De estética deslumbrante
Corría con una elegancia digna de admiración. Como además poseía un incuestionable talento, Josefina Salgado (Ourense, 1946 – Madrid, 1989) se convirtió en una de las mujeres más destacadas entre dos décadas (60 y 70), cuando las españolas pretendían recuperar el tiempo que se les había hurtado en las pistas. Josefina empujó lo suyo para reparar ese agujero de la historia. Fue la plusmarquista española de 200, 400 y 800 metros lisos, 400 metros vallas, y de relevos 4×400 y de 3×800 metros. Quedó campeona de España doce veces compitiendo al aire libre y en dos ocasiones en pista cubierta. Estuvo con la selección española en quince confrontaciones, siendo dos de ellas los Campeonatos de Europa de Helsinki 1971 y los de Rotterdam 1973, estos últimos bajo techo y ella como única representante del país.
Josefina, la mayor de otros dos hermanos (Adolfo y Aurora), se adentró en el atletismo en torno a abril de 1965 pero lo hizo, curiosamente, de la mano de su hermana. Unos meses antes, unas profesoras de gimnasia de distintos colegios de Ourense se habían propuesto, en colaboración con la Federación Orensana de Atletismo, encauzar a sus alumnas en este deporte a través de unas carreras de cross en las que Aurora, con 12 años y estudiando en el colegio de las Josefinas, había mostrado su capacidad venciendo en algunas. (Aurora, con el paso de los años, acabó siendo una atleta de cierto valor, con medallas nacionales en pista cubierta y ganadora del primer título gallego de cross de categoría sénior en 1968). Josefina le dijo entonces a su hermana si podría integrarse en aquel grupo de niñas para poder entrenarse y las profesoras no vieron inconveniente en que se les uniera una chica mayor.
Para Josefina, los comienzos no fueron precisamente un paseo por la alfombra roja. Vivía en la zona de O Posío, distante unos tres kilómetros del estadio de O Couto, y hasta allí se desplazaba cada mañana temprano en bicicleta llevando también a su hermana porque la tenía que dejar después en el colegio. Y pudo comprobar, habiéndole quedado atrás tanto los juegos infantiles como la actividad física escolar, que en aquellos primeros momentos su cuerpo se resentía. “Intuyó que si lo dejaba no volvería y aguantó el dolor”, manifiesta su hermano Adolfo, que también abrazó el atletismo, aunque no llegó a la cota de sus hermanas, pero que destaca de Josefina el pundonor, la voluntad y la capacidad de sacrificio. “Serán una constante en ella”, dice.
No era esa época Ourense el paraíso para practicantes de atletismo. El recinto de O Couto, donde jugaba el Club Deportivo Orense, contaba con una pista de ceniza (arenosa más bien) de 369 metros de cuerda y cuatro calles pero no tenía vestuarios ni duchas, carecía de almacén para material, los atletas debían cambiarse de ropa en los graderíos, no existía luz en invierno y tampoco se podía pisar el césped. El horario de la instalación dependía de las necesidades de los futbolistas y de las personas encargadas del mantenimiento.
En aquel ámbito tan poco atractivo, los atletas con cierta experiencia se encargaban de enseñar a los nuevos y también a las mujeres que irrumpían en la actividad por vez primera; entre los que orientaron a Josefina se podría citar a Alberto P. Adán, Laso, Alvarado… La que habría de ser en poco tiempo gran atleta española se entrenaba durante el invierno en la antigua Casa del Pueblo, un caserón perteneciente a la OJE que estaba en la zona de O Posío y contaba, en la planta baja, con un amplio salón donde se podía correr; cuando no llovía se solía ir a trotar por terrenos de San Francisco. Aunque tampoco disponía de vestuarios ni de duchas, esta circunstancia le preocupaba menos a Josefina porque tenía cerca la casa familiar.
