Un veloz escolar en Campolongo

Jesús Hermida, en el centro, con dos atletas de Sarre, cuando fue internacional absoluto en Madrid en 1956

Madrid, 20 de mayo de 1956. La selección española derrota a la representación de Sarre en las pistas de la Ciudad Universitaria, 56-50. En cinco de las diez pruebas programadas, el triunfo cayó del lado hispano: Tomás Barris (1.000), Antonio Amorós (5.000), Juan Ignacio Ariño (altura), Luis Ruiz-Capillas (longitud) y Miguel de la Quadra-Salcedo (disco).

En la carrera de 100 metros tomó parte, en la que sería su única internacionalidad absoluta, Jesús Hermida Cebreiro, nacido en Santiago de Compostela en 1933, aunque ya a los seis años pasó a vivir en Marín, su ciudad (su abuelo Hipólito había sido alcalde, y también lo sería su hermano pequeño, Benito), y después de haber estado en Noia y en Cangas do Morrazo. Finalizó la competición en tercer lugar (11.3), siendo superado por su compañero Ponce (11.2) prácticamente al final, mientras que, con solvencia, se imponía uno de los atletas de Sarre, Burg (10.8).

Un mes más tarde, Hermida integró el equipo de Madrid, donde residía desde 1954, para enfrentarse al potente conjunto de Lisboa, victorioso con contundencia aquel día: 84 puntos a 55. Intervino en tres pruebas. En 100 realizó 11.3 y fue superado por el lisboeta Faria, con tres décimas menos. En 200 quedó tercero, con 23.2, viéndose batido por los dos portugueses: Faria (22.8) y Castro (23.0). Y en relevos olímpicos, el conjunto madrileño, en el que también estaban Crespo, Rosillo y López-Amor, no pudo restarle puntos al lisboeta.

Con esta floja actuación colectiva, la selección de Madrid no hacía otra cosa que repetir resultados anteriores. Porque hasta ese momento de 1956, Madrid y Lisboa se habían medido otras cinco veces y en todas ellas sucumbió la formación de la capital de España.

De “curioso” califica Hermida el modo en que llegó al atletismo cuando estudiaba el bachillerato en el colegio San Narciso de Marín. Eran tiempos de unos atrayentes Juegos Escolares y había que participar en ellos. “Entre otras cosas”, dice, “hacíamos carreras de sacos y en esa primera vez que me embutían en un saco y corría, di tales brincos que descubrieron que, en efecto, era velocista”.

En su etapa de curtido escolar dejó constancia de que corría y mucho. Rememora que batió el récord de España de 80 metros en la fase provincial de los Juegos Escolares. “Hice una marca escandalosa en aquel momento, puesto que el récord estaba en poder de nuestro paisano Moncho Rodríguez en 9 segundos, y yo, en Campolongo, en Pontevedra, en una pista malísima de ceniza, marqué 8.7”.

Este sorprendente registro le supuso ser llamado a Madrid para integrar una selección nacional escolar que se mediaría a la francesa. Era el año 1953. Pero tan pronto como llegó a la capital, le dijeron que no se creían la marca que había conseguido en Pontevedra, lo que le produjo un enfado considerable. “Entonces me probaron. Me pusieron a otro velocista, cinco metros antes de mi salida. Yo salía en 80 y él en 75. Le saqué cinco metros más y marqué en crono 8 segundos 9 décimas. El juez de aquella prueba y seleccionador del equipo nacional, Juan Sastre, vino hacia mí y me dice: ‘Chaval, me has fastidiado. Efectivamente no tengo más remedio que seleccionarte´. Y sacó del equipo a un corredor muy bueno, luego amigo mío cuando vine a estudiar a Madrid, Tuduri, hijo de Andrés Tuduri que fue presidente algunos años de la Federación Española de Atletismo”.

Compitiendo en el encuentro escolar España-Francia en Madrid en 1953. Hermida, en el centro de la imagen, en la carrera de 80 metros

El encuentro escolar España-Francia, en las pistas de la Ciudad Universitaria, finalizó con una ventaja de puntos espectacular a favor de los españoles: 80 a 30. “En 80 metros”, reflejó la prensa, “después de dos salidas en falso, fue descalificado nuestro primer sprinter, Hermida, al que los franceses, en un rasgo de deportividad y camaradería autorizaron a participar. Naturalmente, la vuelta a la pista de Hermida en estas condiciones suponía para él un handicap moral, que acusó en la partida, lo que le impidió mejorar la plusmarca nacional, logrando, no obstante, igualar la existente de 9”2/10”.

Su acercamiento al deporte no se limitó únicamente a estar con el atletismo, aunque éste haya sido el que más le llenó. “Fue el deporte en donde destaqué más “comenta. “En aquel momento los que teníamos la suerte de poder hacer deporte, pues no éramos tantos, practicábamos todas las pruebas. Había que puntuar para el club, la Gimnástica en este caso, y a veces tenías que multiplicarte en pruebas que no eran tuyas. Yo por ejemplo saltaba altura y no era saltador de altura, pero tenía condiciones y a lo mejor conseguías uno o dos puntos que eran importantes para la clasificación del club”.

