1999: un año colosal

Su presencia en Atenas tenía una ilusionante y complicada misión: derribar el récord español de 1.500 metros en pista cubierta (3:35.29) en poder de Fermín Cacho desde 1991. Para semejante empresa, Andrés Díaz (A Coruña, 1969) se había llevado a Pedro Esteso para que ejerciese de liebre.  En todo caso, sería una carrera más en su preparación para los Campeonatos del Mundo que tendrían lugar de inmediato en Maebashi (Japón). Pero lo que ocurrió el 24 de febrero de 1999 en la pista griega fue algo apoteósico. Además de triturar la plusmarca de Cacho al haber realizado 3:33.32, Andrés también acabó con el reinado continental del británico Peter Elliot (3:34.20 en 1990). Abría así las puertas a un  reconocimiento inmenso y se situaba el quinto del mundo de 1.500 en sala, ¡casi nada!, tras gente tan fabulosa como El Guerrouj (3:31.18), Rotich (3:32.11), Gebrselassie (3:32.39) y Niyongabo (3:33.17). Todavía en 2017 nadie le ha arrebatado la plusmarca europea.

Andrés Díaz tras batir el récord de Europa de 1.500 metros de pista cubierta en Atenas en febrero de 1999

Cierto es que Andrés se había asomado por aquel mes de febrero de 1999 de la mejor de las maneras, con una puesta a punto inmejorable ya desde el primer momento. Porque el día 7, en una reunión en Stuttgart (Alemania), hizo que se tambaleara la plusmarca de Cacho, aunque no cayera.  Corrió entonces en 3:35:57, siendo superado únicamente por Gebrselassie, que dejó un crono de 3:34.28. Pero días más tarde acudió a Birmingham (Reino Unido) para participar en una carrera de 2.000 metros que concluyó en récord de España al pararse el tiempo en 4:56.87.

La gloriosa carrera que le permitió ser plusmarquista europeo de 1.500 en sala la acabó en primera posición, y tras él fueron traspasando la meta el keniata William Tanui (3:35.17), el también keniata David Lelei (3:40.60), el polaco Leszek  Zblewski (3:41.99), el griego Panagiotis Papoulias (3:42.25), y el keniata Moses Kigen (3:42.28). Para el coruñés la de Atenas ha sido la obra cumbre de su carrera atlética, no precisamente huérfana de buenas actuaciones. Pero lo acontecido el 24 de febrero de 1999 se sitúa en una dimensión especial. “No me lo creía”, manifestaría en 2008. “Incluso uno de mis ídolos, Steve Owett, de la gran escuela inglesa, campeón olímpico, vino a felicitarme”.

Miguel Calvo, miembro de la Asociación Española de Estadísticos de Atletismo (AEEA), reunió en 2014 las opiniones de los dos protagonistas de aquella gesta ateniense, Andrés Díaz y Pedro Esteso, que fueron desgranándole lo acontecido y que, por lo manifestado, da la impresión de estar reviviendo un acontecimiento todavía muy reciente.  Le dijo Esteso que poco antes de darse la salida les habían comunicado que no se podía contar con la primera de las liebres previstas. “Rápidamente me mentalicé para hacer todo el trabajo. Sólo tenía que correr rítmicamente, y tras la salida ya tenía a Andrés perfectamente colocado a la espalda”.

Todo discurrió según lo previsto por quien hacía de liebre, corriendo los 400 metros en 57 segundos, los 800 en 1:54 y los 1.000 en 2:23, acabándose ahí la labor encomendada a Esteso. Lo que vino luego, los últimos 500 metros, fue cosa en exclusiva de Andrés. “Sin Pedro no me habría salido”, expone muy agradecido. “Es un amigo, una persona con la que siempre he conectado muy bien, y me motivó mucho. En carrera me clavó los ritmos. Fue como un entrenamiento, sólo tenía que seguir su camiseta.  La prueba pasó tan rápido que no tuve ningún desgaste psicológico”.

