Empeñado en ser vallista

De izquierda a derecha, Ramón Magariños, Manuel Carlos Gayoso y José Luis Torrado

En su etapa de juvenil mostraba cualidades en el medio fondo y fue campeón nacional de 800 y 1.500 en el 62. “Me defendía muy bien”, comenta Gayoso. Lo mismo que cuando se enfrentaba al cross. “Los que se hacían sobre hierba los ganaba con facilidad”. Se preparaba al lado de su primer entrenador, José Luis Torrado, el que con el tiempo acabó siendo el popular y generoso O Bruxo, por el que siente gran aprecio (es el padrino de uno de sus hijos). “No me dejaba entrenar; me cortaba mucho. Yo hacía un entrenamiento muy suave, quería seguir y él me decía que no, que me fuese a la ducha”. Una vez que ingresó con 18 años en la Residencia Blume de Madrid, se incrementó considerablemente el trabajo de preparación y acabó reconvertido en un espléndido corredor de 400 metros y también con vallas (quedó campeón de España seis veces). Asiduo en la selección, sumó en ella 43 intervenciones.

Sintió la necesidad de ser vallista y se encontró con que el obstáculo era su propio entrenador, José Luis Torres. “Corrí vallas por primera vez con el Celta en un encuentro en Bilbao y se enfadó muchísimo”. Recuerda aquella carrera de ir “dando unos saltos y frenando”. No debe provocar extrañeza. “Tenía un 400 muy bueno, corría entre valla y valla y al llegar a ellas me paraba porque no sabía”. Pero estaba tan decidido a emprender la aventura de las vallas que su tenacidad pudo con todo. “Cuando me vine de vacaciones a casa puse unas vallas y me pegué cada tortazo impresionante. Tenía metido en la cabeza que debía hacer vallas porque me gustaban mucho”. Y José Luis Torres quedó convencido de que tenía que ser así. Pero pasados los años, cuando ya dominaba la técnica y sobre sus espaldas acumulaba muchas buenas actuaciones, se lesionó un tobillo entrenándose en el gimnasio y debió operarse. Dado que se trataba de la “pierna de caída, la que aguantaba todo”, a partir de ese momento no tuvo otro remedio que olvidarse de las vallas.

Tres hombres, Antonio Cazorla, Juan González Iturri y Manuel Carlos Gayoso, se mantenían como plusmarquistas nacionales de 400 vallas en 1964 con 53.7 cuando, en septiembre de ese año, el pontevedrés deshizo el triple empate al realizar 53.3 en los Campeonatos de España celebrados en Vallehermoso. “Dio la sensación de que esos 53.3 que ahora figuran en la tabla de records no han de durar mucho tiempo”, se dijo en Atletismo Español. Gayoso quedó en aquella final por delante de José Girbau y de Francisco Javier Sáinz Artiach, ambos con 55.3. Además de la medalla de oro se colgó una de plata con el equipo de 4×400 de Pontevedra, en el que también se alineó su entrañable amigo Torrado, así como Fernández y Barbeitos.

Gayoso, a la derecha, compitiendo en los Campeonatos de España de juveniles en Palencia en 1962, donde ganó 800 y 1.500 metros

Tras revalidar el título en 1965 con un crono de 54.1 por delante de José Girbau, 54.4, y Luis López Solanes, 54.7, vivió la apoteosis en la edición de 1966, en la que Atletismo Español lo considera como la “figura por excelencia del torneo masculino”. Ese año, en Vallehermoso, puso a prueba su capacidad tanto en 400 lisos como con vallas. Dos días antes de los Campeonatos de España, Gayoso había rebajado una décima de segundo la plusmarca de 400 metros (sus 47.4 superaban así los 47.5 de Magariños) y esa marca la volvió a repetir en las semifinales, aunque después no participó en la final al tener que afrontar su compromiso en 400 vallas. Pero una final Gayoso-Magariños se pensó que hubiese sido espectacular si nos atenemos a que Magariños se impuso con 47.4, igualando el récord de España.

