Además de haberse entusiasmado con el atletismo desde muy joven, Alfonso Posada se convirtió en un efectivo dinamizador del mismo en distintos campos. Fue precisamente él quien alumbró la idea de poder contar, a finales de los años 50, con un torneo de alcurnia para Vigo. Hizo valer la buena relación que tenía con distintos campeones y por eso surgió, con el respaldo económico municipal, lo que se dio en llamar Gran Premio Ciudad de Vigo en 1958. En aquel tiempo Galicia se mostró como una región puntera en este tipo de deslumbrantes reuniones (A Coruña poseía también su Gran Premio desde 1957), pero que no eran frecuentes en otros lugares de España.

El estadio de Balaídos acogió esta primera edición el domingo 5 de octubre, en la que se otorgaba a la mejor marca conseguida en 2.000 o 5.000 metros un Hórreo de plata donado por el Ayuntamiento. Presenciaron el acontecimiento más de tres mil personas, según Faro de Vigo. La prueba de 2.000 (solicitada por Tomás Barris en vez de los 1.500) fue ganada por el gran atleta catalán en 5:25.4, registro que le valdría para adjudicarse el trofeo en cuestión, al despegarse de los rivales a menos de 300 metros para la meta. “Hasta allí”, se lee en el rotativo olívico, “el lisboeta Faria le había aguantado muy bien el tren, pero no pudo resistir el “finish” maravilloso de Barris”. Manuel Faria fue segundo (5:29.4) y su compatriota Días Santos tercero (5:37).

Se deja constancia de que la semana previa al Gran Premio había sido lluviosa, lo que provocó que la pista, “ya de por sí muy mala”, quedara “en condiciones pésimas”. Esta circunstancia obligó a los participantes de 2.000 y 5.000 a correr en algunos momentos por la calle dos, truncándose así cualquier posibilidad de récord; lo motivaba Barris de este modo: “La verdad es que cubrimos muchos metros de más por esta causa”.

Tomás Barris corriendo los 2.000 metros en Balaídos, en la primera edición del Gran Premio Ciudad de Vigo 1958 (Archivo: T.B.)

La de 5.000 fue una prueba accidentada ya que “hubo un fallo a la hora de contar las vueltas”. En liza estaban dos colosos del fondo nacional, Antonio Amorós y José Molins, y los dos se empeñaron en hacerse con el triunfo, pero… “el encargado de contar las vueltas se confundió y cuando los corredores afrontaban la recta de los 100 metros fueron advertidos súbitamente que era el final, al apercibirse de ello los que llevaban los tiempos parciales”. Aunque Molins supo reaccionar a tiempo realizando un sprint llegó a titubear, por lo que fue “rebasado “in extremis” por Amorós”. “El público, con excesivo rigor, abucheó a los organizadores”, se lamenta con amargura el cronista. Amorós acabó en 14:43.2 y Molins en 14:43.4; José Castro Ruibal quedó tercero, 14:56.6.

Amorós, conciliador, quiso sacarle hierro al asunto. “Mi única preocupación”, dijo, “es por el disgusto que ha ocasionado al presidente señor Cuadrado”. Consideró que este hecho no tenía importancia y que lo comprendía, y puso el ejemplo del encuentro España-Alemania celebrado en Madrid en el que “nos hicieron correr una vuelta de más en la prueba de 10.000 metros, también por equivocación”.

Aquella jornada inaugural también contó en su programa con otras pruebas más modestas, carentes de ese rango internacional. Y así se pudo ver en acción a Juan Díaz Granda, soberbio velocista de la Escuela Naval Militar de Marín, imponiéndose tanto en los 100 metros (11.1) como en los 200 (23.0). Y lo mismo hizo José Luis Torrado, del Teucro pontevedrés, ganando los 400 (53.1), o el juvenil del Alerta Luis Miró, triunfador en 800 (2:08.5) y 3.000 (9:38.2) …

A escasos días de celebrarse la edición de 1959, lo que se produjo el domingo 12 de julio, se anunciaba que en Balaídos se iban a poder contemplar por vez primera pruebas femeninas ya que el Sporting Club de Lisboa y el Salgueiros de Oporto acudirían con “lo mejorcito de Portugal entre las chicas dedicadas al atletismo”.  Sin duda, todo un aliciente. Sobre la pista, estas triunfadoras: María do Ceu, 1,30 en altura; María Fernanda Días, 14.8 en 80 vallas y 13.4 en 100; y el relevo 4×100 del Sporting lisboeta con 55.1.

