Debilidad por el cross
Tuvo predilección por el cross y, sobre todo en Galicia, brilló de una manera considerable. Se hizo con el título senior seis veces (1978, 1979, 1981, 1982, 1983 y 1985) después de mostrarse igualmente avasallador en categorías inferiores. Su hoja de servicios, en este terreno, no admite muchas comparaciones. Diferente ha sido cuando ha competido a nivel nacional y mundial. Estanislao Durán (Moaña, 1954) muestra como mejor logro la medalla de bronce del Campeonato de España de 1982 en Lérida, superado por Antonio Prieto y Santiago de la Parte, y su paso por el Mundial en tres ediciones lo relegaron a lugares de nula relevancia: 130º en Dusseldorf (Alemania) en 1977, 100º en Limerick (Irlanda) en 1979, y 131º en Roma (Italia) en 1982.
Tan desconcertantes actuaciones mundialistas tendrían su explicación. “He tenido un pequeño hándicap al que no le daba importancia”, comenta. “Soy alérgico al polen y no me di cuenta hasta bien entrada mi carrera atlética. Siempre tenía como catarros cuando llegaba la primavera. A principios de marzo empieza ya la floración y me afectó bastante”. Pero Durán, con diez internacionalidades en su trayectoria, es consciente de que, por mucho que haya disfrutado corriendo sobre el campo, “la pista es el ser o no ser del atleta, donde demuestra la valía” y precisamente en ella alcanzó su victoria más significativa: campeón de España de 1.500 metros en 1975.
Habían finalizado los Juegos Olímpicos de México en 1968 cuando a Durán se le dio por empezar a correr por propia iniciativa, sin que nadie lo encauzara, y esta fiebre que se había apoderado de él, por supuesto nada peligrosa, ya no se detuvo. Fue su padre, a quien considera de los que más le ayudó a encauzar su vida en el atletismo –tampoco se olvida de su madre-, el que lo inscribió en un cross de debutantes en Castrelos; y tras una primera actuación vino una segunda cuando tenía14 años y se enfrentaba con los que ya contaban 15. Y poco después ya estaba integrado en el Real Club Celta, su club de siempre, excepto el tiempo que defendió al Marina de Ferrol cumpliendo el servicio militar.
Se fue haciendo un hueco entre los prometedores atletas del país y estuvo presente, en 1973, en los Campeonatos de Europa de categoría júnior en Duisburgo (Alemania), donde su actuación no pasó de discreta en los 800 metros. Quedó cuarto, 1:53.26, en la segunda serie, y octavo en la primera semifinal con 1:55.70. La final de 800, a la que no llegó el de Moaña, fue para el británico Ovett en 1:47.53. En aquella grandiosa competición, a la que habían acudido veinte españoles, destacaron sobre todo Fernando Cerrada, oro en 5.000 metros, y Ramón Cid, plata en triple.
En el último tercio de 1974 Estanislao Durán estaba todavía en esa fase en que se esperaba todo de él y por eso le dieron la opción de incorporarse al grupo de atletas de la Residencia Blume madrileña, llegando a estar en la misma hasta mediados de 1977. Pero su paso por el centro no cuajó del todo. “La progresión no fue como debiera”, afirma, aunque no es menos cierto que, residiendo allí, alcanzó el único título nacional que atesora. “Quizá no me aclimaté bien a los entrenamientos que tenía”. Su entrenador en la Blume era José Manuel Ballesteros y… “Quizá no hubiera un feeling como por ejemplo con Ortega. Eran otros métodos”. En todo caso, zanja el asunto sin un gramo de acritud: “Fue un punto y aparte. Una experiencia más en la vida”.
Se estrenaba el mes de agosto de 1975 cuando San Sebastián acogió, en su emblemático Anoeta, los Campeonatos de España en los que hizo valer su condición de atleta brillante en los 1.500 metros. Primeramente necesitó clasificarse para la final siendo segundo, 3:55.0, en una de las dos semifinales y que ganó José Luis González en 3:54.8. Pero en la carrera definitiva, con los mejores en acción, el céltico traspasó la meta en primer lugar en 3:45.9, viéndose muy acechado por Antonio Fernández Ortiz y José Luis González, segundo y tercero, con idéntica marca: 3:46.1.
