Dos deserciones en su camino
Carlos Pérez llegó al atletismo de una manera casual. Siendo delegado de un equipo del Frente de Juventudes de Vigo que acudía a una competición de cross, tuvo que sustituir inesperadamente a uno de los atletas que se había torcido el tobillo. Corrió muy bien, quedó entre los primeros y Luis Miró le echó el ojo y acabó siendo su entrenador. No tenía más de 16 años, pero transcurridos unos cuantos se convirtió en una fondista excepcional, eficaz en todos los terrenos (pista, cross y asfalto), por lo que ostenta un palmarés magnífico.
La primera vez que abrió la puerta del éxito con un título así rimbombante ocurrió en julio de 1958, en San Sebastián. En la capital donostiarra, en los Campeonatos de España, batió al renombrado Amorós en unos emocionantes 10.000 metros (30:14.6 de uno por los 30:17.4 del otro). Y no hubo necesidad de esperar demasiado para que reafirmara su indiscutible talento. Porque en 1959 no dejó un resquicio para que los rivales pudieran disfrutar igualmente del triunfo. Carlos Pérez tuvo, en esa antesala de los 60, tres espectaculares victorias.
Entre casi 130 competidores, en la Casa de Campo madrileña, trató de que no se le incordiara demasiado para poder sumar un campeonato nacional de cross. “No sabemos si el galleguito”, se cuenta en Atletismo Español, “cuajado definitivamente en gran figura, se hubiese alzado con la victoria de haber participado Amorós. Lo cierto es que, tal y como se desarrolló la carrera, su triunfo fue indiscutible y sin lugar a dudas”.
Y cuando surgió el estío, en las pistas en no muy buenas condiciones de Berazubi, en Tolosa, el pequeño vigués asestó otro golpe sin contemplaciones al ganar claramente los 5.000 y 10.000 metros. Si alguien se erigió en figura principal de esos Campeonatos de España del 59 sin duda debió ser él. Los 5.000 los acabó en 14:17.8, con suficiente margen sobre J. Molins, 14:34.0, y no digamos sobre L. García, 14:48.8. Pero es que en los 10.000 tampoco hubo color. Carlos finalizó la carrera en 30:46.6, mientras que García se quedaba en 31:29 y Quesada en 31:50.6.
Nadie con intenciones de hacer historia como atleta quería pasar desapercibido en 1960. Quien más quien menos debía tener subrayado en rojo los Juegos Olímpicos de Roma. Pues manos a la obra. Carlos se hizo con el segundo y definitivo título español de cross. Esta vez el escenario fue el Hipódromo de Lasarte, en San Sebastián. “La ausencia de figuras de primera categoría, daba favorito a Carlos Pérez, que en la actualidad es el mejor especialista que tenemos”, se reflejó en Atletismo Español. El gran Antonio Amorós estuvo presente, pero salía de una lesión y era complicado que pudiera hacerle frente al tenaz vigués. Y ninguno del centenar de participantes hizo mella en él. Faltando más de una vuelta ya no tuvo oponente que le inquietara. Amorós fue sexto.
El dominio de Carlos Pérez en el cross doméstico en 1959 y 1960 de nada le valía cuando se acercaba al Cross de las Naciones. Estuvo en él una decena de veces y su mejor actuación la consiguió precisamente en el 59 (decimosegundo clasificado y primer español) porque en el 60 ya se fue al puesto 28, el cuarto mejor suyo de cuantos obtuvo en este torneo de corte mundial.
Pero vayamos al verano de 1960, el año olímpico. En Barcelona, después de quedar cuarto en la final de 5.000 metros, al día siguiente, en Monjuic (los 5.000 fueran en el recinto de la Ciudad Universitaria), Carlos Pérez obtuvo el que fue su tercer título nacional de 10.000 (el último se demoró hasta 1968). En esa ocasión ganó con 30:40.8, mientras que Fernando Aguilar hacía 30:51.0 y M. Vidal, 31:23.4. “La lucha entre Aguilar y Carlitos Pérez”, se escribió entonces, “se produjo desde las primeras vueltas. El “guipuzcoano” Aguilar, nuestro mejor fondista para el próximo año, atleta con facultades espléndidas y enormes posibilidades, luchó con todas sus fuerzas y nos dio la impresión de que iba a ganar, pero Carlos Pérez otro corredor pletórico de coraje y de cualidades atléticas, le cerró el paso y le ganó merecidamente; por 60 metros de ventaja”.
Entre los trece atletas españoles (solo hombres) que estuvieron en los Juegos de Roma figuraba Carlos Pérez. Participó en la final directa de 10.000 metros en la que se clasificaron 29 atletas y hubo tres retirados. Finalizó en el puesto vigésimo quinto con un registro de 30:35.8. El soviético Bolotnikov, 28:32.2, récord olímpico, se llevó el máximo galardón; la plata quedó en poder del alemán H. Grodotzki, 28:37.0, y el bronce lo acaparó el australiano D. Power, 28:38.2.
