nulo-59,02), dejando la plata para Chilla, 56,38, y el bronce para Mariezkurrena, 53,58.
Volvería a repetir la experiencia de ser campeona de España, aderezado esto con una nueva plusmarca, en la edición de 2001 en Valencia. Sucedió el 21 de julio. “Marta Míguez”, cuenta Atletismo Español, “volvió a llegar en su mejor momento al nacional, dejando sentenciada la competición desde su primer lanzamiento. Míguez realizó un magnífico tiro, que voló hasta 59,43, que mejoraban en 41 centímetros su plusmarca española, conseguida precisamente el año pasado en Barcelona. Conseguía así su cuarto título nacional en esta disciplina. Mercedes Chilla no tuvo ninguna oposición para hacerse con la plata con 57,37, por delante de Sonia Pérez, que registró 48,87”.
De estos dos momentos sublimes en los Campeonatos de España de 2000 y 2001, con título y plusmarca incluidos, Marta se inclina con cierta satisfacción por el de 2000 porque su récord de 59,02 le proporcionó el billete para los Juegos Olímpicos de Sídney. Y recuerda que con el primer récord que tuvo, el de 57,59, no la seleccionaron para los Mundiales de Sevilla y tampoco estuvo en los Mundiales de Edmonton con el de 59,43. Decisiones atribuibles al presidente de la RFEA. Por eso llegó a afirmar: “La RFEA tiene una manera curiosa de motivar a los atletas”.
En tierras salmantinas, en 2002, disfrutó de su último título nacional. La ocasión se refleja de este modo en Atletismo Español: “Mercedes Chilla se quedó con la miel en los labios y sin poder estrenarse como campeona de España, al arrebatarle Marta Míguez el título en un último ensayo en el que se fue hasta 57,76 para amarrar su 5º oro consecutivo. La jerezana, autora de 56,86 a la segunda, no pudo dar la réplica en el cierre del concurso. Lejos (a 9 metros justos de la plata) de las dos figuras nacionales de la especialidad, y con la júnior Marta Alonso en Kingston, el bronce lo ganó merecidamente la veterana Idoia Mariezkurrena con su mejor marca del año”.
Dos son los hombres que cincelaron sus facultades hasta convertirla en estrella: Raimundo Fernández y Julián Sotelo; éste, que también había lanzado la jabalina como pocos lo pueden hacer, acabó siendo su marido y el padre de sus tres hijos. “Yo le estoy agradecida tanto a uno como a otro. Raimundo fue el que nos enseñó a los dos realmente”. Pero cuando alcanzó lo que considera como el momento más dichoso de su trayectoria, poder estar en los Juegos Olímpicos, en este caso Sídney 2000, quien la entrenaba era Julián Sotelo. “Parecía una meta bastante difícil y bastante inalcanzable”. Incluso lo veía como algo “pretencioso”. Pero el mayor impulso lo tenía al lado. “Julián era el que me convencía de que sí que se podía”.
Habla de su paso por Sídney como de “una experiencia inolvidable”, llamándole la atención que esos dioses del estadio, los acaparadores de la popularidad, se mostraban allí, en la Villa Olímpica, con total naturalidad. “Es gente humilde, normal, a la que le costó mucho esfuerzo llegar ahí, cada uno con sus sinsabores y sus historias”. Y tuvo ojos para cualquier detalle. “Me hacía mucha gracia sobre todo verlos tender la ropa o cosas así. Todo es normal en esta gente que parece que no pisa en el mismo suelo que tú”.
En el momento de competir buscando la clasificación para la final (la mínima exigida era 61,50 metros) le correspondió integrarse entre las lanzadoras del grupo B. En sus tres oportunidades sacó este rendimiento: un mejor registro de 55,52, otro de 55,01 y un nulo. Quedó en el puesto decimoquinto entre 17 competidoras, siendo la última de su grupo la colombiana Sabina Moya, 49,16, y la primera la cubana Osleidys Menéndez, 67,34.