En la vuelta a la pista pero con vallas, no hubo nadie que osara ponerle en peligro el triunfo al pontevedrés. Llegó a la carrera definitiva después de clasificarse para ella con 52.4, y en la disputa por el título sencillamente arrolló a sus oponentes. Marcó 52.1 (récord español), mientras que Luis López Solanes y José M. Louvelli terminaban ambos en 54.7. “Según sus propias manifestaciones”, se escribe en Atletismo Español, “fue una lástima que la pista se encontrase blanda, lo que le hizo desequilibrarse en la caída de dos de las vallas. De no haber sido así, es fácil que hubiese bajado holgadamente de los cincuenta y dos segundos…”

La doble victoria que no pudo conseguir en 1966, la alcanzó Gayoso en 1968. Los Campeonatos de España se celebraron el 13 y 14 de julio en el habitual estadio de Vallehermoso, enfrentándose primero a los 400 lisos, en los que se impuso con 47.3, con Alfonso Gabernet de segundo y Rogelio Rivas de tercero, aunque los dos con igual registro, 47.6.

En 400 vallas se reservó ligeramente en la semifinal al ser segundo (hizo 54.5 y López Solanes 54.4), pero en la final la entrega fue generosa. Ascendió al primer escalón del podio con 52.8, Carda se situó en el segundo con 53.6 y en el tercero se ubicó López Solanes por sus 54.1.

Con el polaco Badenski en 1969, en Madrid, cuando batió el récord nacional de 400 metros con 46.2

Atletismo Español resumió lo que dieron de sí las dos carreras en las que Gayoso se coronó como el mejor: “No se animaron mucho nuestros cuatrocentistas, y así hubo que suprimir las semifinales, pasándose a final directa. Sin embargo, la carrera de 400 metros fue buena, francamente buena, y Manuel Carlos Gayoso ganó con excelente marca, muy bien escoltado por Gabernet y Rivas, quienes también señalaron buenos “cronos”. Redondeó Gayoso su buena labor en el Campeonato –señal de indudable recuperación- ganando con claridad los 400 vallas, en cuya final vimos a un Carda en esa prometedora línea apuntada desde hace un par de temporadas”.

El de 1969 sería el último año en el que el pontevedrés quedaba campeón de España. Esta vez se situó en los tacos de salida para afrontar los 200 y los 400 metros. En la distancia más corta, tras ganar la cuarta serie con 21.5, se clasificó cuarto en la final con 21.6, carrera que ganó Magariños en 21.2.

Y en 400, después de ser el mejor en la primera de las tres series establecidas, se plantó en la línea de meta en 46.8, abrumando así a Rogelio Rivas, 47.9, y a Enrique Bondía, 48.2.

“La superioridad de Gayoso en 400 metros lisos era esperada”, quedó reflejado en Atletismo Español. “Por otra parte al no correr Magariños, la verdad es que no debía tener inquietudes para ganar y así fue. Ya se sabe que él sale lento y acelera mucho a partir de los ciento cincuenta metros. Así ocurrió. Pellico fue muy bien hasta la recta final pero Bondía y Rivas terminaron con más fuerzas que él y se llevaron los puestos de honor detrás de Gayoso que quedó a seis décimas de su record”.

Unos ocho años duró su estancia en la Residencia Blume curtiéndose como atleta, aunque salió de la misma con mal recuerdo. Cree que debía de habérsele encauzado de manera adecuada para cuando afrontase la vida más allá del deporte. Estudiaba para aparejador, pero lo cierto es que no le atraían del todo los libros. “Pude ser profesor de Educación Física por la Academia José Antonio, pero no me dejaron. No me guiaron en la Residencia. No les interesaba porque me robaba muchas horas y no podía entrenarme. Ése es el apoyo que tienes en la Residencia”. En una conversación periodística de mediados de los 80, tildó la Residencia Blume de “matahombres”.

Saca a relucir el momento en que realizó los fantásticos 46.2 en 400 metros el año 1969 diciendo que se entrenaba alrededor de cuatro horas en sesiones de mañana y tarde. Asiente que después de tanto trabajo, no se encontraba con demasiada disposición para entregarse al esfuerzo intelectual, aunque para nada esconde una debilidad ya sabida y que no le ayudaba: “No me gustaban mucho los libros, no me volvían loco”. Pero la situación era la siguiente: “Llegaba a la Residencia y lo único que tenía ganas era de tirarme en la cama de cansado que estaba; por la mañana no había quien me levantara”.