De la carrera de 1.500 metros surgió el ganador del torneo: el vigués Carlos Pérez, cuya marca de 3:50 mejoraba su propio récord gallego en 6 segundos. Él mismo dominaba la situación al paso por los 800 y los 1.000 metros, aunque se mantenía en grupo con Manuel Augusto Alonso, Jesús Hurtado y el portugués Joaquim Ferreira. Ya en la última vuelta, “Hurtado sale súbitamente del tercer puesto y se lanza a la cabeza con una facilidad asombrosa”, con lo que logra alejarse unos metros, aunque, en la recta final, el “coraje y amor propio” de Carlos Pérez le permitieron sobrepasarlo en un sprint demoledor. Tras el vencedor se situaron Jesús Hurtado (3:52.1), Joaquim Ferreira (3:53.9), Manuel A. Alonso (3:59.), Cesáreo Marín (4:02.2) y Sergio Vázquez (4:16.8).

José Molins acaparó todo el protagonismo en los 5.000 metros porque nadie pudo resistir su fuerte ritmo. Solo tuvo cerca, y para eso no todo el trayecto, a Luis García. Molins cubrió los 3.000 en 8:38 e hizo el último kilómetro en 2:55. Total: 14:21.4, mejor marca personal. Y tras él, Luis García (14:37.8) y José Castro Ruibal (16:20.6).

Alfonso Posada entrevista a Alain Mimoun en Castrelos, en presencia de Rodrigo Cuadrado, la víspera del Gran Premio de 1960 (Archivo A.P.)

Hubo, en 1960, más de un sugestivo reclamo. Acudió a la cita el francés Alain Mimoun, glorioso fondista con un pasado olímpico de ensueño: oro en maratón (1956), y plata en 10.000 (1952) y en 5.000 (1948). Estando ya en Vigo, hizo un alto cuando trotaba por el parque de Castrelos para hablar con el Alfonso Posada periodista. “Si hiciese un tiempo de 14´45” en los 5.000 m. ya me daría por satisfecho. He venido a Vigo para atender la gentil invitación de los federativos vigueses, pues a mis casi 40 años ya a muy poco puedo aspirar en estas distancias cortas para mí”.

A la participación más que interesante de Alain Mimoun se sumó igualmente un elenco de primeras figuras españolas al haber decidido la Federación Española de Atletismo que el Gran Premio tuviese “carácter preolímpico, preparatorio para los Juegos de Roma”. El éxito estaba más que asegurado.

Balaídos estalló de entusiasmo, con alrededor de 5.000 espectadores, el miércoles 29 de junio. La carrera de 5.000 metros se convirtió en la mejor de la reunión. Se buscaba el récord español y estuvo lanzada inicialmente por el coruñés Luis Martínez Duro (pasó los 1.000 metros en 2:47.4), siendo relevado después por el siempre impetuoso Carlos Pérez. “Algunas veces pasó Molins al frente”, se escribió en Faro de Vigo, “pero sin la debida convicción para mantener un tren duro que facilitase la caída del récord nacional”. Y cuando ya solo quedaban 400 metros, la insistencia de Carlos Pérez por ganar se la quitó de su mente José Molins faltando menos de 300 metros para el final.

Venció sin récord el catalán en 14:21 (la plusmarca española la poseía el vigués Manuel Augusto Alonso, 14:16.6). Pero se llevó con él el Gran Premio, el tradicional hórreo de plata, lo que le produjo una enorme felicidad después de haber concurrido sin éxito las dos ediciones anteriores.

