Sin mentalidad para los 800
Antes de ser olímpico –lo fue en Múnich 1972- no existía límite para un talento sin claroscuros que se situó de manera inevitable entre los más grandes. Tenía la condición de estrella. Se la ganó a pulso. Manuel Carlos Gayoso (Pontevedra, 1944) fue un triturador de récords y un habitual campeón de España en 400 y 400 metros vallas, pruebas que dominó con autoridad durante un cierto tiempo.
Manuel Carlos Gayoso corriendo los 800 metros en los Juegos Olímpicos de Múnich 1972 (Atletismo Español)
En 400 metros batió la plusmarca nacional en tres ocasiones (desde los 47.4 de 1966 hasta los 46.2 de 1969) y la igualó en otra. En la misma distancia pero con vallas, el resultado de su trabajo fue más espectacular: ocho veces se superó a sí mismo en el récord (en realidad son nueve al contabilizar el cronometraje eléctrico del año 1967 con 53.66), además de haberlo igualado otra vez; aquí, en los 400 vallas, fue empujando el tiempo desde los 53.7 de 1964 a los 51.3 de 1966, época en la que se consignaban las marcas en décimas de segundo.
Pero no debemos quedarnos solo con esto, que ya es mucho, en ese afán superador de registros que mostró el pontevedrés. Porque también fue recordman español de 200 vallas (24.8 en 1965), de 600 metros (1:19.1 en 1971) e igualmente contribuyó con su esfuerzo a la plusmarca en equipos de relevos: 4×200 (dos veces) y 4×400 (tres).
Tampoco se quedó corto sobre la pista cubierta en este aspecto de ser plusmarquista. Lo fue de 400 metros (47.5 en 1969), de 800 (1:50.15 en 1972) y de 500 metros, distancia esta última en la que sobresalió cuatro veces y tres de ellas siendo al mismo tiempo mejor marca europea; la de 1:03.0, realizada en A Coruña el 4 de marzo de 1972, se mantuvo como tope español nada menos que 37 años, superada el 21 de febrero de 2009 por Antonio Manuel Reina con 1:02.2.
Todo hacía presagiar que los Juegos Olímpicos de México 1968 serían la oportunidad de Gayoso para ponerle un feliz remate a tanta eficacia como mostraba sobre las pistas. Y es que estaba en su apogeo, tal como demostró dos años antes de esta cita en la denominada II Semana Preolímpica de México. A ella habían acudido diez destacadísimos españoles con el técnico Alfonso Ortega como jefe de equipo, asistido por el también entrenador Gregorio Rojo, en lo que Juan Manuel de Hoz consideró que era “un viaje de estudio” debido a que la altitud de la capital mexicana producía cierta inquietud en cómo responderían los atletas.
Actuaron aceptablemente los españoles y Gayoso estuvo soberbio, consiguiendo una medalla de bronce en 400 vallas y una de oro (la única de la expedición) en 400 lisos. En un informe de los técnicos se menciona, en Atletismo Español, con respecto a su carrera de obstáculos: “Tuvo en las primeras vallas una actuación maravillosa, pero en la tercera valla ya no pudo coordinar el ritmo de carrera, viéndose obligado a acortar los pasos, con pérdida de velocidad…” Hizo 51.9.
Venció con 48.0 la semifinal de 400 metros y al día siguiente se impuso en la final con 47.3, récord de España. Se relató lo que sigue: “Gran carrera llevada a cabo por Gayoso; salió muy fuerte, y aunque este esfuerzo hizo mella en él en los últimos 100 m., tuvo arrestos suficientes para plantarse en la meta primero. Su forma física en estos instantes no puede ser más óptima”.
Gayoso, lamentablemente, no se ganó la plaza para acudir a los Juegos de México por una insignificancia, él recuerda que por dos décimas de segundo, lo mismo que le sucedería, décima arriba o abajo, cuando los atletas se afanaban en hacerse un hueco para Montreal 1976. Pero, sin embargo, sí acudió a Múnich 1972 para intervenir en 800 metros, una disciplina que no le iba. “No estaba mentalizado, no era mi prueba”, afirma. “Cada vez que tenía que correr 800 se me iba el alma al suelo. En 400 llegaba muy fastidiado pero en 800, destrozado completamente. Tenía la carrera tan estudiada en 400 que la corría con los ojos cerrados”. De ahí que considere esta distancia como la idónea para él, “en la que”, comenta, “pude hacer mucho más de lo que hice”.
En 1962, año en el que quedó campeón de España juvenil de 800 y 1.500 metros en Palencia, sus marcas eran de 1:57.5 y de 4:04.4 en esa categoría Y cuando ingresó de inmediato en la Residencia Blume madrileña le atribuían el sambenito de una cierta lentitud que, por otra parte, acabó desterrando pronto. “La velocidad la fui asimilando año tras año y me defendí muy bien en ella. La prueba está que Rogelio Rivas, según sus palabras, nunca pensó que le pudiera ganar en 200 y lo hice varias veces. Lo del fondo era una cosa natural en mí, pero en velocidad progresé muchísimo. Incluso llegué a hacer por dos veces, lanzado claro está, 10 segundos en 100 metros”.
