El primer internacional
Cuando el ingeniero de Caminos Joaquín González llegó a Pontevedra en 1923 para integrarse en la jefatura de Obras Públicas, lo hizo acompañado de tres sobrinos que eran primos, uno de los cuales, Joaquín, era, además, su ahijado. Pretendía de éste que siguiera su camino profesional, pero no le secundó puesto que se hizo maestro y dedicó su vida a la enseñanza, convirtiéndose también en un personaje excepcional a través del deporte. Porque Joaquín González García (Arriondas, Asturias, 1903 – Pontevedra, 1955) estuvo de forma activa en el origen de entidades emblemáticas como la Sociedad Gimnástica, la SD Teucro o el Club de Pesca de la ciudad pontevedresa; y no solo eso, sino que fue un magnífico atleta, un lanzador descomunal de peso, disco y jabalina al que hay que citar inevitablemente por un trascendental motivo: es el primer gallego en haber sido internacional. En la revista Galicia Atlética, Alfonso Posada, que ha seguido minuciosamente su trayectoria, le contabiliza un total de 15 medallas (4 de oro, 5 de plata y 6 de bronce) en campeonatos nacionales desde 1930 a 1940.
Es posible que ya en su tierra asturiana, lo de lanzar, tal vez la barra, le resultara muy grato y lo haya practicado, aunque a decir verdad donde se encauzó decididamente en el atletismo fue en Pontevedra. Se sabe, sin embargo, porque lo cuenta su hija mayor María Leonor, a la que se conoce por Nené, que su debilidad en Asturias la tenía por la pesca. Pero al quedar atrapado por el atletismo, se desvivió por él de una manera desaforada, convirtiéndose en un puntal de la Sociedad Gimnástica. Todavía no se había constituido el club, hecho que se produjo el 2 de septiembre de 1927, cuando ya media docena de sus atletas, entre los que estaba él, viajaron hasta A Coruña el 21 de agosto para ganar la Copa Sansón a los organizadores de la Agrupación Atlética Coruñesa.
El de 1930 hay que considerarlo como un año fantástico para Joaquín y de hondo significado para el deporte atlético de Galicia. Y es que se convirtió en el primer atleta gallego en ser internacional. Integrado en la selección española en la que figuraban Juan Junqueras, Miguel Arévalo, Fernando Labourdette, Jesús Muntaner, Manuel Vives, Antonio Segurado… Joaquín González se presentó ante Italia en la localidad de Brescia, el día primero de junio, para intervenir en dos lanzamientos: el de disco y el de jabalina. Acabó tercero en disco con 36,97 metros (su compañero José Culi fue cuarto, 29,00) y cuarto en jabalina con 39,30 (José Bru finalizó tercero, 51,10). El equipo de Italia resultó vencedor con clara diferencia: 94 puntos a 62.
Pero después de competir en Brescia, el ya para siempre pontevedrés se desplazó hasta Génova y Bolonia para seguir lanzando. Y sobre todo en Génova tuvo una actuación de lo más sobresaliente al conseguir que el disco llegara a los 38,34 metros, distancia que significaba un nuevo récord gallego y esa marca, a nivel nacional, acabó siendo la mejor de aquel año.
Un mes más tarde de convertirse en atleta internacional, le llegó su debut en los Campeonatos de España que se celebraron en las pistas barcelonesas de Montjuic. Y nadie pudo con él lanzando el disco, aunque su registro de 32,99 quedara un tanto alejado de su récord personal; también en peso tuvo la recompensa de una medalla, la de bronce, por su marca de 10,505 metros; y tuvo igualmente actuaciones destacadas en jabalina (quedó cuarto con 43,14) y en martillo (sexto con 22,27).
Joaquín había de lograr a partir de entonces medalla en todos los certámenes nacionales en los que intervino hasta 1940. El año 1931, también en Montjuic, se llevó el oro en disco con 34,65 y en peso con 11,95 (récord gallego); en jabalina obtuvo el bronce con 45,54. En 1933, teniendo Montjuic como escenario, consiguió plata en jabalina con 44,82 e igualmente en peso con 11,93; la medalla de bronce se la adjudicó en disco con 37,57. En el estadio de Berazubi, en Tolosa, en 1934, el oro lo alcanzó en peso con 12,51 y la plata en jabalina con 49,37 (plusmarcas gallegas las dos). En 1935, otra vez en Tolosa, la plata la obtuvo en peso con 12,22 y fue bronce en disco y en jabalina con 37,35 y 45,74 respectivamente. Y su última intervención se produjo en 1940, en Montjuic, sumando dos nuevas medallas: plata en jabalina con 45,31 y bronce en peso con 11,38.
Después de esta larga enumeración de destacadas actuaciones para nada extraña que, en una semblanza biográfica aparecida en 1951 en el boletín de la Federación Catalana de Atletismo, se le considerase como “uno de los lanzadores más relevantes que jamás hayan existido en los anales del atletismo nacional”.
Y tan excepcional atleta en prácticamente todos los lanzamientos se quedó, sin embargo, sin poder registrar su nombre entre los plusmarquistas nacionales y no precisamente por su culpa sino por circunstancias del momento. Enorme estuvo Joaquín González el 25 de julio de 1934 en el campo pontevedrés del Progreso, al superar el récord de España de disco cuando llegó a los 42,63 metros (ese día también batió el récord gallego de jabalina, 50,05). Y el 15 de agosto, en el mismo recinto, el pontevedrés seguía estando enorme al situar el récord nacional de peso en 13,25 y el de disco en 43,81. Pero estos registros no se pudieron homologar como plusmarcas españolas. En el libro Cronología de los récords y mejores marcas españolas de atletismo, editado por la RFEA y la AEEA en 2015, se señala al respecto que no se toman “en consideración porque en aquella época la Federación Gallega no existía”. Y se añade también: “Según consta en el archivo Iguarán, el disco no era reglamentario”.
