Faltaban escasos días para celebrarse el XXI Gran Premio Ciudad de A Coruña de 1986 cuando saltó la noticia que hacía decaer el ánimo de los buenos aficionados: el marroquí Said Aouita (1959) no estaría en Riazor debido a una contractura muscular. Se caía así del cartel la gran figura de la reunión. En aquel momento, Aouita viajaba por el mundo provocando admiración: había sido campeón olímpico de 5.000 metros en Los Ángeles 1984 y medallista de bronce de 1.500 en los Mundiales de Helsinki 1983, a lo que añadía sus dos plusmarcas universales: 1.500 y 5.000, ambas conseguidas en 1985. Pero, de una manera sorprendente, se obró el milagro. El atleta marroquí se presentó el día 6 de agosto en el estadio coruñés para intervenir en una carrera de 5.000 metros que resultó espectacular; a punto estuvo de que su crono fuera inferior a los 13 minutos, lo que hubiese puesto su tope mundial en casi un imposible.

Ignacio Romo, en Atletismo Español, deja claro que Aouita, aunque “es un atleta ambicioso”, se “podía haber contentado con una marca en torno a los 13:10 y una cómoda victoria”, pero no fue así. Escribe que “salió a por todas” porque a él “le van las emociones fuertes”. Cubrió el primer kilómetro en 2:34, más rápido que cuando hiciera récord del mundo el año anterior en Oslo; Baccouche, su liebre, hizo que transitara por el segundo kilómetro en 5:13, y cuando se cubrieron los 3.000 metros en 7:51, igual que en Oslo, el marroquí ya tuvo que acometer en solitario las más de cuatro vueltas que le quedaban para concluir la carrera. Cierto es que, en ese crucial instante, tuvo un aliado ejemplar. “Allí estaba el público de Riazor, totalmente volcado, con un ojo en la pista, el otro en el cronómetro y el corazón con el marroquí. Fueron vueltas de angustia”.

Saida Aouita saluda al público de Riazor el 6 de agosto de 1986

Una vez dejó atrás el cuarto kilómetro (10:30), Ignacio Romo pone todavía más entusiasmo en su crónica: “Hay que acabar en 2:30 el kilómetro que resta. El marroquí se lanza a por el récord”. Señala entonces que “su fuerte”, tal como quedó patente en Riazor, “está en el cerebro. Tiene una confianza ciega en sus posibilidades, ataca con decisión y recorre las últimas vueltas con una determinación asombrosa”. Sin embargo, tan prodigioso corredor, con esfuerzo tan sublime, no pudo culminar la hazaña a pesar de correr el último kilómetro en menos de 2:31 y exprimirse en la última vuelta por debajo de 57 segundos. “Pero le sirvió para realizar la mejor marca del año (por quince segundos), la tercera de siempre y para ganarse la mayor ovación que se ha tributado jamás a un atleta en nuestro país”.

Said Aouita terminó aquella imponente carrera en 13:00.86 y tras él quienes mejor lo hicieron fueron el portugués Antonio Leitao, 13:16.02, el mexicano Arturo Barrios, 13:25.83, y el español José Manuel Albentosa, 13:32.35; entre los gallegos, el vigués Alejandro Gómez acabó séptimo en 13:42.16, y el santiagués Manuel García Gendra lo hizo en el puesto décimo en 13:52.21.

“Me habían hablado muy bien de esta pista, pero no creía que fuera tan magnífica”, comentó Aouita en La Voz de Galicia. “Yo pensaba hacer una buena marca, pero no que me aproximara tanto al récord. Aquí se puede bajar de los trece minutos. Si tengo oportunidad y me invitan, volveré. El público, muy entendido”.

Quien también se mostró a un gran nivel fue el toledano José Luis González, ganador de los 1.500 (3:34.04) y del que dijo La Voz de Galicia que “le faltó la segunda “liebre” para aproximarse a la plusmarca española”. Y por tal razón no se mordió la lengua el excelente mediofondista: “Hoy por hoy, en este estadio, y con el ambiente que había, Aouita hubiera bajado de los 13 minutos en los 5.000 si hubiera contado con una “liebre” que le ayudase hasta los 3.500 metros”. Y tachó de “imperdonable” que en un mitin de esta categoría no se hubiera contratado “liebres” adecuadas en los 1.500 y en los 5.000. “Yo habría hecho menos de 3:31, pero a partir de los 800 metros me quedé solo”.