El transcurso de los años no borró lo más mínimo en Durán la imagen de aquel valioso triunfo. Recuerda que era “un día de mucho calor, un calor tórrido, terrible” y que debió afrontar con decisión la prueba dado que, comenta, fue al frente del grupo hasta el toque de campana. “Ahí me pasa José Luis González, que después sería un gran atleta y de aquella aún era júnior, y Antonio Fernández Ortiz, un atleta ya consagrado. Fueron delante hasta la recta final y me dejaron un huequito en la calle uno porque los dos estaban en un sprint mano a mano…” Aquel hueco le sirvió a él de escapatoria, el sitio perfecto para la huida hacia adelante. “Quizá si no llegan a abrirse no hubiera quedado campeón porque yo también iba justo de fuerzas. Fue una carrera impresionante”.
En 1978, cuando estaba en la mili, se subió por segunda vez al podio de los Campeonatos de España. Sucedió a finales de julio en las pistas sintéticas del INEF madrileño. Y otra vez el calor como protagonista. Atletismo Español habla de un calor sahariano que “perjudicó la bondad de las marcas”. Tras clasificarse segundo en la segunda semifinal de 1.500, se vio recompensado con el bronce de la final con un tiempo de 3:47.6; primero y segundo fueron José Manuel Abascal, 3:45.8, y Serafín Carballo, 3:47.1. En esta ocasión, Durán ya no tuvo opción alguna de triunfo. “José Manuel Abascal”, dice, “era muy superior al resto. Yo me tuve que pelear con el segundo pero al final no fui capaz de cogerlo”.
Lo mejor que hizo en el cross, ámbito en el que supo disfrutar, lo vivió el 28 de febrero de 1982 en el Campeonato de España disputado en Lérida, donde finalizó en tercera posición (sería, además, dos veces cuarto: en 1977 y 1979). La carrera careció de emoción en cuanto a la lucha por el triunfo porque Antonio Prieto ya se distanció de los oponentes más temibles a los tres kilómetros (la distancia a cubrir era de 12.000 metros). Y los más temibles eran Layos, De la Parte y Durán, siendo el primero de ellos el perdedor de la lucha por los otros puestos de honor. “Un buen retorno del gallego Durán”, se escribió en Atletismo Español, “que ha demostrado puede volver a estar entre los mejores atletas del país”.
Como mediofondista reconocido, Estanislao Durán tiene como mejores marcas 1:48.7 en 800 metros y 3:43.1 en 1.500, realizadas ambas en mayo de 1976 y en Madrid. Por ellas se situó en el ranking de aquel año en lugares preferentes. En 800 era tercero, superado únicamente por Ballbé, 1:46.59, y por Páez, 1:48.28. Y en 1.500 estaba cuarto, teniendo como mejores que él a Antonio Campos, 3:41.9, Antonio Fernández Ortiz, 3:42.62, y Antonio Burgos, 3:42.7.
Este año 1976, tan brillante para él en cuanto a marcas personales, fue año especial porque se disputaron los Juegos Olímpicos de Montreal. No acudió a ellos, y bien que lo ha sentido. “Tenía mucha fe, muchas esperanzas en ser olímpico. Es la gran espina que tengo clavada”. No oculta que estaba en una gran forma el mes de mayo (sus mejores registros los había hecho ese mes) y con tiempo por delante, pero… “Estuve con fiebre, cogí como media gripe, estuve en cama dos o tres días y después, cuando reinicié, había perdido la chispa esa que tenía y no fui capaz de hacer la mínima”. Con respecto a esa marca mínima que se exigía señala: “Estaba cerquita tanto en 800 como en 1.500”. Fue, en todo caso, el momento de su vida atlética en la que menos le faltó para poder convertirse en olímpico.
Además de los títulos gallegos que consiguió en cross y los ocho que hay que sumar en la pista (cuatro de 800, dos de 1.500 y uno de 5.000 y de 10.000), obtuvo el de maratón en 1988 en Vilagarcía. La carrera, magnífica, organizada por El Correo Gallego y denominada Maratón de Galicia, la concluyó con un tiempo de 2h14.50, marca a la que la Federación Española no le dio validez al considerarse que el circuito no tenía la medida correcta, aunque sí existía certificación oficial de su distancia exacta. Como apunta Durán “se habían hecho marcas importantes”, pero también, desconcertado, afirma: “Nadie supo decir si la prueba estaba bien medida o no”.
El caso es que el periódico compostelano volvió a organizar el segundo Maratón de Galicia en 1989, pero esta vez en Santiago, con la dificultad que supone para un maratoniano correr en una ciudad con orografía tan adversa para una carrera tan larga. Pero allí se presentó Durán. “Estaba bien preparado”, afirma, “pero fue la primera vez que me retiré de una prueba atlética. En el kilómetro 26 ó 27 tuve una rotura de fibras en el muslo de la pierna derecha y ya no pude dar un metro más”. Se lamenta: “Fue una pena porque lo más seguro es que hubiese sido campeón gallego también”.
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