Dos robustos y hermosos pavos vivos aguardaron pacientemente durante unos cuantos años a ser recogidos de forma cariñosa por quienes ganaban, hombre y mujer, el Gran Premio de Navidad de Vigo de pedestrismo. Hasta que, en 2013, se acabó con ese habitual trofeo que, a veces, provocaba algún dolor de cabeza para poder desplazarse con él a casa. Al menos así le ocurrió a Robertas Geralavicius, vencedor en 2008, quien tan pronto se vio superando la línea de meta comentaba que regalaría el pavo. “Es que llevármelo a Santiago sería complicado”, decía el lituano asentado en Galicia en Faro de Vigo. Pero no siempre se vivió esa situación. En la carrera de 2010 que ganaron los portugueses Marco Morgado y Joana Costa se les facilitó mucho las cosas porque el pavo ese año “ya estaba muerto y desplumado”. En todo caso, la presencia de esta ave de corral en la tradicional carrera del mes de diciembre es algo que empezó a ser una realidad cuando ya la competición tenía asimilada una larga historia. No fue algo que se estableciera desde el primer momento ni mucho menos.
Lo que sí organizó la Obra Sindical de Educación y Descanso fue una carrera ciclista (aunque no tuvo demasiado recorrido) que en algún puntual momento se llamó “del pavo” porque se entregaba un pavo, como sucedió en 1954 con un itinerario Vigo-Pontevedra-Vigo que concluía en la plaza de Compostela, donde, además, se disputaba alguna prueba de velocidad; pero incluso esta carrera ciclista tuvo un nombre cambiante desde un inicio: I Premio Ciclista en 1949 o II Vuelta Ciclista a Vigo en 1951.
De cualquier manera, para la posteridad de este Gran Premio de Navidad de pedestrismo lo que debe quedar son aquellos nombres de quienes lo han ganado, sin olvidarse, claro, que esta competición supo también organizar pruebas para atletas de diferentes edades y crear afición.
Aurelio Aguirre es uno de esos nombres que dan lustre a esta historia al ser el vencedor en 1960 y 1961. En el primero de esos años, la disputa por el triunfo, según Faro de Vigo, “se planteó entre el madrileño Aurelio Aguirre y el coruñés Sergio Vázquez, dos corredores de opuestas características”. Aunque la iniciativa la llevó el atleta gallego, en el último kilómetro “consiguió el madrileño una ligera ventaja que aumentó en el sprint final con evidente fuerza y coraje, a pesar de su estilo tosco”. Aurelio Aguirre, de 29 años, estaba empleado en la fábrica Pegaso de Madrid y era el recordman español de Educación y Descanso de 5.000 y 10.000 metros.
Detrás de Aurelio Aguirre y Sergio Vázquez se clasificaron Argimiro Paños (La Coruña), Tomás Prada (Madrid), José Dóniga (Madrid), Evaristo Mano (FC Porto), Juan José Mirian (Madrid), Antonio da Silva (FC Porto) … La primera formación fue la madrileña de Educación y Descanso.
Volvería Aurelio Aguirre a imponerse en 1961, al ser capaz de alejase de un grupo de rivales, madrileños y coruñeses preferentemente, a dos kilómetros del final; comentaría en meta que había ganado “con más comodidad” que el año anterior. Segundo quedó Eloy Martín (Madrid) y tercero fue el coruñés Argimiro Paños, con buenos puestos igualmente de sus compañeros de la ciudad herculina Julio Pita, quinto, y Santiago Piñeiro, séptimo. Por equipos se impuso Renfe de Madrid.
El vigués Manuel Augusto Alonso fue el ganador en 1963. En Atletismo Español dice de él Alfonso Posada que, a sus 33 años, “sigue manteniendo en pie todas sus ilusiones atléticas”, de ahí que no extrañase “su brillante triunfo” al que también optaba el madrileño Eloy Martín. “Pero la superioridad de Alonso, lógica, por otra parte, fue evidente”. Señala que, a los dos kilómetros, se despegó “de un grupo formado por los madrileños Hurtado y Martín, el vigués Eulogio y los portugueses Sousa y Rocha, y ya no tuvo inquietudes para la victoria, sin necesidad de forzar su ritmo”.