Pero también estuvo involucrado en la vela, y en el balonmano a once, en el que su puesto era el de delantero centro, y no se libró “como todo niño español” de jugar al fútbol, aunque reconoce que “se me daba fatal”. Tampoco desechó la práctica del voleibol, recalcando que “fui de los primeros jugadores de voleibol” y por lo que parece de los que había que tener en cuenta. “Recuerdo a un viejo entrenador y atleta de la Gimnástica, Joaquín González, que vino al colegio San Narciso de Marín a trazar por primera vez, porque él lo desconocía, la pista de voleibol. Como era el deportista más destacado del colegio yo le ayudé a él, que hacía de profesor de Educación Física. Porque desconocíamos todo. Y así empezamos con todos los deportes”. Hermida se está refiriendo a cómo eran las cosas en los primeros años 50.

Entrenándose en las pistas de ceniza del Pazo de Campolongo

La entidad a la que defendió con orgullo y todo entusiasmo fue la Sociedad Gimnástica de Pontevedra, con cuya camiseta se proclamó campeón gallego de 100 metros en Vigo en 1953. Hermida solía entrenarse en la pista de ceniza existente en el Pazo de Campolongo de la ciudad pontevedresa, perteneciente a los marqueses de Leis y que estaba alquilado al Frente de Juventudes. Por lo tanto, hizo muchas veces el trayecto de Marín a Pontevedra en bicicleta e incluso fue dirigido por el italiano Giovanni Battista Mova en el tiempo que este entrenador estuvo por Galicia.

Cuenta que su contacto con el técnico italiano se produjo en Madrid en una competición escolar en la que no iba representando al San Narciso sino a los Maristas de Vigo porque Luis Miró lo había “fichado” para la ocasión por su enorme valía pero para competir con el nombre de otro joven, algo que desconocía. “Pero así se hacían las cosas en aquel entonces”, menciona, sin evitar el tener que reírse. Y allí saltó altura y corrió 80 metros. Y presente estaba Mova, recién llegado de Italia contratado por el Frente de Juventudes.

La intención del italiano era, una vez finalizado el torneo escolar, iniciar una gira de entrenamientos por España para revitalizar nuestro atletismo, teniendo el propósito de empezar a hacer el camino desde Barcelona, que era el lugar donde más se destacaba. “Al verme cambió el itinerario y empezó por Galicia. Se enteró de quién era y vino a Pontevedra. Así empezó mi relación con Mova del que tengo un grandísimo recuerdo. Al margen de ser un gran entrenador y una persona encantadora, no solamente te enseñaba lo que tienes que hacer para ser un gran atleta sino que incrustaba la educación y el estilo. Decía siempre que el atletismo es belleza y que un atleta tiene que correr bellamente”.

Existe otro episodio significativo en la vida atlética de Hermida, pero que sigue  muy vivo en su memoria. Quien habría de ser, bastantes años después, secretario de Estado para el Deporte y presidente del Comité Olímpico Español (COE), llegó a correr, en mayo de ese mismo año 1953, los 100 metros en 10.8, lo que hubiese significado el récord español si se hubiese dado por buena aquella carrera. “Marqué en el estadio de San Pedro de Marín, antes de tener pistas, corriendo en el campo de hierba, sobre barro prácticamente, 10.8 que se negaron a homologar porque decían que los cronometradores no eran oficiales. En España no había cronometradores oficiales más que en Barcelona y en Madrid”. De este hecho, no quedó nada reseñado. “No hay constancia ninguna porque lo comprobé después, cuando fui secretario general de la Federación Española de Atletismo”. En el rotativo Meta, sin embargo, se hizo mención a esta carrera aunque  la marca que le otorga el cronista a Hermida no es 10.8 sino 10.4/5.

Esta prueba de 100 metros corrida en Marín figuraba en el programa de un festival organizado por la Sociedad Gimnástica de Pontevedra para homenajear precisamente a Hermida por su brillante trayectoria (se habla de él como recordman nacional de 80 metros). Al mismo habían asistido sus padres y el alcalde de la localidad, y su club le hizo entrega de unos obsequios.

El entrenador italiano Mova (tercero de dcha. a izq., de pie) y Jesús Hermida (de cuclillas, en el centro) en el estadio de Balaídos en mayo de 1952. En este grupo de atletas figura también Alfonso Posada (segundo dcha., de pie)

La revista Atletismo Español publicó, a principios de 1956, una relación de los mejores atletas nacionales del año anterior, en la que Jesús Hermida (integrante del SEU-Centro)  destaca sobre todo en los 100 metros. Le asigna un tiempo de 11.1, teniendo por delante, con 11 segundos, a cuatro velocistas: López Amor, Peralta, Varas y Planelles. En la distancia de 200 metros, su marca de 23.2 es superada por siete contrincantes, entre ellos el coruñés Francisco Bremón que, con 22.8, encabeza la clasificación. Y según un trabajo de los estadísticos José Luis Hernández y José María García, Jesús Hermida, en unión de otros seis atletas, es el que mejor marca tenía en España en los 100 metros en 1956, con 11 segundos.