Siguiendo la estela de Molins estuvieron Carlos Pérez (14:22.4), el sorprendente portugués de 19 años Manuel de Oliveira (14:23.8), Alain Mimoun (14:24.4), Luis García (14:30.2), Jesús Hurtado (14:53.2) …

Los 1.500 no resultaron una prueba del todo atractiva. Venció sin agobio el indiscutible Tomás Barris (3:52.1), quien se manifestó así a su término: “Carrera monótona para mí. Parece que en España no podré hacer marca y tendré que salir al extranjero para lograrla. Aquí no tengo el estímulo necesario. Por otra parte, la pista tenía muy poca elasticidad. Sin ceniza, los clavos se enterraban y luego salían con dificultad”. En puestos de honor quedaron Julio Gómez (3:52.8) y Domingo Mayoral (3:54.2).

Lanzando el martillo, el guipuzcoano José Luis Falcón lo envió hasta los 55,69 metros en su quinto intento convirtiéndose en la plusmarca española. Pero allí mismo, sobre el terreno, y así consta en Atletismo Español, “contrastada la herramienta usada, el cable medía 2 centímetros más de lo tolerado por el reglamento, y el peso total excedía en 45 gramos de los 7,257 kilos”. Por eso se esfumó el récord.

El salmantino José Luis Albarrán ganó los 100, con fuerte viento contrario, en 11 segundos, y en la misma prueba, de carácter provincial, el céltico Rodríguez Quinteiro, acabó en 11.2. En salto de longitud se impuso Luis Felipe Areta con 6,77 y en 800, de ámbito provincial, venció el céltico Viñas con 2:03.1.

Luis Martínez Duro, izquierda, Alain Mimoun y Manuel Fraga Ferrant, en la edición de 1960 del torneo vigués (Archivo L.M.D.)

Se pretendía la consecución del récord español en relevos 4×400 y con esa esperanza afrontó la prueba el equipo nacional A (Pérez, Martínez, Rancaño, Barbeitos). El cuarteto finalizó en 3 minutos 19 segundos, no cumpliéndose el objetivo buscado. El entrenador José Luis Torres afirmaría al respecto: “El fracaso del intento de récord en los relevos 4×400 metros, hay que atribuirlo a la mala calidad de la pista. Curvas muy cerradas y piso sin elasticidad alguna”.

Rodrigo Cuadrado Ochogavia, presidente de la Federación Pontevedresa de Atletismo, organizadora del Gran Premio, mostraba en Faro de Vigo su desánimo por el estado de las pistas de Balaídos a un par de días de celebrarse la edición de 1961. Afirmaba que no estaban en condiciones de poder conseguir récords ni de que se celebrara allí campeonato de España alguno “por no contar con las seis calles reglamentarias más que una recta”. Explicaba que se hacía necesario retirar las gradas para “añadir las dos calles que faltan en un tramo de 300”. Y añadía el dirigente: “Destrozaron las magníficas pistas que tuvimos en Balaídos y con la ampliación de la Grada de Río creo que será factible restaurar lo que corresponde”.

Pero no acertó Rodrigo Cuadrado porque la tarde del lunes 1 de mayo, Virgilio González Barbeitos estuvo sensacional en el estadio vigués. Su actuación en 400 metros se recoge con pasión en Faro de Vigo: “Portentosa exhibición de Barbeitos, que mejoró el récord nacional júnior (Ramón Pérez 48”7) e igualó el absoluto de López Amor. Antes de los primeros 100 metros ya había alcanzado a Rivas, que marchaba en la calle siguiente y, sin lucha alguna, llegó destacado a la meta”. Aquella carrera exitosa la concluyó el veinteañero atleta de Ponteareas en 48.5; segundo quedó Rogelio Rivas en 50.7, que era récord de Galicia juvenil, y tercero fue José Luis Torrado en 52.2.

El vencedor del Gran Premio fue el portugués Manuel de Oliveira, del Sporting de Lisboa, por imponerse en los 5.000 metros con una marca de 14:17.8. La carrera “tuvo menos emoción de la esperada” al llevar el peso prácticamente hasta las puertas de la meta Manuel Augusto Alonso. Solo en el tramo final le “superó ampliamente” Oliveira, “corredor extraordinario”. Alonso pagó caro el “ritmo elevado en las primeras vueltas” y finalizó en 14:23; tercero quedó Antonio Amorós, 14:47.6; cuarto fue el portugués Armando Aldegalega, 15:32.6…

La otra prueba de carácter internacional, también con portugueses y españoles en acción, fue la de 1.500. Durante 1.200 metros fue “un paseo” y toda la furia se desencadenó en los 300 metros finales que “fueron apoteósicos”. Los tres mejores fueron: Atilano Amigo (4:00.7), Jesús Hurtado (4:01.5) y Julio Gómez (4:02.1).

