Solamente un júnior
Una vez dejó de ser un júnior de cierta valía (campeón y plusmarquista español de 3.000 obstáculos e internacional en siete ocasiones), apenas disfrutó de su tiempo sénior. Se retiró pronto. Lo obligó el trabajo. Julio Pita (A Coruña, 1940) tenía en ese momento 23 años y las ideas claras: dejaría de ser atleta si no podía entrenarse en condiciones.
Todo había empezado para él, estudiando en Maestría Industrial, cuando el profesor de Educación Física les dijo a los alumnos que aprobarían la asignatura si participaban en la Vuelta a Nelle. Aunque no la ganó, Julio derrochó arrojo y mostró maneras, de ahí que se le abrieran los ojos a más de un club. Pero no aceptó ninguna propuesta. Se mantuvo con su gente en el equipo del barrio, con el que llegó a concurrir a la Vuelta a La Coruña por relevos. Memoriza una ocasión en la que le correspondió disputar el tramo entre la Plaza de Pontevedra y Los Castros, el que decidía la carrera, reflejando su convencimiento de que pudo vencer su equipo si él no se hubiese acobardado. Y justifica su actitud a la defensiva en el hecho de que, superar al atleta que llevaba delante, nada menos que Sergio Vázquez, hubiese sido temerario, una provocación, porque, lo reconoce, Sergio imponía un respeto.
Si pudo llamar la atención, en sus inicios, aquella manera suya de competir, conviene descubrir que ya era entonces un joven que corría a diario aunque no fuera atleta. Trabajaba de mecánico en un taller situado en el barrio de Monte Alto, de tal manera que iba corriendo a su casa cuando llegaba la hora de la comida; y lo mismo hacía al anochecer al tener que acudir a sus clases en Maestría. “O sea, que ya había un entrenamiento”, afirma. Y una vez adquirida la condición de atleta, cuando lo entrenaba Manuel Fraga Ferrant (el único entrenador que tuvo), tampoco se despegó de aquella costumbre, por eso solía acercarse al estadio a la carrera. “Hacía el calentamiento por la playa del Orzán hasta Riazor”, dice.
Aunque comenzó curtiéndose en pruebas de mediofondo, se acabó inclinando por la carrera de obstáculos donde mostraba un defecto muy visible cada vez que pasaba la valla, con “una parábola muy grande”, por lo que perdía un tiempo precioso; sin embargo, se defendía como el mejor al abordar la ría merced a un impulso considerable. Dice ufano: “Nunca mojé un pie”.
Se le vio por primera vez en los Campeonatos de España júnior de 1959 en Valencia, de los que se despidió con un doble cuarto puesto en 5.000 (15:54.0) y 3.000 obstáculos (9:58.6), carreras ganadas por los guipuzcoanos Aguilar (15:21.8) y Sarriegui (9:32.8).
Pero en 1960, en Madrid, Julio ya se encaramó al número uno del podio en los 3.000 obstáculos, en la competición disputada en la instalación del Parque Sindical (el resto de las pruebas se desarrollaron en la pista de la Ciudad Universitaria). “Los 3.000 metros obstáculos fueron de neto color gallego, aunque mejor diríamos coruñés, ya que Pita se destacó netamente de sus seguidores Miró y Alday”, quedó escrito en el boletín de la Federación Catalana. Por lo tanto, el título español lo alcanzó Pita con un tiempo de 9:34.2, mientras que el vigués Luis Miró terminaba en 9:51.2 y el guipuzcoano Alday en 10:02.4.
Ese mismo año 60 no se frenó en su entusiasmo y, terminando el mes de julio, se presentó en el estadio de Montjuic para luchar por el título español absoluto de 3.000 obstáculos. Fue una carrera en la que el vasco José Fernández calculó mal su esfuerzo y se vio superado por el vigués Manuel Augusto Alonso, aunque éste no estaba “en un buen momento”. Alonso fue primero con 9:20.6; Fernández quedó segundo con 9:22.4, y la tercera posición la conquistó Pita con 9:29.6, situándose así por delante de Sarriegui, 9:35.0, acaso el hombre con el que más tuvo que lidiar a lo largo de su carrera.
De este año espléndido data su único título de campeón gallego absoluto. Lo consiguió corriendo los 3.000 obstáculos en 9.49.2; Julio pertenecía al equipo de Educación y Descanso, en el que estuvo integrado la mayor parte de su período atlético, aunque lo terminaría siendo componente del Real Club Deportivo, al que llegó por insistencia de Emilio Tapia.
Para él, en todo caso, el de 1960 fue un año magnífico al haberlo comenzado el mes de marzo, en San Sebastián, con un quinto puesto en el Campeonato de España de cross júnior que ganó el valenciano Banacloches (fue, además, séptimo en 1959 y octavo en 1961). Claro que su gran momento se produjo el día 2 de julio en su ciudad natal con motivo de la cuarta edición del Gran Premio; en Riazor, en una carrera de 3.000 obstáculos ganada por el portugués Joaquín Ferreira en 9 minutos y 4 segundos, récord de su país, con lo que se adjudicó el trofeo en disputa, una Torre de Hércules de plata, Julio Pita, acabando cuarto, batió el récord de España júnior con una marca de 9:21.8. Se quedaría sin dicha plusmarca en agosto de 1961 cuando José María Sarriegui realizó 9:20.6. Pero aquellos 9:21.8 le valieron a Julio para situarse cuarto en el ranking nacional absoluto de 1960 que encabezaba Manuel Augusto Alonso con 9:04.8.