Al concluir 1965, el año en el que se propuso ser atleta, figuraba ya en el ranking nacional en dos disciplinas: salto de longitud y 800 metros. El 11 de julio había saltado en su ciudad 5 metros y 09 centímetros, lo que le valieron para colocarse en séptima posición y con María Luisa Orobia ocupando la primera con sus 5,24. Y en los 800 metros, corridos el 8 de septiembre en Madrid en 2 minutos 30 segundos 1 décima, estaba situada en decimosegundo lugar, liderada esta prueba por María Aránzazu Vega con 2:20.7.
Pero la calidad que atesoraba ya le afloró de inmediato en 1966, de tal manera que, en Madrid, quedó campeona de España de 400 metros con un registro de 59.9, por delante de María Rosa Sierra, 1:00.3, y de la ferrolana Teresa Torres, 1:00.4; las demás posiciones las ocuparon la coruñesa María José Álvarez, 1:00.6 (era la plusmarquista española con 59.7 y la primera mujer del país que corrió esta distancia en menos de un minuto), la viguesa Loly García, 1:01.6, y María Teresa Castañeda, 1:02.3.
Aunque intervino en distintas pruebas a lo largo de su vida atlética, la de los 400 metros fue la ideal para Josefina. Su dominio de la misma, a partir de 1967, fue espectacular. En julio de ese año, en el estadio coruñés de Riazor, con un intervalo de siete días, devoró el récord nacional al situarlo primero en 59.1 y acto seguido en 58.5, debiendo resaltarse especialmente este segundo porque lo consiguió debutando con la selección española, lo que siempre deja otra huella. El rival era el equipo belga, que salió victorioso 72 a 45. Y Josefina no pudo con la belga Clerbout (58.4), pero su actuación encandiló, al menos así lo refleja Atletismo Español: “La recta de llegada de nuestra representante fue soberbia por el coraje y la decisión derrochados por la indiscutible plusmarquista española, que a punto estuvo de alcanzar el primer puesto”. Pero también el maestro Pedro Escamilla puso su apostilla con estas palabras: “También confirmó su calidad y su fuerza la orensana Josefina Salgado, a quien sólo hay que ponerle el defecto de salir tal vez demasiado lentamente. Con un poquitín más de decisión, hubiese ganado, y quizá con un tiempo cercano a los 58.0 justos”.
Al llegar el mes de septiembre de aquel año 67, se presentó pletórica en los Campeonatos de España que tuvieron por escenario Vallehermoso, el mismo recinto donde el año anterior había conquistado su primer título. Y ahora tocaba defenderlo. Y lo defendió con total entereza y no dando ninguna opción a las rivales. Josefina venció los 400 con 59.5, mientras que Coro Fuentes terminaba en 1:00.7, y María Rosa Sierra en 1:00.8.
Pero resulta evidente que en aquella competición de corte nacional lo que quería era más. Y se puso a correr los 800 metros y nadie pudo con ella. Otra medalla de oro, pues. Las dos vueltas a la pista las dio en 2:20.3, por delante de Coro Fuentes, 2:20.9, y María Teresa Castañeda, 2:21.4.
La oportunidad fue magnífica para saber cosas, o quizá más cosas, sobre Josefina. Al conocerse al detalle las condiciones en las que se estaba entrenando en Ourense, desde la Federación Española de Atletismo se le ofreció la posibilidad de que pudiera disponer de un entrenador nacional que la ayudara y se le asignó a José Manuel Ballesteros. Pero prácticamente al instante se incrementó el deseo de que se marchara para Madrid a entrenarse, cosa que acabó haciendo a finales de 1967 otorgándosele entonces una beca de alimentación en el comedor del INEF dado que vivía en casa de una tía en la capital de España.
Para cerrar ese 1967 que habrá de considerarse espléndido, nada mejor que volver con la selección. Y lo hizo en Lisboa, frente a Portugal, el 30 de septiembre y el 1 de octubre, donde las españolas encontraron un triunfo contundente: 79 puntos a 36. Josefina no dejó ninguna duda en su doble victoria. Los 400 los ganó en 59.6 y los 800 en 2:23.7 sin que, en uno y otro caso, se viera presionada por la segunda clasificada: Eulalia Mendes (60.2) y María Teresa Castañeda (2:27.4).