Hubo cierta sorpresa en Balaídos el domingo 29 de julio de 1962, al adjudicarse el Gran Premio en la quinta edición el barcelonés Domingo Mayoral por imponerse en los 1.500 con un registro de 3:54.5, “marca de buena factura, dadas las circunstancias en que fue conseguida, sin apremios de lucha”, puede leerse en Faro de Vigo. “Se despegó cómodamente y cuando quiso, dominando a lo largo y ancho de la prueba”. Detrás del atleta del CF Barcelona se clasificaron, como más destacados, Joaquím Ferreira, del Sporting de Lisboa, 3:57.4, y el joven céltico Raimundo Viñas, 3:57.7, récord gallego júnior.

Al notable corredor portugués Manuel de Oliveira -ganó los 5.000 metros- se le observó con minuciosidad y salió malparado en el juicio. “Demostró su calidad física de excepción (…) pero corrió como un auténtico principiante, dando tirones a destiempo y sin control, sprintando en las curvas alocadamente…” Desde el segundo kilómetro se mantuvo en cabeza con Manuel Augusto Alonso, siendo el vigués el que, en las últimas vueltas, avivó el ritmo “a impulsos” pero sin ser capaz de “imponerse al poderoso cambio de ritmo que hizo gala Oliveira”. El representante del Sporting de Lisboa acabó en 14:41.2 y Alonso, del CF Barcelona, en 14:43.8; la tercera plaza la ocupó Armando Aldegalega, 15:03.2, y cuarto quedó Jesús Hurtado, 15:24.8.

Antes de celebrarse este Gran Premio de 1962 se anunció a bombo y platillo la carrera de 100 metros en la que iban a enfrentarse el vigués José Rodríguez Quinteiro y el compostelano Ángel Calle, dejando en el aire el esperanzador interrogante de poder ver por vez primera a un velocista romper la barrera de los 11 segundos en Balaídos. La expectación era evidente. “Quinteiro salió estupendamente, corrió bien y acabó fuerte”, se cuenta en Faro de Vigo. Sus 10.8 le situaron por lo tanto como una referencia histórica. “Su lucha con el coruñés Calle, dos rivales ya de empaque, fue emocionante, superándole por medio metro escaso”. Ángel Calle terminó en 10.9.

Cartel anunciando el Gran Premio del año 1960

La ocasión sirvió también para mostrar en acción a las atletas de Barcelona y Lisboa, en un enfrentamiento en el que hubo plusmarcas nacionales. Sucedió tal cosa con la lusitana Lidia Faria que llevó el disco hasta los 36,91 metros; pero igualmente hubo récord en los 100 metros y para Portugal y España. María Fernanda Costa registró 12.7 y María Luisa Consegal 12.9. Costa, capitana de la selección lisboeta, señaló que no estaba muy confiada en sus fuerzas, pero “al ver que Consegal se marchaba, realicé un esfuerzo supremo para ponerme a su altura; y ya en plena euforia me vi ante la meta victoriosa y con esta marca inesperada”. Y en cuanto a María Luisa Consegal, que se había impuesto en los 80 metros vallas con 13.3, indicó que se “encontraba un poco mareada” antes de iniciarse el festival, aunque, claro, “las vallas me entonaron y me infundieron la moral necesaria para bajar de los 13 segundos”.

El fallecimiento del obispo vigués Leopoldo Eijo Garay motivó que no se celebrara la sexta edición del Gran Premio, el de 1963, en la fecha prevista: el domingo 1 de septiembre, posponiéndola para el día 15 del mismo mes, también domingo. En lo atlético, la gran novedad se produjo al incluir a todos los participantes en la lucha por el tradicional hórreo a la mejor marca del torneo y no circunscribirlo a quienes intervinieran en los 1.500 y 5.000 metros.

