Persiguiendo el récord
Después de tantos y tantos lanzamientos con el martillo vio recompensado el esfuerzo el mes de junio de 1988 en Santiago de Compostela. César González Fares (Silleda, Pontevedra, 1960-2011) superó el viejo récord gallego en poder del olímpico lucense José Luis Martínez, 64,62 metros en 1968, al lanzar 64,86. La euforia de la ocasión tuvo continuidad. El día 22 de ese mismo mes de junio, en idéntico lugar, el estadio de la Residencia, incrementaría considerablemente la plusmarca al conseguir 65,56. Esta marca le situó en la quinta posición del ranking español aquel año, teniendo por delante a Francisco Javier Fuentes (72,28), Raúl Jimeno (69,22), Antonio María Godall (66,38) y José Luis Velasco (66,20).
Aunque no es imposible vaticinar un récord, tampoco su predicción es fácil. César no creía que tal cosa pudiera suceder. “No me lo esperaba”, comentó en El Correo Gallego el 9 de enero de 1989, donde repasó el exitoso mes de junio del 88. “Esa semana estuviera entrenando mal. Estaba muy irregular. Lanzaba poco porque técnicamente me encontraba muy mal”. Pero esa aparente desgana que pudo haber mostrado por esos antecedentes tuvo que transformarse en una imparable energía. “Tiré tranquilo intentando hacerlo lo mejor posible y me animé con los primeros lanzamientos”. Recordó entonces que sus dos primeros tiros superaran los 64 metros y que el tercero los rozó. Fue con el cuarto lanzamiento con el que obtuvo la plusmarca. “En los dos últimos, con la alegría, perdí la concentración. Pero fue la mejor serie que hice en mi vida”. Aquello fue como abrir las ventanas de par en par para observar el horizonte con optimismo. “A partir de ahí”, añadió, “vino una moral grandísima, aproveché la racha esa que tenía y a la semana siguiente volví a conseguir el récord gallego”.
Sus 65,56 metros del día 22 tienen también su historia. Desmenuza el lanzamiento en su totalidad, con asombrosa precisión. “Sé que fui muy bien los tres primeros giros pero en el último el martillo se me escapó de las manos. Estuve a punto de provocar el nulo porque pensaba que era un lanzamiento muy corto. Mi sorpresa fue cuando se midió y era nuevo récord gallego. Me quedé muy apenado porque si llego a cogerlo bien ese lanzamiento va a 67 metros”.
Esos dos sublimes momentos de junio del 88 representaron para César la culminación de su dilatada carrera atlética. Perseguía una actuación así tal como explicaba en aquel 1989 que empezaba su andadura. “El récord era mi objetivo desde hacía muchos años. Pienso que si no me tengo retirado, porque es muy duro entrenar o estar en una sala de pesas solo, fue debido a que ese récord me animaba a seguir. Me decía que estaba a las puertas de él y si no lo batía yo iba a tardar muchos años en volverse a batir”.
En lo atlético, la vida de César González Fares estuvo estrechamente unida a la de Mariano García-Verdugo, su profesor de Educación Física en el Colegio La Salle compostelano y posteriormente su entrenador. César, según cuenta Mariano, se inició en el atletismo en 1973 cuando era estudiante de 8º de EGB. “Me llamó la atención por su fortaleza y envergadura. Tras un control rutinario de lanzamiento de balón medicinal, vi cómo sobresalía sobre el resto de sus compañeros de los tres cursos de este nivel”. Así, cuando llegaron los campeonatos escolares, Mariano lo invitó a participar lanzando el peso, lo que no dejó de ser un preciso experimento. “Vi que su prueba sería el lanzamiento de martillo ya que le faltaba la explosividad para lanzar la bola”.
Fueron muchas horas las que pasaron juntos Mariano y César. “Su dedicación al entrenamiento era casi total”, refiere el técnico, y en este aspecto convendrá decir que César, superada su etapa escolar, inició estudios de Derecho en la Universidad de Santiago, aunque abandonó la carrera para que no interfiriese en su actividad de atleta. “Tenía que estar todo el día estudiando”, manifestó en abril de 1984 en El Correo Gallego. Entonces ya se había decidido por estudiar Geografía e Historia. “Esto es mucho más fácil, lo compagino mejor. Tengo más horas libres”.
“Mientras yo daba clases de Educación Física en el colegio”, apunta Mariano, “él estaba encerrado en el cuarto que había al lado del gimnasio trabajando la fuerza. Recuerdo que llegaba a hacer sentadillas completas con 240 kg. Luego, antes de comer, nos subíamos al campo de fútbol del colegio y entrenábamos los lanzamientos para, por la tarde y ya en el estadio, hacer la sesión principal de lanzamientos con el martillo reglamentario. Llegábamos a hacer una media de 50-60 lanzamientos por sesión”.
Las interminables jornadas de entrenamiento no debilitaron a César, pero no es menos cierto que era consciente de que su actividad era un tanto especial. “Son entrenamientos muy lentos”, decía el mencionado año 84. “No es como un corredor que tiene que correr una hora y ya está. El día que toca hacer pesas, mientras se realiza un ejercicio, se cambia la barra, es todo un proceso lento. Y los lanzamientos igual. Si tengo que hacer cuarenta tiros con dos martillos tienes que ir después andando a buscarlos. Es muchísimo el tiempo que se pierde”.