La clasificación quedó así: 1º. Manuel A. Alonso (CF Barcelona), 2º. Eloy Martín (Renfe de Madrid), 3º. Javier Álvarez Salgado (Celta), 4º. Jesús Hurtado (Real Madrid), 5º. Manuel Alves Sousa (FC Porto), 6º. Alfredo Rocha Barbosa (FC Porto), 7º. Eulogio González (Celta), 8º. José Ignacio Dopereiro (Renfe), 9º. Manuel Gesteira (San Miguel de Marín). 10º. José María Morera (Renfe). Como primer conjunto quedó el FC Porto, con el Renfe madrileño pisándole los talones.
Cuando el céltico Rubén Sanmartín se impuso en 1968 y 1969, la competencia la tuvo en exclusiva con rivales gallegos porque entonces no resultaba fácil poder contar con atletas de otras latitudes. El Pueblo Gallego resalta, refiriéndose a lo sucedido en 1968, que “en las tres cuartas partes del itinerario hubo cerrado pelotón” y que ganó el mejor, Rubén Sanmartín, “que entró destacado en la meta”. De Antonio Barcia, del Comesaña Sporting Club, segundo clasificado, destaca que tuvo “una magnífica actuación”. El Celta fue el conjunto ganador.
Y en 1969, El Pueblo Gallego transcribía un texto aparecido en un folleto de la Obra Sindical de Educación y Descanso en el que se exponía que el Gran Premio “fue, de siempre, un certamen de promoción” y que con esa idea deberían proseguir, a pesar de que otras organizaciones “más pudientes” en lo económico “atiborran de figuras sus programas”. Parecían tenerlo claro: “Nuestra tarea, sin embargo, está en eso, en seguir procurando que el atletismo encuentre estela de fenómenos en ciernes. No se olvide que muchos de los que ahora andan con categoría internacional reconocida, pasaron o se iniciaron por aquí, por este tamiz que es el Gran Premio”.
La prueba reina de ese año 1969 contó desde un principio con Rubén Sanmartín, Rafa García y Vázquez Astray, los tres del Celta, “mandando holgadamente en la vanguardia”, lo que llevó a Dick Thompson a escribir que “no tuvo emoción”. Sanmartín refrendó su victoria del año anterior, a Rafa García, segundo, le atribuye “poca constancia física” y en Vázquez Astray observó “buen cansancio al término de la carrera”. El mejor equipo fue el Real Club Celta.
La edición de 1973 estaba prevista para el 23 de diciembre, aunque tuvo que aplazarse. Se llevó a cabo cuando el calendario ya indicaba que se vivía en 1974 y el triunfo se lo adjudicó el atleta chileno Edmundo Warnke, fichado por el Real Club Celta. Edmundo Warnke había sido olímpico en los Juegos de Múnich 1972 y volvería a serlo en los de Montreal 1976.
Estanislao Durán, integrado en el Real Club Celta, ganó en 1974, después de haberlo hecho dos veces cuando era juvenil y una como júnior, todo un hito. Había vencido dos semanas antes en el Trofeo Tajamar de cross, en Madrid, donde estaba becado en la Blume, y, para Faro de Vigo, “no podía estar Durán persuadido de su triunfo en Vigo, teniendo enfrente, sobre todo, a su compañero Rubén Sanmartín, más curtido en estas lides pedestres. Pero Sanmartín (…) no pudo dar el domingo la medida exacta de sus posibilidades, esa es la verdad, al sufrir el “hándicap” de un viento frío que le impuso”. Advierte sin embargo el periódico que con Sanmartín “en plenitud de facultades”, la victoria hubiese recaído igualmente en Durán porque este no había corrido “a tope”, según le contó al cronista, y se había sentido “cómodo” en el grupo delantero. La segunda posición la ocupó Rogelio Barragáns (Gimnástica) y la tercera fue para Rubén Sanmartín.