La torre de Hércules de plata que se otorga a la mejor marca del Gran Premio según la tabla internacional no fue a parar, aunque resulte acaso inaudito, a Said Aouita, sino al saltador de pértiga norteamericano Pursley, motivo por el cual llevó a Ignacio Romo a realizar esta reflexión: “Es increíble que los 13:00.86 de Aouita valgan menos que los 5,62 de Pursley, que están a casi cuarenta centímetros del récord mundial. A la IAAF se le ha olvidado que las pértigas ya no son de madera…”.

Entre las atletas, en cuyo grupo de destacadas estuvo Cristina Pérez al batir el récord español de 400 metros vallas (57.15), la que obtuvo el mejor registro, por lo que se adjudicó igualmente la reproducción de la torre de Hércules, fue la estadounidense Lillie Leatherwood (campeona olímpica de 4×400 en Los Ángeles 1984) que corrió los 400 metros en 51.14.

Y sí, Aouita estuvo de nuevo en A Coruña para tomar parte en el Gran Premio de 1987, aunque esta vez su participación, aun conquistando él el trofeo a la mejor marca, no resultó tan redonda como el año anterior.

En realidad, la reunión quedó deslucida por una molesta lluvia que se presentó en la tarde del 5 de agosto, lo que provocó el inevitable gesto de contrariedad y que tuviera que suspenderse incluso la prueba de salto con pértiga.

El atleta marroquí corriendo los 5.000 metros en el estadio coruñés el verano del 86 (Fotos: El Correo Gallego)

Es posible que el ánimo hubiese decaído algo por esta desagradable circunstancia, pero el caso es que, para La Voz de Galicia, la actuación del atleta marroquí en los 5.000 metros (una carrera muy concurrida, con 24 participantes) “defraudó totalmente”. Y fundamenta tan severa opinión con estas otras palabras: “Aouita hizo una carrera táctica, basculando entre el quinto y el sexto puesto, para apretar el acelerador cuando faltaban 300 metros para el final y vencer con absoluta comodidad”.

El gran Said Aouita puso el punto final en aquella carrera con una marca de 13:21.95, mientras que otro grande, el británico Steve Ovett, acababa en 13:23.19 y después de ellos los portugueses José Regalo, 13:23.24, Dionisio Castro, 13:23.92, Domingos Castro, 13:24.48… El primero de los españoles, Abel Antón, terminó décimo en 13:26.46.

Los vencedores de las demás pruebas masculinas fueron: Arthur Blake (USA), 13.51 en 110 vallas; Gabriel Tiacoh (Costa de Marfil), 45.41 en 400; Lavin Lovegrove (Nueva Zelanda), 76,92 en jabalina; Nate Page (USA), 49.69 en 400 vallas; Tom McCants (USA), 2,23 en altura; Javier Arques (España), 10.40 en 100; Philippe Collard (Francia), 1:45.54 en 800; Peter Elliot (Gran Bretaña), 3:34.72 en 1.500; y Mark Nenow (USA), 27:51.16 en 10.000.

Las mujeres triunfadoras fueron las siguientes: Esther Lahoz (España), 54.71 en 400; Wendy Hoyte (Gran Bretaña), 11.76 en 100; Cristina Pérez (España), 57.58 en 400 vallas; Cornelia Burki (Suiza), 2:01.82 en 800; Ángeles Barreiro (España), 52,72 en disco; y Gregoria Miranda (España), 6,29 en longitud.

La Voz de Galicia puso de relieve que “la organización tuvo fallos notables” y que por una u otra cosa nadie ocultó su enfado. Sergio Vázquez, presidente de la Federación Gallega de Atletismo, mostró su desilusión ya que se pretendía que la reunión superase el éxito que había tenido la de 1986. “No se mejoró en marcas ni en espectáculo deportivo, y no podemos culpar solamente al mal tiempo”, dijo. También hurgó en los fallos: “Hemos tenido muchos participantes; creo que demasiados y algunos innecesarios. No se precisaban tantos y faltaron los que de verdad deberían estar en Riazor, José Luis González y Abascal”. Según el dirigente, A Coruña “los reclamaba y se merecía el esfuerzo de traerlos”. Unos días antes del Gran Premio se había publicado que José Luis González no asistiría debido a que Said Aouita no iba a correr los 5.000 y sí los 10.000, aunque después el marroquí optó por la primera de estas pruebas.