Antes de dar por zanjada su permanencia en la categoría júnior, el coruñés acudió a la cita nacional correspondiente que se llevó a cabo en el estadio madrileño de Vallehermoso el mes de mayo de 1961. Y en ella, en los 1.500 obstáculos, fue batido por una insignificancia por su gran rival Sarriegui, ya que éste se llevó el oro con 4:31.3 y Pita obtuvo la plata con una décima más. No está de más reflejar que quien entró tercero en aquella carrera fue Mariano Haro, 4:34.2, el hombre que tanto lustre acabaría dándole al atletismo español.
Su debut internacional júnior se produjo en agosto de 1959 en Lisboa, en una confrontación en la que se clasificó tercero en 3.000 obstáculos, 10:05.2 (la victoria fue para Sarriegui, 9:52), y en la que España ganó por 113 puntos a 84 a Portugal. Después vendría, en septiembre, la confrontación contra los franceses en Barcelona y donde él, en 1.500 obstáculos, solo pudo ser cuarto, 4:36.2; eso sí, ganó España por 103 puntos a 97.
En mayo de 1960, el año al que habrá que reafirmar como su año inmejorable, venció en los 3.000 obstáculos en el duelo con Portugal en Madrid. Pero dejemos a José Corominas relatándolo en el boletín de la Federación Catalana: “Vamos al hotel a recoger a los dos atletas portugueses Marques y Lopes, que corren el “steeple”. Nos encontramos Cavero, los jueces de la prueba y media docena de aficionados en las pistas del Parque Sindical, pues la Universitaria carece de instalaciones apropiadas. Pita hace “su” carrera, pero Miró tiene dificultades al final, aunque puede resistir el fuerte ataque de Marques”. Los cuatro contendientes quedaron así: Pita, 9:53.4; Miró, 10:00.2; Marques, 10:00.6; y Lopes, 10:27.6. El duelo lo ganó España 123-75.
Y su segundo triunfo internacional lo obtuvo también en 1960, en julio, en la localidad francesa de Arlés, donde cayó derrotada la selección española:129-70. Pero en los 1.500 obstáculos Pita ganó con suficiencia, 4:27.8, ya que el primer galo, Lacruz, terminó en 4:38.8, mientras que el español García era tercero, 4:44.8, dejándole la cuarta posición al francés Bioules, 4:49.6.
Parece evidente que el buen estado de forma de Julio Pita se mantuvo a lo largo de todo aquel año 1960 ya que, el 7 de agosto en Brujas (Bélgica), peleó eficazmente, aunque no venció, en el triangular Bélgica-Holanda-España, que finalizó con triunfo español. Los 1.500 obstáculos de esta ocasión se los llevó el belga De Wachter, 4:26.9, con Pita segundo, 4:30.7, y Sarriegui tercero, 4:31.
Ya en 1961, Julio contribuyó también a las victorias de España frente a Bélgica en Barcelona y contra Portugal en el recinto lisboeta de Alvalade, aunque en este último encuentro ni Sarriegui ni él ofrecieron demasiada resistencia al ser tercero (9:35.4) y cuarto (10.09.2) mientras que M. Almeida vencía con 9:20.2.
Su paso por la mili, a diferencia de lo que pudo ocurrirles a otros, no supuso un contratiempo a su progresión como atleta. Perteneció a la Marina. El período de instrucción lo hizo en Ferrol y después fue destinado a la Comandancia en A Coruña. “Pasé una buena mili”, y gracias a eso “hice marcas”. Porque él estaba mañana y tarde entrenándose, de ahí que no se contaba con él para muchas otras cosas. “No pude desfilar porque no sabía”. “Había en el Arsenal de Ferrol unas pistas pequeñas de atletismo e iba para allí”, aunque otras veces se acercaba hasta el “famoso Inferniño”, en el que también podía ejercitarse al existir igualmente pistas.
En Atletismo Español (1960) se da cuenta del interés que por el atletismo mostraban las autoridades de Marina, “sobre todo en lo que respecta al Departamento Marítimo de El Ferrol del Caudillo y a la Escuela Naval Militar de Marín, donde el atletismo forma parte primordial de la labor deportiva. Precisamente la Escuela Naval Militar de Marín aporta un creciente número de licencias a la Federación Provincial de Pontevedra”.
Este interés desembocó en que la Armada construyese “un magnífico y completo estadio” en la Ciudad Lineal de Madrid, por lo que, para inaugurarlo, organizó el primer Campeonato Nacional de la Marina que se llevó a cabo del 1 al 4 de noviembre de 1960. Julio Pita, del que se dijo “que es una de las figuras “junior” españolas” ganó los 1.500 y 3.000 metros, clasificándose en quinta posición, en ambas carreras, Ramón Touza, perteneciente a la Escuela Naval y que, muchos años después, sería presidente de la Sociedad Gimnástica de Pontevedra. El equipo del Departamento Marítimo de Ferrol, al que pertenecía Pita, finalizó en primera posición.
En la segunda edición de este torneo, del 9 al 12 de octubre de 1961, en la misma instalación de la Ciudad Lineal, el coruñés estuvo de nuevo soberbio y venció en 1.500 (Touza esta vez fue tercero), 3.000 y relevos olímpicos con sus compañeros Vizoso, Iglesias y Veiga. Parece claro que Julio Pita acabó cumpliendo sobradamente con la Marina.
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