Joaquín González desarrolló su vida en Pontevedra casándose con Baltasara Prieto, que era de Vigo, y maestra, con la que tuvo tres hijas: María Leonor (Nené), María Rosa y María José. Dice Nené de su padre que “era un loco enamorado del atletismo”. Pero dice más: “Siempre nos disuadía del fútbol y otros deportes porque eran mercenarios. Lo verdaderamente maravilloso era el atletismo. Para él lo máximo. A mi hermana la pequeña, la más completa físicamente, quería enseñarle a lanzar disco. Su obsesión era haber tenido un chico, hacer un segundo Joaquín González de él y que continuara su estela, pero no fue posible; fuimos tres mujeres. Nos dejó practicar la natación, con él en el campo también hacíamos algo de atletismo…”
Aunque su tío y padrino, el ingeniero de Obras Públicas que se presentó en Pontevedra allá por 1923, tenía la intención de que Joaquín fuera igualmente ingeniero, éste tomó otro rumbo muy diferente. “Como se dedicó al atletismo”, comenta Nené, “y sobre todo como se enamoró de mi madre, decidió tirar por el camino corto, se hizo maestro y abandonó su pretensión”. Y Joaquín, por lo tanto, ejerció de maestro en Pazos, Barcia de Mera y Cerpozóns. Sin embargo nunca le dieron la oportunidad de tener escuela en la ciudad de Pontevedra. Sus ideas políticas cercenaron esta posibilidad.
El periodista David Acevedo publicó en Diario de Pontevedra, el 19 de septiembre de 2011, un hermoso texto donde sale a relucir la sensibilidad y bonhomía de este gallego de adopción que fue Joaquín González. El texto dice así: “Un día a finales de agosto de 1955 tres jóvenes se personaron en su casa cuando ya se encontraba gravemente enfermo (falleció pocas semanas después). Pese a ello, los recibió con cariño y los saludó atentamente, como en él era habitual. Le explicaron que habían sido alumnos suyos en Barciabenega (un pequeño lugar en los confines de la provincia de Pontevedra a donde había sido destinado tras la Guerra Civil por sus pensamientos de izquierda), donde les había enseñado a plantar árboles y a cuidarlos. Habían acudido a él para entregarle un sobre con una parte del dinero que habían recaudado por la venta de la madera de aquellos árboles que habían “sembrado” años atrás. A pesar de que la situación económica de su familia no era excelente, lo rechazó pidiendo que lo destinasen a comprar árboles para que los jóvenes de ese lugar pudieran seguir plantándolos. Esta historia resume la calidad humana de alguien a quien sus vecinos llamaban el ‘maestro tolo’ por los ejercicios físicos que hacía (ya estaba retirado de las competiciones) y porque una vez le pidió a sus vecinos que le dejasen ir casa por casa a cortarles la leña porque así le valía de entrenamiento”.
En el mundo de la enseñanza su labor fue más allá de las cuatro paredes de las escuelas en las que estuvo ya que, por su estrecha vinculación con el deporte, decidió un día titularse en Toledo para ser profesor de Educación Física, disciplina que desarrolló a continuación durante bastantes años en el Instituto de Pontevedra; una época en la que el centro, a decir de su hija, “empieza a tener éxito”. Y conviene no omitir aquí, más allá de las aulas, su cometido de entrenador de atletismo. “Todos los grandes atletas que vinieron detrás de él pasaron por su mano”, asevera Nené.
No solo era ejercitarse en el deporte; supo también hacer ciudad al lado de otros entusiastas. Su nombre figura en primer término entre quienes se dispusieron, el 2 de septiembre de 1927, a poner en marcha la Sociedad Gimnástica de Pontevedra. En el acta de constitución, el nombre de Joaquín González encabeza la relación de veinticuatro ciudadanos que aquel día de septiembre decidieron además que Leonardo Enríquez se convirtiera en el primer presidente.
En 1945 se crea la SD Teucro, que disponía en aquel momento de once modalidades, cuando el balonmano era un ‘juego a once’, y allí estaba para ayudarlo a poner en pie Joaquín González, que ya le dio ese año a la nueva entidad los títulos de campeón gallego de martillo y disco (los últimos que obtuvo). Joaquín González suma una veintena de triunfos en los Campeonatos de Galicia en peso, disco, jabalina, martillo y barra, aunque la práctica totalidad los alcanzó defendiendo a la Sociedad Gimnástica.
“Él tenía una gran pasión por la pesca deportiva, especialmente la pesca de río”, señala Nené. Es evidente que esa más que afición por la pesca ya la había puesto en práctica cuando vivía en Asturias, por lo que prosiguió con ella estando en Pontevedra, donde surgió la iniciativa de crear un club. Cuenta Nené que su padre solía ir a pescar con frecuencia con sus buenos amigos Jesús Maquieira y el doctor Aureliano Virgós, otorgándoles por lo tanto idéntico mérito a los tres: “Los promotores de la pesca en Pontevedra fueron mi padre, Maquieira y Virgós”.
Tras su fallecimiento el 17 de septiembre de 1955 se pensó en darle su nombre al estadio de atletismo que se proyectaba en Xunqueira da Seca, así como una calle que accedía al mismo. “Se decidió en un pleno del Ayuntamiento por unanimidad”, comenta Nené. “Pero eso nunca se llevó a efecto. Desapareció la documentación relativa a aquel pleno”. De todos modos, Pontevedra rinde admiración a su figura con una calle en los aledaños de Pasarón.
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