La ausencia de figuras fue notoria debido a la coincidencia de fechas con otras competiciones, resintiéndose por lo tanto la reunión; a Balaídos, sin embargo, en tarde calurosa, no faltó el público.

El deseado galardón del Gran Premio fue a parar a manos del velocista lucense Manuel Parga, el mejor en el hectómetro con una marca de 10 segundos 8 décimas. En Faro Deportivo, la publicación de los lunes de Faro de Vigo, se comentó sobre su victoria que “fue muy discutida por ese velocista extraordinario de la última promoción que es el santiagués José (Ángel) Pérez Villar, en el que se apunta un atleta de enorme calidad para un futuro próximo”.  Pérez Villar traspasó la meta en el mismo tiempo que Parga.

Igualmente resultó de lo más atractiva la carrera de 200 metros, en la que el también santiagués Ángel Calle se quedó a “una décima del récord nacional absoluto en pista completa”, en poder de Rogelio Rivas y Sánchez Paraíso con 21.6. “A pesar de una curva difícil, por lo cerrada, Calle exhibió una forma excepcional”.

Otros triunfadores fueron Manuel Augusto Alonso en 5.000 (15:12.2), el madrileño Eloy Martín en 1.500 (3:57.9), Virgilio González Barbeitos en 800 (1:56.2) y, entre las mujeres, Nela Souto ganó los 100 con 13.4, Luisa María García Pena lanzó 30,80 metros en jabalina, y Natacha Astray saltó en longitud 4,35.

Un triangular entre atletas del Sporting de Lisboa, el Canguro de Madrid y la selección de Pontevedra centró la atención en 1964, llevándose a cabo el torneo en dos jornadas (el viernes 31 de julio y el sábado 1 de agosto) volviéndose a centrar la pelea por el hórreo de plata solo en los contendientes de 1.500 y 5.000.

El triunfador del Gran Premio surgió de la prueba de 5.000, en la que el mejor fue el portugués Manuel de Oliveira con un tiempo de 14:07.4. “Hizo una carrera extraordinaria”, reseñó Faro de Vigo. “Al principio, Aritmendi le opuso seria resistencia, pero la forma excepcional de Oliveira le permitió despegarse claramente en las últimas vueltas”. Francisco Aritmendi, disfrutando aquel año de una lógica popularidad por haber ganado el prestigioso Cross de las Naciones, fue segundo con 14:24.6; y tras ellos quedaron, con marca inferior a 15 minutos, Manuel Augusto Alonso, 14:49.2, Javier Álvarez Salgado, 14:54.4, y Armando Aldegalega, 14:58.2.

Virgilio González Barbeitos ganando, en actuación portentosa, los 400 metros en Balaídos en la edición de 1961 (Archivo V.G.B.)

La victoria en 1.500, que se desarrolló con cierta lentitud, se la jugaron, “en un sprint emocionante”, tres atletas: Domingo Mayoral, Eloy Martín y el colombiano José Gregorio Neira; los dos primeros señalaron idéntica marca, 3:56.3, y Neira, 3:56.8.

El Sporting de Lisboa se adjudicó la victoria en el triangular al sumar 124 puntos, mientras la selección pontevedresa alcanzaba 90 y el Canguro, 75. Lo más sobresaliente estuvo en los 10 segundos 5 décimas que señaló el portugués José Rocha, récord de su país; este atleta también realizó el mejor tiempo entre las dos series que hubo de 400 metros, 49.5.

Conviene resaltar igualmente la actuación de la viguesa Celestina Gómez, ganadora de los 800 metros con récord de España al concluir la carrera en 2:34.5. Tuvo como rivales a Pilar Sanmartín, 2:43.4; María Teresa Ledo, 2:51.7; y Consuelo Izquierdo, 2:52.3.