El segundo triunfo de Estanislao Durán se produjo en 1976, con un final de carrera de “extraordinaria emoción” al decidirse la victoria en los últimos doscientos metros entre él, Rogelio Barragáns y Enrique Graña. Podría decirse que en todo caso se hizo justicia ya que la iniciativa la había llevado Durán, mientras que Barragáns y Graña “se mantuvieron a su abrigo a lo largo de los casi siete kilómetros de recorrido” y los tres “muy destacados de sus rivales”. Entraron en meta por este orden: Durán, Barragáns y Graña; y los tres primeros equipos fueron: Real Club Celta, Comesaña Sporting Club y Deportivo.
El 14 de diciembre de 1975 Rogelio Barragáns, pontevedrés y de la Gimnástica, acabó con el dominio de once años seguidos de los atletas del Real Club Celta en la carrera sénior (desde 1964 a 1974 no hubo otro vencedor que un céltico), al “imponerse holgadamente en la última parte de los 6 km de competición, dejando atrás a su rival más caracterizado, el céltico Figueiro”. Para el Celta fue, sin embargo, el premio por equipos ya que, entre los diez primeros clasificados, hubo seis atletas de este club: además del segundo puesto de Figueiro, Prieto quedó 3º, Sarmiento 5º, Mallo 6º, Sanmartín 7º y Ballesteros 10º.
Cuando el Gran Premio de Navidad se adentró en la década de los 80, traía consigo una ausencia de cinco años (1977-1981), por lo que dispuso en 1982 de un grupo de atletas de considerable nivel como pretendiendo hacer una demostración de fuerza. Se dibujó un “nuevo y más espectacular recorrido, de amplia visibilidad para el público, ciertamente rápido…” en el que sobresalió, en la carrera sénior, el madrileño Fernando Cerrada “con esa suficiencia de campeón que le distingue”, escribe G.Reyes en Faro de Vigo. Se trataba de todo un plusmarquista y campeón de España de cross y de pista. “Cerrada testimonió su calidad en nuestras calles, corriendo en progresión, de fluida manera y dejando al portugués Moreira, que se presentaba como un gran rival, cien metros atrás en la meta”. Y a Benjamín Fernández, atleta del CUA compostelano, le destinó el calificativo “soberbio” por haberse anticipado al portugués David Tavares, quien había ganado dos meses antes la Carrera Pedestre Popular de Santiago.
La carrera sénior de ese 1982 tuvo un trayecto algo superior a los ocho kilómetros (8.150 metros), distancia que cubrió Fernando Cerrada en 23 minutos 39 segundos 5 décimas, clasificándose a continuación estos atletas: 2º. Delfín Moreira (Benfica), 3º. Benjamín Fernández (CUA), 4º. Antonio Henriques (Portugal), 5º. David Tavares (Oporto), 6º. Estanislao Durán (Celta), 7º. Paulo Catarino (Oporto), 8º. Javier Fernández Feijoo (Deportivo), 9º. Henrique Crisostomo (Oporto), 10º. Rogelio Barragáns (Celta). Los tres primeros equipos fueron: Oporto, Celta y CUA.
En todo lo que quedaba por recorrer de los años 80, que era casi todo, solo hubo cuatro carreras más, las de 1983, 1984, 1986 y 1987, debido a que dejó de disputarse en 1985 y, a partir de 1988, no hubo Gran Premio en siete años, de tal modo que no se reemprendió la historia hasta 1995. Fue este un período de dominio absoluto de los portugueses.