Atilano Amigo, a la izquierda, y Gayoso en una carrera de relevos

De todos modos sacó el título de monitor nacional de Educación Física, lo que le permitía dar clases. Y cuando dejó la Blume comenzó a trabajar en A Coruña, primero en el Colegio Calasancio y después en el Santa María del Mar. “Me buscó el trabajo Emilio Tapia, al que le estoy muy agradecido y le guardo un gran recuerdo”. Se asentó en la ciudad coruñesa sin contratiempo alguno puesto que también impartió clases en Aparejadores y estuvo muy arropado tanto por la Federación Coruñesa, que le aportaba algún dinero por entrenar, como por el Deportivo, su club. “No hubo presidente que se portara conmigo mejor que Antonio González. Me apoyó y tuvo detalles impresionantes”. Y cierto es que estaba muy a gusto en A Coruña, pero lo que quería era instalarse en su ciudad. Y a Pontevedra volvió, donde pudo abrir dos comercios de material deportivo.

Si en 1972 Gayoso le peleó sin conseguirlo a Fernández Ortiz la medalla de oro en 800 de los Campeonatos de España (el pontevedrés se quedó en 1:47.9 y el vencedor terminó en 1:46.8, récord nacional), otro tanto sucedió en 1973 en los 400 metros frente a Hermida, aunque en este caso lo que resulta un tanto curioso es el texto de Pedro Escamilla tratando de esclarecer el motivo de su derrota. “Gayoso estaba mejor que nunca”, expone el afamado crítico. “Pero el pontevedrés, en cuanto sale de las verdes praderas gallegas, en cuanto no come como lo hace allá, en cuanto no tiene un clima como el de su país, se disminuye increíblemente. En Barcelona durmió mal, comió mal y sintió calor. Se aprovechó el joven Hermida, el valenciano que sigue tras los pasos de López Peris”. Hermida concluyó en 47.8 y Gayoso en 48.0.

Sin recompensa se marchó el año 1974, cuando quedó cuarto en 400 con 48.5, carrera en la que el mejor fue López Peris con 47.3. Conviene acudir al reconocido y preciso Escamilla para resolver este enigma: “Decepcionó Hermida y, sobre todo, la frialdad de Gayoso, al que también parecen pesarle los años o al que ya no halaga tanto la práctica del atletismo como antaño. He aquí cómo hemos perdido un valor que, de haber tenido la energía del yugoslavo Susanj, pudo llegar donde hubiese querido en los 800 metros, alcanzando tiempos de renombre muy internacional”.

Defendiendo al Deportivo, uno de los cinco clubes gallegos a los que perteneció

Todavía, sin embargo, disponía Gayoso de alguna energía en la recámara en 1975 cuando se encaramó por dos veces al podio en las pistas donostiarras de Anoeta. Allí se llevó la plata de los 800 metros (1:48.3), siendo el oro para Andrés Ballbé (1:47.2). Y en 400 metros, aunque hizo el mismo tiempo que el segundo clasificado, A. Brufau, 48 segundos justos, su puesto fue el tercero, mientras el título se lo adjudicaba J.L. López, 47.3.

A su dilatado y positivo currículo compitiendo al aire libre hay que sumarle alguna que otra medalla de los Campeonatos de España bajo techo. Nunca ganó en este terreno, pero sí alcanzó la plata en 600 metros en el 65 y el 66, así como el bronce y la plata de los 400 en el 71 y 72.

Manuel Carlos Gayoso, que suma una decena de triunfos en los Campeonatos de Galicia (la mayoría de ellos en los años 70), perteneció a distintos clubes de la tierra: Pontevedra CF, Celta, Deportivo, CUA de Santiago y Sociedad Gimnástica. Y de su estancia en ellos no pone ninguna objeción, excepto cuando se trata de hablar del Celta, del que salió desencantado. No le gustó el trato que le dieron.