No concurrió Mariano Haro a la edición de 1965, a pesar de que se había anunciado su presencia para el sábado 5 de junio. Los 5.000 metros (los únicos que volvieron a contar, con los 1.500, para adjudicarse el Gran Premio) se quedaron así sin el concurso de un destacadísimo fondista. Pero fue precisamente de los 5.000 de donde salió el triunfador del Gran Premio, un “vencedor imprevisto”, como señaló Faro de Vigo. Y este no fue otro que el santanderino Lorenzo Gutiérrez que “exhibió una facilidad suprema en su esfuerzo”. Hubo alternancia de atletas al mando de la prueba, claro que, en los momentos últimos, se despegaron con cierta facilidad el mencionado Gutiérrez y Javier Álvarez Salgado, para ser el primero de ellos el que acabó imponiéndose “en la última vuelta sin discusión alguna”. Gutiérrez finalizó en 14:18.4 y Salgado en 14:26.8; tras ellos fueron entrando en meta José M. Maiz, 14:30; Carlos Pérez, 14:32.8; Francisco Aritmendi, 14:41.4; Manuel Augusto Alonso, 14:44 (el vigués sufrió una herida en un pie por los clavos de otro corredor, lo que le obligó a rezagarse, aunque se rehizo. “Ejemplar su comportamiento”, se escribió sobre él); el portugués M. Pinheiro, 14:45; José Luis Guerrero, 14:47…

El zaragozano Alberto Esteban comentó la víspera de la reunión su intención de correr por debajo de los 3:50 en los 1.500 metros. Estaba seguro de sí mismo el estupendo atleta. “Me encuentro en magnífica forma y creo poder conseguirlo”, manifestó. “Claro que a veces uno cree valer mucho y luego las cosas no ruedan a gusto”. Y sobre la pista, lo cumplió. Ganó la carrera en 3:49.3, siendo el único competidor por debajo de los 3:50. Lo suyo, tal como se reflejó en Faro de Vigo, fue “una exhibición magistral”. También actuó eficazmente el lisboeta Tabares, segundo con 3:53, y tercero quedó el ferrolano Manuel Porta, 3:57.5.

Hubo, además, otras cuatro pruebas masculinas de ámbito regional que registraron estos triunfadores: Rafael García, 4:10 en 1500; Rogelio Rivas, 49.2 en 400; Antonio Arias, 2:01.4 en 800; y Ramón Magariños, 10.9 en 100.

Para las mujeres se estableció una confrontación triangular entre atletas de Burgos, A Coruña y Pontevedra, resultado vencedora la representación coruñesa por medio punto de ventaja sobre la pontevedresa. Y lo más destacado lo aportó la viguesa Luisa María García Pena que puso el récord de España de jabalina en 38 metros y 69 centímetros. Otras triunfadoras fueron: Nieves Miñón (Burgos), 1,30 en altura; Nela Souto (A Coruña), 13.0 en 100; Estrella Salvadores (A Coruña), 28.8 en 200; Celestina Gómez (Pontevedra), 1:05.1 en 400; siendo para las atletas coruñesas la victoria en el relevo 4×100 con 52.2.

En 1966 no se organizó el Gran Premio. Aquello vino a representar como el primer gran pinchazo de los varios que hubo a lo largo del tiempo; la continuidad del acontecimiento se fue tambaleando desde entonces más de lo debido. Por lo tanto, la novena edición se llevó a cabo en 1967, en concreto el domingo 9 de julio.

Por aquellos días, Ramón Magariños mostraba su enorme calidad en la ciudad finlandesa de Turku al ganar los 200 metros en 21.5, igualando el récord nacional júnior, y, por si fuera poco, veinticuatro horas más tarde, se imponía en 400 con 47.4, con lo que también igualaba el nacional júnior y se quedaba a una décima del absoluto. Su presencia en el Gran Premio era, pues, todo un reclamo.

El portugués Manuel de Oliveira, vencedor en 1964, flanqueado por Francisco Aritmendi, izquierda, y Manuel Augusto Alonso (Atletismo Español)

Pero no solo fue Magariños el que asombró entonces, sino que el magnífico Javier Álvarez Salgado se mostraba soberbio en Estocolmo, donde Ron Clarke salió en busca de mejorar su propio récord mundial de 5.000 metros. El australiano no consiguió su propósito, aunque venció con 13:18.8, y Álvarez Salgado estuvo hecho un monstruo al rebajar su récord de España en 11 segundos y quedar segundo con 13:42.0, lo que llevó al diario Marca a escribir en estos términos: “El vigués escribió la más bella página en la historia del atletismo español”. Su hazaña removió si cabe el interés por verlo en el Gran Premio, donde hubo una exquisita participación en los 5.000 metros (se insistió en que esta prueba y la de 1.500 fueran las únicas para poder optar al triunfo).