Para la edición de 1983 estaba prevista la presencia del magnífico toledano José Luis González, tras “una fructífera gestión” realizada por Javier Álvarez Salgado, a la sazón concejal del Ayuntamiento de Vigo. Pero, llegado el momento, no pudo acudir a la cita “a causa del estado griposo en que se encuentra…”. La carrera la ganó el portugués Antonio Henriques de manera “rotunda e indiscutible”, pero el tiempo que realizó “quedó alejado” del récord establecido por Cerrada en 1982. Segundo se clasificó Benjamín Fernández (CUA) y tercero fue el también portugués José Regalo. El FC Porto ganó por equipos.
Los otros atletas de Portugal que se impusieron en aquellos años 80 fueron Joaquim Silva, del FC Porto, en 1984, y Joaquim Pinheiro, perteneciente al SC Lisboa, que lo hizo en 1986 y 1987.
Como la prueba viguesa estuvo padeciendo del mal de la ausencia de cuando en cuando, dejó de estar en el ambiente atlético durante nada menos que siete años, el período de más larga sequía, reapareciendo en 1995 de la mano de la Delegación de Vigo de la Federación Gallega de Atletismo. Sorprendentemente lo hizo denominándose Carrera del Pavo-Pedestre, arropada por dos reconocidas firmas comerciales. Dando por bueno que esta prueba era la que seguía la estela del Gran Premio de Navidad aparecido en 1943, la historia inscribe como ganador de 1995 al céltico José Calvar, con Wifredo Santana (Mercantil) en segundo lugar y Miguel Ángel Iglesias (Celta) en tercera posición. Sobre el ganador comentó Faro de Vigo que era “una gran promesa de nuestro fondo que también aspira a cuajar las muchas posibilidades apuntadas en su época de cadete”.
Después de que se pasara por 1996 y 1999 sin celebrarse la carrera, también se impusieron en ella Daniel de la Torre (1997), José Carlos Adán (1998 y 2002), José Antonio Ramallo (2000 y 2001), Alejandro Gómez (2003), Elías Domínguez (2004), irrumpiendo en 2005 como ganador el atleta de Arzúa Manuel Ángel Penas, nacido en 1977, quien se acabó convirtiendo en uno de los participantes más laureados de la prueba al hacerse con ella tres veces más: 2007, 2012 y 2015. De su última victoria, la de 2015, en la que adelantó en la llegada a Manuel Hurtado y Akka Essadaoui, se escribió en La Voz de Galicia que “lo hizo con su táctica habitual cuando toca economizar: dejando hacer a Manuel Hurtado en la cabeza de carrera y lanzando un demoledor ataque en el último kilómetro para entrar con autoridad en la línea de meta”.
Pero en la historia de esta prueba se han sumado igualmente como ganadores Pedro Nimo (2006), los portugueses José Rocha (2009) y Marco Morgado (2010), el marroquí con residencia en Galicia Hassan Lekhili (2011), el también marroquí Akka Essadaoui (2014), Gonzalo Basconcelo (2016 y 2017) y Jorge Puig Malvar (2018). Y cuando en 2013 venció Víctor Riobó, con Elías Domínguez en segunda posición y Akka Essadaoui en tercera, los atletas se encontraron con dos novedades: no dieron vueltas a la plaza de Compostela debiendo ir por Areal, García Barbón e Isaac Peral, y los ganadores absolutos ya no tuvieron que pelearse con el pavo. Había dejado de ser de manera definitiva la recompensa.
De lo que no es capaz de desembarazarse el Gran Premio de Navidad es de esa facilidad que muestra para no acudir a la cita, aunque sea muy de cuando en cuando. Así sucedió también en 2019, “víctima colateral de la fiebre navideña que se ha desatado en Vigo”, en opinión de Armando Álvarez en Faro de Vigo. “La zona habitualmente empleada por el recorrido está inutilizada a causa de la noria y otras atracciones. Se han explorado alternativas, que no han cuajado”. Y de la suspensión de la carrera del año 2020 solo hay que culpar a la terrible pandemia del covid-19.
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