Tres años de provecho en Viena

El lanzador coruñés José Otero (Atletismo Español)

Al mismo tiempo que lograba la plusmarca española de martillo por quinta vez, José Otero (A Coruña, 1941) se convertía en un grande de la especialidad, situándose en una órbita visible. Sus 60,46 metros conseguidos en Bourges (Francia), el 11 de julio de 1965, en el encuentro entre Francia y España, superaban por vez primera por un español la franja de los 60 metros, lo que no era poca cosa. “Pasar de los 60 metros era una barrera muy importante porque era, en esa decena, donde estaba digamos la elite mundial”, indica. “Llegué a ser el 21 del mundo en el ranking”.

En Bourges, donde la selección francesa pudo con la española, 113 a 92, el coruñés consiguió los 60,46 en el quinto intento y acabó la serie con tres tiros más por encima de los 59 metros (59,82; 59,42; 59,58). Fue el primero del concurso, con el lucense José Luis Martínez a su sombra, 59,66, mientras que los galos Pridhodko y Tonelli quedaron bastante lejos con 55,94 y 54,66.

En febrero de 1963 estuvo unos días en Madrid el austríaco Heinrich Thun, fantástico martillista, con la intención de enseñarle a sus colegas españoles cuanto sabía de la especialidad. Entre los que lo observaban con detalle estaba José Otero, integrado en la Residencia Blume, a la que había llegado lanzando poco más de 51 metros. Su progresión por entonces se resistía. “Decían si no tenía cualidades”. Pero no parece que pensara exactamente igual Thun. “Vio en mí que tenía muchas posibilidades de todos los que vio”. Esto le animó a solicitar el traslado de la beca de la Blume para Viena, que le fue concedido. “Me fui encantado. Fue un tiempo muy difícil y muy duro. Todo cuanto sabía lo tuve que desmontar; o sea, músculos que nunca trabajé empezarlos a trabajar y otros que estaban a pleno rendimiento olvidarlos, que no actuasen porque eran contraproducentes”.

Esta circunstancia, en un principio, provocó que sus tiros fueran demasiado cortos, con la particularidad de que los técnicos no le dejaban lanzar fuerte. Entonces se preocupó por lo que pudiera pasar, pensando en el momento en que fuera convocado por España para competir. En el verano de 1964 la selección nacional se encontraba en Tolosa con vistas a un encuentro que se iba a disputar en Bilbao contra Francia. En el momento de realizar la prueba para saber con qué martillistas se iba a contar, José Otero era una incógnita. “Estaba muy asustado. Dije yo, voy a hacer el ridículo”. Pero no solo no hizo el ridículo sino que fue el mejor.

Lanzando el martillo cuando era júnior (Atletismo Español)

El 18 de julio de 1964, en la capital bilbaína, Otero ganó la prueba y consiguió por primera vez el récord de España absoluto al alcanzar 57,77 metros. En Atletismo Español se escribió que los galos Pridhodko y Kasperski eran hombres sólidos a los que no resultaba fácil superar. “Pero Otero”, refiere la revista, “ha venido muy cambiado de Viena. Gira muy bien y con ritmo y su impulso final es considerablemente mejor que hace un año. En el cuarto intento lanzó 57,32 amenazando el récord de Elorriaga. Y en el quinto lo superó con 57,77. Otero vale muy cerca de los 60 metros ya mismo, y quizá lo veamos muy pronto. Ha mejorado mucho”.

En su ciudad, en el Gran Premio de A Coruña, un mes después de su flamante plusmarca nacional lograda en Bilbao, Otero avanzó un buen trecho y situó el récord en 58,38 (fue superado en este torneo por Thun, 66,90).

Tres años estuvo el coruñés entrenándose en Viena, donde además le sacó provecho a la estancia porque pudo estudiar Ingeniería Industrial. “El deporte de aquella era totalmente amateur y nuestro futuro no era lanzar martillo y volver para casa peor que cuando saliste. Tenías que aprovechar esas facilidades de las becas para poder lograr algo en la vida y formarte para el futuro. Eso lo hicimos algunos; otros, desgraciadamente, no lo pensaron así”. El caso es que estando por Viena, en 1965 superó por dos veces más, con un intervalo de pocos días, el récord español: en Brno lanzó 59,86 el 5 de junio, y en Kapfenberg alcanzó los 59,98 el día 13.   

José Otero se había acercado al atletismo procedente de la natación. “Era nadador desde los doce años. Participé en el primer campeonato de España que se celebró en la posguerra, el primer campeonato de España infantil, en Mataró. Aquel viaje fuera una experiencia”. Recuerda que sus padres no lo dejaban ir porque se trataba de un sitio muy lejano. El desplazamiento en tren, en el Shangai, llevaba nada menos que 38 horas. “Fuera muy interesante. Ahí me forjé y fui compañero en natación del famoso Felipe Areta, gran atleta después”.

El deporte en el país se encauzaba a través del Frente de Juventudes, por lo que también llegó la ocasión de echar mano de él como atleta. “Como tenía mucho cuerpo y no tenían lanzadores, me dijeron si quería ir a Ferrol que había un campeonato provincial de atletismo”. No era obstáculo que mencionara que nada sabía de eso de lanzar; lo que poseía era cuerpo y era más que suficiente para salir del paso.

José Otero, tercero de derecha a izquierda, en la primera fila, con otros atletas en Santiago de Compostela en 1962

“El amigo Antonio Prunell me enseñó lo que era el peso, también lo que era el martillo y lancé”. En el estadio Manuel Rivera dejó en buen lugar a quien le había hecho la propuesta de acudir a Ferrol. “Quedé primero porque en el país de los ciegos el tuerto es el rey”. Y lo mismo le sucedió poco después en Vigo con una rivalidad más amplia… Y tras entrenarse un poco se clasificó para la competición nacional juvenil, donde fue segundo. Aunque en natación también había pisado podio, “soy tercero de España juvenil en relevos 4×100”, se dio cuenta que lo de nadar en A Coruña, sin piscina cubierta, resultaba más complicado que lo de dedicarse al atletismo y en éste se quedó.

Quien ha sido quince veces internacional absoluto, posee tres títulos de campeón de España, conseguidos los tres en el estadio madrileño de Vallehermoso. En 1964, con 57,04, conquistó el primero al superar al catalán Lorenzo Cassi que le había arrebatado el récord nacional días antes; en 1965, con 59,04, se impuso a José Luis Martínez, al que volvió a vencer en 1966, momento en el que José Otero realizaba la mejor marca de su vida, 61,30 metros.

En su recorrido de atleta, Otero únicamente se puso la camiseta de una entidad: el Deportivo. “Nunca quise cambiar a otros clubes que incluso me ofrecían dinero, una gratificación, concretamente el Real Madrid. Pero yo siempre quise estar en el Deportivo de La Coruña que es mi ciudad”. Y deja patente que “aunque no percibíamos dinero teníamos un sentido de la responsabilidad muy grande”.

Cuenta que a uno de los campeonatos nacionales celebrados en Vallehermoso acudió el presidente del club, Antonio González, “un hombre que nos ayudó mucho en la sección de atletismo, muy amable siempre con todos nosotros. Fue un gran personaje”. El dirigente, tras hablar con sus atletas los invitó a cenar. Otero declinó cordialmente la invitación. “Le dije, `lo siento pero mi prueba es mañana y me juego mucho; no puedo ir´”. Lo comprendió. “Después le hicieron una entrevista en el periódico y lo dio como un ejemplo de deportividad y de responsabilidad”.