El trofeo a la mejor marca se lo llevó, como parecía cantado cinco días después de lo hecho en Estocolmo, Javier Álvarez Salgado. Fue el primero en los 5.000 con 14:01.4 y, como se dijo en Atletismo Español, “ganó a lo campeón, con la máxima facilidad, marcando siempre el ritmo de carrera y despegándose cuando lo consideró oportuno”. Sus rivales se fueron acercando así a la meta: Mariano Haro, 14.09.6; José M. Maiz, 14:10.2; Carlos Pérez, 14:12.2; Manuel de Oliveira, 14:14.4 (el lisboeta estaba recuperándose de una lesión), José Luis Guerrero, 14:30.0; Armando Aldegalega, 14:30.4; Manuel Augusto Alonso, 14:40.0… Sorprendió el décimo lugar de todo un campeonísimo como Fernando Aguilar, 14:53.0.

En 1.500, la otra carrera de donde podía salir quien se adjudicase el Gran Premio, el dominio correspondió a Jorge González Amo, vencedor al sprint (3:51.2), “a pesar de la vigorosa reacción de Vega”, según Faro Deportivo, que finalizó en 3:51.7; Manuel Porta fue tercero con 3:52.0. Otro indiscutible campeón, extraordinario él, Alberto Esteban, se acabó perdiendo en la clasificación al ser décimo con unos pobres 4:01.2.

La reunión de aquel año 67 se mantuvo con cierta viveza al medir sus fuerzas los representantes del Sporting de Lisboa y la selección pontevedresa, cayendo el triunfo del lado portugués por 60 a 57 puntos.

Por parte del Sporting vencieron: A. Matos, 15.2 en 110 vallas; Santinho das Neves, 64,38 en jabalina; y Julio Fernandes, 1,90 en altura.

Además del éxito de Salgado en 5.000 como integrante de la selección pontevedresa, otros ganadores de este conjunto fueron: Ramón Magariños, 10.6 en 100; Juan José Azpeitia, 7,06 en longitud; José Carlos Gayoso, 48.4 en 400; Virgilio González Barbeitos, 1:53.5 en 800; y los integrantes del relevo olímpico (José Luis Torrado, Ramón Magariños, José Rodríguez Quinteiro y José Casal), 3:17.1.

Las mujeres, claro, también tuvieron su protagonismo y correspondieron con eficacia sobre la pista. La zaragozana María Luisa Orobia igualó, con 25.8, el récord español de 200 metros, y colaboró, además, en unión de A. Gallo, M. Morales y B. Miret (componentes de la selección española), a la consecución de la plusmarca española (49.8) en el relevo 4×100. Igualmente triunfaron Josefina Salgado, 4,97 en longitud, y Luisa María García Pena, 42,74 en disco.

El hecho de que se fueran a estrenar pistas con motivo del X Gran Premio Ciudad de Vigo de 1968, las del Centro Deportivo Municipal, no trajo consigo la felicidad para los amantes del atletismo.  El 22 de julio pudo leerse en Faro de Vigo: “La desgracia es que se trata de pistas raquíticas de 300 metros de perímetro, ridículas a escala nacional e indignas de nuestro valor intrínseco, porque tal medida impedirá la realización de muchas y buenas pruebas”.

La competición se llevó a cabo el 24 de julio, miércoles, enfrentándose el Benfica, al que se presenta como aglutinador del cincuenta por ciento del atletismo portugués, y la selección pontevedresa, insistiéndose, una vez más, en que únicamente optaban al triunfo para el Gran Premio dos de las pruebas programadas: 1.500 y 5.000 metros.

Así las cosas, nada bueno hacía presagiar el torneo. No hay más que comprobar lo escrito por Alfonso Posada en Atletismo Español, tildándolo de “fracaso desalentador” porque la nueva pista de “calidad pésima, similar a una playa” provocó que “las marcas se resintieran, malográndose todo el interés de este festival, que gozaba hasta ahora de bien ganado prestigio”.