Tras asombrar y acumular éxitos en 400 y 400 vallas, se pensó que sus posibilidades mayores para los Juegos Olímpicos de Múnich estaban en 800 y en 800 se batió también como un coloso, pero… “Creo que mi entrenador, José Luis Torres, era de los que más sabía; ahora, pienso que nos equivocamos tanto él como yo en cambiar de prueba. Si me hubiera dedicado a 400 hubiese tenido cuerda para rato e incluso pude llegar a poseer el récord de España de 200”. Y no va de farol. Echa mano del recuerdo y dice: “Tengo casos de estar en la Residencia, en septiembre, octubre, cuando llegaba descansado, sin haber hecho fondo y nos metíamos en el gimnasio a hacer salidas de 20 metros y ganarle a Jones, que tenía 10.3, y a Rivas, 10.4. Eso quiere decir algo”.
De las ocho series de 800 metros que hubo en Múnich, a Gayoso le correspondió intervenir en la sexta, con la satisfacción de que acabó tercero en 1:47.5; fue superado por Dieter From, de la República Democrática Alemana, en 1:46.9, y por Jozef Planchy, de Checoslovaquia, en 1:47.1. Quedó así clasificado para los cuartos de final, a los que no llegó el también español Antonio Fernández Ortíz.
En la antesala de la final hubo tres series, teniendo el pontevedrés que competir en la tercera para acabar quinto con 1:47.7. Se vio precedido por estos rivales: Mike Boit (Kenia), 1:45.9; Evgeni Arzhanov (URSS), 1:46.3; Andrew Carter (Gran Bretaña), 1:46.5; y Andrzej Kupczyh (Polonia), 1:46.7. Por detrás de Gayoso quedaron Rolf Gysin (Suiza), 1:48.2; y Mulugetta Tadesse (Etiopía), 1:48.9. Se retiró el estadounidense Kenneth Swenson.
Una vez celebrada esta carrera, los jueces decidieron eliminar al ganador Mike Boit por haber utilizado la calle libre antes de lo que permite el reglamento; de este modo Gayoso, accedía a la final. “Después de estar ya en el tablero luminoso, en todas las clasificaciones y yo preparado para la final, los países negros de África hicieron un boicot afirmando que se retiraban si no admitían al keniata. Esto fue lo que hablaron allí con mi presidente. Acabaron recalificándolo y yo salté”. Para él supuso una decepción tremenda. “Quedé con un sabor muy amargo porque me vi en la final y en una hora y algo me sacaron de ella. Cuando la había ganado a pulso porque las reglas son para todos iguales”.
Presente en aquel extraordinario espectáculo estuvo Pedro Escamilla, quien reflejó en Atletismo Español la actuación de Gayoso de este modo: “Estuvo en un tris de ser finalista. Quizá no lo fue por un temor subjetivo, ya que en la semifinal dejó irse demasiado a los hombres de la punta para remontar bellamente después, pero ya sin remisión. Así y todo bajó de 1:48.0 las dos veces que corrió y eso dice mucho a favor del pontevedrés, que está capacitado, si abdica del temor que le produce todavía la distancia, para menos de 1:45.0. A condición, repito, de lanzarse con el genio que corren los Arzhanov, Plachy, etc., a los que tiene que envidiarles solamente su tremenda decisión y su determinación de correr en pos de la victoria siempre, no, como hacen los nuestros, con la timidez del respeto a los de fuera”.
La final olímpica de 800 metros a la que no llegó el atleta de Pontevedra fue ganada por el estadounidense David Wottle en 1:45.9, siendo para el soviético Arzhanov, con el mismo tiempo del vencedor, la medalla de plata, mientras que el keniata Mike Boit, con 1:46.0, se clasificó tercero.
Los de Múnich fueron unos Juegos marcados para siempre por el horror al haber padecido el ataque del grupo terrorista palestino Septiembre Negro que acabó con la vida de varios atletas de Israel. Se vivieron momentos de confusión y angustia. “Todo el mundo estaba asustado”, recuerda Gayoso. De aquella desagradable experiencia dice: “Cuando estábamos en el estadio, formados en el campo, mirábamos para los edificios que sobresalían pensando que nos podían pegar un tiro. Yo no dejaba de mirar para arriba, al igual que toda la gente. Y es que podían haber preparado algo allí en el campo, por la noche, yo que sé, cualquier bomba. Fue una cosa muy amarga”.
Cuatro años más tarde desperdició la oportunidad de repetir como olímpico en Montreal al no lograr la mínima por escasísimo margen. Una verdadera pena. Y por aquel entonces fue cuando se despidió del atletismo. Le sentó muy mal que le hubieran retirado la beca de doce mil pesetas que le estaban dando para su preparación con vistas a Montreal. Nada le hizo desistir de su decisión, por mucho que su entrenador le insistiera en lo contrario. Y es que se consideraba uno de los atletas que más solía puntuar para la selección y no se había tenido tacto con él. “Me asquearon tanto”, explica, “que al final no tuve más remedio que dejarlo. Fue una jugada”.
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