Y sobre su actuación tiene claro que lo podía haber hecho mejor, aunque también se protege de la posible decepción con un pensamiento más lógico y que le hubiese producido más dolor: podía no haber estado allí. Y eso, haber participado en Sídney, le llena de orgullo.”Podían haber salido las cosas mejor, pero para clasificarme tenía que haber hecho prácticamente récord de España, que lo tenía yo; lo podía haber conseguido pero tienen que darse muchas circunstancias. El momento no fue oportuno porque son muchos nervios, muchas novedades, una organización muy exhaustiva que no te permite a lo mejor hacer un calentamiento como estoy acostumbrada, con más libertad… Pero la experiencia fue muy positiva”.
A Marta le había llamado la atención por considerarlo, dice, una imagen impensable en nuestro país, la cantidad de gente entendida que había acudido al estadio por la mañana a presenciar la jornada de calificación y que lógicamente se repitió cuando se disputó la final. Entonces se entremezcló con esa gente de todos los confines en la grada y disfrutó de las mejores de su prueba. Campeona olímpica fue la noruega Trine Hattestad con 68,91; la medalla de plata quedó en manos de la griega Mirella Maniani-Tzelili, 67,51, y el bronce adornó el cuello de la cubana Osleidys Menéndez, 66,18.
Aquella jovencita que, con 17 años, había empezado a hacerse visible con la jabalina defendiendo al Athlos (después estuvo en el Deportivo Orense, en el ADAS, también en el poderoso Valencia durante cinco campañas, tanto cuando era Karhu como Terra i Mar, y en el Pabellón Subita con el que cerró su periplo en la elite), que fue capaz de conquistar el título gallego en siete ocasiones (la primera en 1993 y la última en 2009, aunque se había retirado de la alta competición en 2003), fue internacional trece veces y obtuvo sendas medallas de bronce en los Juegos Mediterráneos de 2001 y en los Campeonatos Iberoamericanos de 2002.
Estuvo con la selección española -por citar y resaltar una de las memorables actuaciones del conjunto- en la confrontación de la Copa de Europa celebrada en el estadio sevillano de La Cartuja en julio de 2002; allí, los equipos españoles masculino y femenino ascendieron al unísono por primera vez a la Superliga. En un par de líneas de Atletismo Español se resume la fortaleza del grupo de mujeres de España: “Sensacional, rayando la perfección. Ni los pronósticos más optimistas apuntaban una actuación tan soberbia de nuestro equipo femenino”. En veinte pruebas, las españolas coleccionaron siete triunfos, seis segundos puestos, un tercero y tres cuartos. Y allí estaban competidoras de Suecia, Bielorrusia, Portugal, Eslovenia, Holanda, Suiza y Letonia. También en ese momento la atleta gallega respondió como las mejores. De ella se dijo: “Marta Míguez, que no era favorita pero tampoco desdeñaba sus opciones de triunfo, rompió la prueba yéndose a 56,40 en su segundo intento, ante la mediocridad de todas sus rivales y las horribles prestaciones de la bielorrusa Kakhova, con quien en principio debía librar un interesante duelo y que se quedó en el 5º puesto con unos paupérrimos 47,16”.
Quien como lanzadora de jabalina cree que “tenía cierto talento” y que “adoraba competir y tenía metas muy claras” dejó su deporte con dos decepciones, dos espinas que le quedaron clavadas a fuego: no haber podido ser mundialista en Sevilla y Edmonton aunque había hecho la marca mínima para ello. Y se lamenta con cierto desencanto que desde la RFEA, una vez operada de ambas rodillas en 2003, no le preguntasen por su estado y sí le retirasen la beca olímpica que tenía ganada para ese año. “Fuimos a juicio y me tuvieron que pagar el importe íntegro”. Dicho lo cual, no debe extrañar que se haya manifestado así años más tarde: “La desidia y el abandono en el que se ve el atleta por parte de la Federación es absoluto”.
Cuando se adentró en el marco laboral siguió teniendo el deporte como algo fundamental: desde el año 2002 es coordinadora del Consello Municipal de Deportes del Ayuntamiento de Ourense. La Xunta de Galicia, en diciembre de 2016, la nombró secretaria xeral para o Deporte.
E desde hoxe, Secretaria Xeral para o deporte, da Xunta.
Son de Louredo, como ela, e recórdoa ca irmá indo a entrenar polos montes cercanos. O polideportivo do colexio de Cortegada leva o seu nome.
Parabéns!!