También tiene Josefina, ¡y por qué no la iba a tener!, una andadura sustanciosa por la pista cubierta, donde lo cierto es que pasó prácticamente inadvertida en sus comparecencias de 1966 y 1967. Pero no sucedió igual en 1968. Su triunfo en 400 metros se produjo en una “prueba que no tenía antecedentes en la categoría femenina”, aclara Atletismo Español. Todavía no tenían recorrido los Campeonatos de España y aquellos en Madrid representaban la cuarta edición. Invirtió un crono de 59.3, terminando Coro Fuentes en un minuto y Rosa Sierra en 1:01.6. Pero un mes después, también en Madrid, realizó 58.1 como participante en los terceros Juegos Europeos donde no llegó a ser finalista.
Se haría – siguiendo con su periplo en sala- con dos medallas de plata en 400 metros en 1969 y 1971 (fue vencida por Mª Rosa Sierra y María Feu), pero obtuvo la medalla de oro en 800 en 1973 al ganar con 2:15.5 a Matilde Garay, que hizo una décima más, y también una presea de bronce en 1974 en longitud con un salto de 5,56 (ganó Carolina Nolten con 5,61, idéntica marca que Pilar Fanlo). Y acudió Josefina en 1973 a Rotterdam (Holanda), a los cuartos Campeonatos de Europa, como única representante española. La competición pertenecía a otra dimensión y sus posibilidades se reducían. “Salió a pelear contra sí misma y quedó bastante bien”, dice Atletismo Español. Fue la última de su serie con 56.04, superada por la polaca D. Piecyk con 55.14 y la alemana oriental W. Dietsch con 55.28.
En 1968 le expiraba la beca que le permitía la manutención en el INEF, por lo que su perspectiva no era otra que volverse para Ourense. Pero no hizo falta que adoptara esa solución. Hubo quien realizó las gestiones oportunas y acabó quedándose en Madrid, de tal manera que, a finales de ese año 68, empezó a trabajar como entrenadora de base en el Vallehermoso, club en el que acabó integrándose un año después (hasta ese momento sus equipos habían sido el S. Martiño y el Halcones OJE de su ciudad natal).
Pasó por las citas nacionales de 1968 y 1969 ofreciendo una de cal y otra de arena. En 1968 estuvo contundente en 400 metros ganando con 58.5 ante la viguesa Ángeles Mandado, 59.5, y María Rosa Sierra, 59.7. Pero al mismo tiempo era batida con todas las de la ley en los 800 metros por Coro Fuentes, 2:13.8, con Josefina arribando a la meta en 2:16.0. Y en 1969, otro tanto de lo mismo o, mejor dicho, algo peor. Quedó segunda en 400 con 59.0 (la superó Ángeles Mandado, 58.2) y en 800 no subió al podio al quedar cuarta con 2:16.7 (la victoria se la adjudicó la guipuzcoana Coro Fuentes con 2:12.8, récord de España).
Estaba ya plenamente integrada en Madrid, con un puesto de trabajo en la empresa IBM. Trabajo y entrenamiento. No había otra. El atletismo era completamente amateur y había que compaginar ambas facetas. Pero Josefina, Cuqui como le suelen llamar los suyos, no era una mujer resignada. Peleaba. “Una de las luchas que Josefina consiguió en su empresa fue que le permitieran fragmentar las vacaciones para poder concurrir así a distintas competiciones”, explica Adolfo.
El caso es que sus actuaciones en los últimos años 60 no habían sido del todo satisfactorias y esto la llevó a la reflexión. Parecía haberse estancado y hubo posiblemente quien la culpaba a ella misma de la situación. Fueron momentos delicados. Pero si alguien pudo haber pensado que Josefina estaba en el inicio de su ocaso, nada más lejos de la realidad. Dejó de entrenarse con José Manuel Ballesteros para empezar a hacerlo con Manuel Pascua. Retornó un poco a los orígenes, a enfrentarse a pruebas más cortas y, a partir de 1970, resurgió con toda su fuerza.