Era consciente de que se dedicaba a un lanzamiento de aprendizaje complicado y cuya técnica había evolucionado con el paso de los años. “Perdí mucho tiempo en el cambio de una técnica a otra”. Decía entonces que todavía estaba asimilando la nueva. “Antes siempre se procuraba adelantar el martillo; ahora no. Lo que se intenta es seguir el martillo. Como describe un círculo es dejarse llevar por él. En sí es mucho más fácil. No tienes que hacer tanta fuerza”. Y Mariano, en aquellos años 80, decía: “Gracias a los adelantos que hay poco a poco vamos mejorando. Hoy ya tenemos un vídeo y se van mirando los defectos a cámara lenta porque a la velocidad que se gira es muy difícil verlos”. Y el propio César era sabedor del papel que estaba jugando Mariano: “Lo es todo para mí. Me descubrió. Un lanzador nunca puede progresar si no tiene a alguien que lo mire para corregir detalles técnicos”.
César González Fares quedó subcampeón de España juvenil en 1977 (lanzó 41,64 y el vencedor, Nieto Núñez, 44,86) y júnior en 1978 (llegó hasta 47,94, batido por Raúl Jimeno, 55,88). Y ese año 1978 alcanzó la internacionalidad en la categoría júnior compitiendo en Bolonia contra Grecia e Italia, perdiendo España ante sus dos rivales y obteniendo únicamente dos victorias: la de Antonio Corgos en longitud y la del coruñés Emilio Rogel en 2.000 metros obstáculos. En martillo, César fue el quinto clasificado con 47,28, quedando tras él Nieto Núñez, 42,94; la victoria la obtuvo el griego Apostolidis de una forma clara al conseguir 57,80.
Se le vio nueve veces en los Campeonatos de España (la primera en 1980 y la última en 1989), habiendo subido al podio solo en 1985 para recoger la medalla de bronce; hay que añadir, además, que fue dos veces cuarto, tres veces quinto y otras tres veces séptimo.
En Gijón, en 1985, cuando acabó tercero lo hizo por lanzar 60,44, siendo inalcanzables Raúl Jimeno, vencedor con 68,48, y José Luis Velasco, 63,28; estos tres atletas fueron los únicos que superaron la barrera de los 60 metros.
Otras dos buenas actuaciones suyas, las que le dieron la cuarta posición, las obtuvo en su debut en la competición en 1980 en Madrid con un tiro de 52,78 y batido por Jimeno (63,30), Alcántara (61,96) y Fibla (53,88), y en 1986, de nuevo en la capital de España, donde llegó hasta 59,76, superado por Jimeno (72,36, récord nacional), F.J. Fuentes (70,88) y J.L. Velasco (62,90).
En 1993, en un ranking español de todos los tiempos, la marca de César de 65,56 del año 1988 le situaban en la décima posición, encabezando la relación Raúl Jimeno con 72,36, seguido de Francisco Fuentes con 72,28 y Antonio María Godall con 69,28. A estos tres primeros espadas le seguían Alejandro Marfull (68,76), José Alcántara (67,96), José Manuel Pérez (67,48), Juan Carlos Álvarez (66,28), José Luis Velasco (66,20) y Raúl Fuentes (65,94).
César González Fares, que conquistó ocho títulos gallegos (en la década de los 80), desarrolló prácticamente toda su actividad en las pistas perteneciendo al CUA (Club Universitario de Santiago), aunque en 1989 se integró en el New Balance San Miguel de Oia. Y conviene destacar que al mismo tiempo que se dedicaba al atletismo era jugador de balonmano, primero en el Universitario compostelano y después en el Lalín. Aunque en algún momento llegó a pensar en abandonar el balonmano porque, decía, “me come mucho tiempo los fines de semana; no puedo entrenar por la mañana atletismo y por la tarde balonmano”, lo cierto es que nunca dejó de estar con el balón entre las manos porque, al no competir con el martillo durante el invierno, le servía de válvula de escape. “Me motiva”, indicaba, “jugar mis partiditos los fines de semana”.
A César lo conocí por los años 77 a 79 , en un control para un España Francia Italia límite (60) q se celebró en Granollers , allí fuimos José Luis Velasco, César González y el menda. Tuve mucha suerte y gane yo con 57,94 después deje de lanzar y no he vuelto a saber nada de él. Pero lo que si recuerdo es en el aeropuerto de Madrid las risas que nos pegamos con su acento gallego, José Luis Velasco, César y yo.
Gran lanzador.
Con la emoción de recordar a un compañero, he pasado por alto un detalle perverso (1060-2011) después de la alegría por leer algo que recordaba me llevo el
disgusto.
DEP.
A Cesar lo conocí haciendo la mili, estábamos en la misma compañía Transpotres acuartelamiento de Torreblanca un tío que todo lo grande que era lo tenía de bueno. D.E.P.
Lo conocí en La Salle.
Un tío genial. DEP.
Coñecino en La Salle. Era o adestrador do equipo de balonmán no que xogaba e logo xogamos un ano xuntos no estradense antes de marchar para Lalin. Sempre recordarei as horas que estaba no ximnasio adestrando el so. A outra gran poaixón de Cesar era a caza, facía uns relatos impresionantes fos seus cans na cacería.
Un tipo cun corazón enorme.
Fomos ompañeiros en La Salle, fumos a un campionato nasional en Granada, grande persoa. DEP
Cesar fue mi entrenador de balonmano en el colegio, cogió a los que no eramos buenos en el baloncesto y nos «fichó» buena persona y le agradezco haber cogido el habito de de