El Gran Premio vigués de 1967. Equipo de la selección pontevedresa de relevos olímpicos compuesto por, de izquierda a derecha, Pepe Casal, Ramón Magariños, José Rodríguez Quinteiro y José Luis Torrado (Archivo P.C.)

El hórreo, sin embargo, lo acaparó un nombre de esos que están revestidos de oro: Mariano Haro. Se impuso en 5.000 con un tiempo de 14:44.6. “El palentino venció con plena autoridad”, según Faro de Vigo. “En la quinta vuelta, es decir, cuando llevaba mil quinientos metros en cabeza, comenzó a destacarse de sus rivales y fue forzando el tren…” Anacleto Pinto, del Benfica, fue el segundo con 14:57.2, y Manuel Augusto Alonso, de la selección pontevedresa, tercero, con 15:04.2.

La victoria de 1.500 correspondió a Alonso Burgos con 4:01.3, siendo segundo Sánchez Íñigo, 4:02.2… En cuarto lugar, como integrante de la selección pontevedresa, Mariano García-Verdugo, con 4:04.4.

Atractivo resultó el salto con pértiga, donde Ignacio Sola sobrepasó los 4,70, lo que le hubiese valido para conquistar el Gran Premio si su prueba hubiese contabilizado para tal fin; el vizcaíno falló en sus tres intentos por superar los 5 metros; a destacar, igualmente, que el vigués Carlos Hevia igualó su récord de España júnior al franquear 4,40.

La selección de Pontevedra ganó al Benfica por 50 puntos a 48, contribuyendo también al triunfo los primeros puestos de Rogelio Rivas, 50.6 en 400, y Ramón Magariños, 22.6 en 200; y en el Benfica hay que consignar la victoria de Reis en disco, 41,76.

Entre las mujeres participantes, la céltica Ángeles Mandado fue la mejor en 100 (13.2) y en 400 (1:03.4) y Manuela Simoes, del Benfica, corrió los 80 metros vallas en 13.2.

Mientras en todos estos años el atletismo en Vigo había alcanzado una repercusión notable al poder disponer de varios atletas de sobrada calidad, este período de apogeo no se vio correspondido con una instalación adecuada. El sábado 23 de agosto de 1969 se organizó la undécima edición del Gran Premio y Alfonso Posada, en su crónica en Atletismo Español, reseñaba que antes de celebrarse “todos lamentábamos el mal estado de la pista de Balaídos. A nada importante puede aspirar el atleta sobre ella…” Y hacía ver que “en el ambiente atlético vigués se censura esta deficiente pista, vergüenza de un atletismo español en progresión constante”.

La victoria absoluta se la llevó Javier Álvarez Salgado, ganador de los 3.000 metros (8:11.2), sobreponiéndose a la deficiente pista de ceniza “porque es hombre de gran clase internacional”. La prueba se corrió a las nueve de la noche, con luz artificial, correspondiéndole los otros puestos de honor al coruñés Ramón Tasende, 8:22.8, y al madrileño J. Sánchez, 8:31.2. Pero también participaron el madrileño García Caro, 8:31.6, y los gallegos Rubén Sanmartín, 8:35.4; Enrique Graña, 8:38.0; Manuel Augusto Alonso, 8:39.0, y Rafa García, 8:42.6.

La jornada se saldó con dos plusmarcas españolas: la viguesa María José Fernández, que una semana antes en Atenas había dejado el récord de jabalina en 47,22, llevó esta vez el dardo hasta los 49,02 metros. Y otro lanzador, en este caso de peso, el cántabro Antonio Herrerías, envió la bola a 17,51 metros en su primer intento, desbancando así a su paisano Alberto Díaz de la Gándara (su marca era de 17,37 desde 1966).

Y hubo otros primeros espadas ganando sus respectivas pruebas: Francisco Suárez Canal, 55.5 en 400 vallas; Rogelio Rivas, 11.0 en 100; Manuel Carlos Gayoso, 48.7 en 400; Manuel Porta, 3:59.9 en 1.500… Y la campeona de España de 400 metros de aquel año 1969, la viguesa y céltica Ángeles Mandado, corrió esta distancia en 1:01.0.