Se impuso con solvencia en 200 y 400 metros en los Campeonatos de España de 1970. En el doble hectómetro ganó con 25.9 (M. Martínez terminó en 26.1 y N. Cánovas en 26.4) y en la vuelta a la pista con 57.7 (M. Feu hizo 57.9 y A. Lorenzo 59.6).
Y fue un ciclón en la edición de 1971 al apoderarse de dos medallas de oro y una de bronce. Invirtió en los 200 un tiempo de 25.2 (M. Martínez 25.5 y N. Cánovas 26.3) y en 400, totalmente desatada, batía el récord nacional con 55.5 (Rosa María Ochandiano 57.4 y Rosa Colorado 57.5). Y se llevó la tercera plaza en longitud saltando 5,59 (ganó Montañá con 5,72 seguida de Pilar Fanlo con 5,62).
Los elogios no se contuvieron hablando de la atleta de Ourense. Atletismo Español, como notario preciso de lo acontecido, en una observación generalizada de las mujeres que actuaron en ese campeonato, decía de ella que estuvo “por encima de todas”. Y Atletismo Español se hacía eco de ciertas dudas que había mostrado Ballesteros con respeto a las mujeres de la selección española, reseñando lo bien que lo habían hecho ese año 1971 en la competición nacional. “Josefina Salgado”, explica la publicación, “ha sido una de las que, sin llegar a su cima, ha expresado en la pista la fe, la perseverancia, la paciencia y el entusiasmo. Quizá una especialización produjera en esta joven atleta un cambio hacia límites internacionales auténticos”. Para añadir a continuación: “Sus 55.5 en 400 metros no son garantía de conquistas internacionales, pero sí canal de acceso a éstas de perseverar en la distancia eliminando antagonismos como el salto de longitud o en altura. Una perfecta orientación en los 400 metros podría llevarla a marcas cercanas a los 54 segundos, y, tal vez, a cosas mejores aún. Claro que esto tampoco es mucho; pero tampoco pedimos a la señorita Salgado que sea recordwoman mundial…”
El mes de septiembre de 1971 España acudía con tres mujeres, Josefina Salgado, Coro Fuentes y Belén Azpeitia, a los Campeonatos de Europa de Helsinki (Finlandia). Indica Atletismo Español que “nunca antes había acudido una mujer española a unos campeonatos de Europa al aire libre”. Y aseveraba: “Nuestras chicas todavía no han llegado a una altura “europea”, como es lógico, porque ellas tienen que salvar el largo período de absurda prohibición que pesó sobre el deporte del atletismo”.
A Josefina le tocó en suerte intervenir en la tercera de las cuatro series que hubo de 400 metros. “Pronto estaba muy atrás y allí terminó, con una marca muy aceptable para su valor actual”, se escribió. Quedó séptima (última) con una marca de 56.3 en una carrera que ganó la finlandesa Marika Eklund con 54.4.
Todavía tendría ese año 1971, en octubre, otra comparecencia internacional. Intervino en los Juegos Mediterráneos de Esmirna (Turquía) donde, en los 400 metros, se paseó la poderosa francesa Colette Besson (53.0), la italiana Donata Govani quedó segunda (54.4) y Josefina fue la tercera (56.0); se hace constar que el resto de competidoras “eran muy flojitas”.
Barcelona acogió los Campeonatos de España de 1973 en los cuales la ourensana volvió a estar espléndida: se impuso en los 800 metros con 2:11.4 por delante de P. Freixa, 2:12.4, y arrolló en los 400 con un nuevo récord nacional, 54.1; nada pudieron hacer Rosa Colorado, 56.3, y Matilde Garay, 56.6. La hemeroteca recoge así aquel día: “Josefina Salgado, en una carrera excepcionalmente bien llevada, bien corrida y muy ajustada, rebajó su marca hasta 54.1. No tiene rivales, y eso que cumplieron bien Rosa Colorado y Matilde Garay. Fue el único récord de mujeres batido, pero de muy buen factura”. Y no debe dejar de reseñarse que en esta carrera de 400 metros, la quinta clasificada fue Aurora Salgado con 58.7. Aurora también se había afincado en Madrid siguiendo los pasos de su hermana y, como ella, perteneció al Vallehermoso. De Aurora dice Adolfo: “Fue una buena atleta de club pero una lesión mal curada le impidió cristalizar las marcas que prometía en su infancia y juventud”.