En un informe presentado a la Delegación Nacional de Educación Física y Deportes se decía que el gallego había tenido una actuación “discreta”; se hacía mención a que tenía esa temporada un registro de 30:13.4, el primero del ranking, por lo que, de haberlo repetido, hubiese ocupado el puesto 21.
El protagonista, por su parte, saca este recuerdo de su debut olímpico: “Sabía que no podía aspirar a los primeros puestos, pero tenía la intención de no quedar entre los últimos. Me dije, `si quedo de la mitad para arriba me conformo´. Era mi objetivo. Hay que tener en cuenta que hacía mucho calor y el peor enemigo que siempre he tenido no fueron los atletas sino el calor”.
En el transcurrir atlético de Carlos existen dos momentos en los que dijo ¡basta! y se hizo a un lado para que corrieran otros; con él ya no iba eso. La primera de sus renuncias tuvo lugar en los primeros meses de 1961; fueron quince meses de ausencia. Quien lo recuperó para el atletismo fue Alfonso Posada, en 1962. “Tanto me animó que empecé de nuevo”, indica. “Las pasé muy canutas porque pesaba diez kilos de más” Si en sus inicios lo había entrenado Luis Miró, ahora pasaba a dirigirlo Posada, hasta que finalmente fue Alfonso Ortega su mentor.
Poco antes de 1964 se produjo una segunda deserción que le mantuvo alejado de su mundo algo menos de dos años. Pero retornó en el momento en que fue capaz de encauzar de la mejor manera posible su actividad laboral. Y todavía le quedó tiempo para volver a ser olímpico un par de veces más.
Si tras la primera huída del ambiente atlético fue capaz prácticamente al instante de lograr la medalla de bronce de 10.000 metros en los Juegos Atléticos Iberoamericanos de 1962 en Madrid, al regresar de la segunda espantada se hizo rocoso, nada vulnerable en las distancias de considerable kilometraje.
Por eso en 1966, en el Puerto de Sagunto (Valencia) ganó la primera edición del Campeonato de España de Gran Fondo (30 kilómetros) al que se presentaron cinco atletas. Carlos Pérez los corrió en 1h39:8.0.
Volvería a hacerse con este título en 1968, en la carrera disputada en Sueca, a una treintena de kilómetros de Valencia, por “carreteras comarcales y entre huertos de naranjos y campos de arroz”, se lee en Atletismo Español. Aquí Carlos, entre una decena de contendientes, dominó a placer y “se despegó de sus rivales cuando estimó conveniente”. Su tiempo fue 1h35:48 y Juan Hidalgo, segundo, terminó en 1h37:41.6.
El último triunfo en el Campeonato de España de Gran Fondo se produjo en 1969, en Tarrasa. “De todos los corredores que se presentaron a disputar los 30 kilómetros de carrera”, se escribió, “en realidad muy pocos merecían el calificativo de especialistas de maratón. Baste decir que Carlos Pérez llegó con dos minutos de ventaja, como podía haberlo hecho con más, pues se limitó a ganar de la manera más cómoda, sin esforzarse”.
En esta ocasión la participación estuvo cercana a la veintena de atletas. Carlos marcó un tiempo de 1h36:00. Y Agustín Fernández, segundo, hizo 1h38:16.
Consagrado maratoniano (ganó cinco títulos nacionales, desde 1966 a 1970), el 3 de noviembre de 1968, recuperado plenamente de su actuación maratoniana de los Juegos Olímpicos de México, afrontó en el estadio de Riazor una carrera de 25.000 y 30.000 metros en busca del récord español que tenía en su poder el zaragozano Alejandro Pérez desde 1942 en 1h26:50.4 y 1h45:03.2 respectivamente (unas mejores marcas de Miguel Navarro en 1964 no habían sido homologadas).
Sobre la ceniza de Riazor, Carlos Pérez se vio acompañado por Álvarez Salgado (dejó la carrera a los 9 kilómetros al sentir una leve contractura muscular) y algunos atletas coruñeses. Al final de la carrera, su esfuerzo se vio recompensado: el récord de 25.000 metros en pista se quedó en 1h20:03.2 y el de los 30.000 en 1h36:32.4.
Y el 2 de septiembre de 1969, otra vez en Riazor, el vigués atacó sus propios registros de estas distancias poco habituales en pista quedándose así las nuevas plusmarcas: 25.000 metros, 1h19:56.8, y 30.000 metros, 1h36:07.8.
Además de dos medallas de bronce que hay que consignarle en los Juegos Mediterráneos de 1959 (5.000 metros) y de 1967 (maratón), no conviene olvidarse de los tres títulos gallegos que obtuvo en cross y los once en pista, títulos casi todos ellos logrados cuando era integrante del Alerta.
Carlos Pérez, que perteneció en los primeros años al Club Alerta de Vigo y al Real Club Celta a partir de 1962, tuvo como mejores marcas (todas ellas en pista de ceniza) 3:50.0 en 1.500 metros, 14:12.2 en 5.000 y 29:25.2 en 10.000; en maratón, 2h16:27.
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