La última presencia de Josefina en los Campeonatos de España se produjo en 1974 en Madrid, saliendo de ellos con sendas medallas de oro: 200 y longitud. Atletismo Español relata que dominó de manera absoluta los 200. “Su morfología le ayuda, pero es, además, poderosa en la zancada y valiente y decidida en su acción. ¡Lástima que el viento invalidase las marcas de todas las finalistas! A Josefina, aquel empuje adicional la situó en el triunfo con 24.4, seguida de E. Mesa, 24.6, y E. Cifuentes, 24.7. Y lo mismo sucedió en salto de longitud, donde ganó con 5,93, mejor en todo caso que Carolina Nolten, 5,83, y María Pilar Fanlo, 5,55. Pero también existe un dato revelador en esta prueba: sin viento superior al permitido, Josefina llegó a 5,69 y Carolina Nolten a 5,68.
Hasta en once ocasiones superó la plusmarca española de 400 metros, su distancia predilecta, la gran Josefina. Comenzó esa aventura de limar tiempo al tiempo con un registro de 59.1 (1967) y acabó con 54.1 (1973) cuando el cronometraje era manual, pero igualmente contabiliza dos plusmarcas del año 1971 con cronometraje eléctrico: 56.27 y 56.0, esta última en los Juegos Mediterráneos de Esmirna.
En su poder tuvo también el récord nacional de 200 metros con 24.6 en 1973, al igual que el de 800 metros con 2:12.9 el año 1968 y el de 400 metros vallas con 1:04.7 en 1973.
Formando parte de la selección española del relevo 4×400 metros, contribuyó a mejorar la plusmarca en cinco oportunidades, pasando del 3:51.6 (1971) al 3:43.2 (1973); en el libro Cronología de los récords y mejores marcas españolas de la Asociación Española de Estadísticos de Atletismo (AEEA) se le atribuye uno más en 1972 que no se contabilizó en su momento “aunque”, como se puede leer, “no había nada en su contra”.
La primera plusmarca que tuvo Josefina data exactamente del 15 de septiembre de 1968 cuando el relevo de 3×800 metros de la selección de Ourense, en compañía de su hermana Aurora y Aurora Díaz, hizo un tiempo de 7:22.6 en Ourense.
Entre su vida laboral y el entrenamiento en busca de la perfección, así como el enfrentamiento con dirigentes (se puso del lado de los atletas sancionados en la época final del presidente Cavero) y la falta de ayuda en general provocó en ella un cansancio que la llevaron a dejar el atletismo tal vez de manera prematura.
Cuando falleció, su familia esparció las cenizas en la recta final de las pistas de atletismo de Monterrei (Ourense) y poco tiempo después (noviembre de 1989) pasaron a denominarse precisamente con su nombre, Josefina Salgado, tras una propuesta realizada por Alejandro Lorenzo. La Xunta de Galicia le otorgó a título póstumo la distinción al Mérito Deportivo en 2014.
Pone de relieve Adolfo que el estilo que tenía corriendo Josefina, aquella fluidez suya, ha sido resaltado a menudo por entrenadores. Así lo reconocía el recordado Gregorio Pérez Rivera, por ejemplo. Y también se refiere, sobre este particular, a la mención que hizo Loles Vives cuando se conmemoró el cincuentenario del atletismo femenino. Adolfo, que tiene acompañado a Josefina y Aurora a un incontable número de competiciones, concluye diciendo: “Emilia (su mujer Emilia Mesa, destacada atleta) y yo nos hemos encontrado en las pruebas de veteranos con atletas de aquella época que, al saber que somos familiares, nos recuerdan su admiración por su estética”.
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