De izquierda a derecha, Andrés Díaz, Haile Gebrselassi y William Tanui en el podio de 1.500 metros en los Mundiales en sala de Maebashi 1999

Además de correr, y mucho, Andrés, por lo que parece, tuvo tiempo de ir recogiendo en su memoria cuanto de interés para él sucedía en la pista.  Y lo cuenta así: “Cuando Pedro se retiró, se quedó en la calle tres sin parar de animar. Estaba a pie de pista y le oía perfectamente. Además no se quedó estático, iba gritando de un lado a otro, llevándome en volandas. Había muchísimo público, pero la gente estaba bastante tranquila, por lo que no dejaba de escucharle. Las gradas estaban llenas, pero en silencio. La gente no era consciente del ritmo al que estábamos corriendo hasta que por megafonía anunciaron el récord de Europa y todo se convirtió en un estruendo”.

Pedro Esteso le describe con absoluta precisión a Miguel Calvo cómo vio a Andrés tan pronto   dio por concluida la carrera: “No era consciente en ese instante de la magnitud de lo que había logrado”. Fue un momento muy emotivo. “Nada más acabar la carrera nos fundimos en un abrazo que cuando lo recuerdo todavía me brillan los ojos por la felicidad que me produjo, por el sentimiento de admiración hacia Andrés y hacia el hecho de haber podido contribuir en su hazaña”.

Para Andrés Díaz ese instante último fue igualmente crucial, el resumen perfecto de un día inolvidable con un amigo plenamente entregado: “La imagen de los dos abrazados creo que resume muy bien la carga tan emocional que tuvo este récord. Si además de que consigues algo así, estás con un amigo y encima ves que se siente tan partícipe hasta el hecho de que parece más feliz que tú… Fue un momento tan especial que lo tuvo todo”.

Con la inercia de tan deslumbrante actuación se presentaría pocos días después el atleta gallego en Maebashi donde, del 5 al 7 de marzo, se disputaron los Campeonatos del Mundo en sala. Intervino en la primera eliminatoria de 1.500 y acabó cuarto con 3:42.58, clasificándose para la final por tiempos. Y ya en la carrera definitiva sacó de ella la medalla de bronce, compensación muy jugosa si se tiene en cuenta la calidad de los rivales.

El keniata William Tanui mandó buena parte del tiempo en la carrera, pasando los 400 en 56:71 y los 800 en 1:54.20; por los 1.200 el que ejercía el dominio era su compatriota Laban Rotich en 2:52.58. Gebrselassie, que dos días antes había vencido en los 3.000 metros, no se arrugó ante el ritmo impuesto y superó, en los metros finales, al ya mermado físicamente Rotich.  El etíope marcó 3:33.77 y Rotich hizo 3:33.98. En cuanto a Andrés, conviene significar que “se mantuvo casi siempre muy bien colocado”, según Atletismo Español, y en la última recta superó al portugués Rui Silva y posteriormente a Tanui (campeón olímpico de 800 en Barcelona 1992). El coruñés finalizó en 3:34:46, Tanui en 3:34.77 y Rui Silva en 3:34.99.

El atleta coruñés, en el centro, en los Mundiales de pista cubierta de Maebashi 1999 (Atletismo Español)

Siguió empujándolo ese maravilloso 1999 un viento favorable de tal manera que se mantuvo con un estado de forma prácticamente exquisito en los días finales del mes de julio en Sevilla. En la capital hispalense se disputaron los Campeonatos de España y sería entonces cuando obtuvo el que fue su único título nacional al aire libre al imponerse en los 1.500 metros (había sido machaconamente segundo sobre todo en 800). No es de extrañar su desbordante alegría. Hay palabras que lo dicen todo: “He salido con rabia porque en mi historial faltaba algo como esto. Ahora creo que ya me he ganado un hueco en el atletismo español”.

Los 1.500 suponen siempre un atractivo. Son poseedores de una fuerza que no pasa desapercibida. También en esta ocasión y máxime teniendo en cuenta que en acción estaban Fermín Cacho, Reyes Estévez y Andrés. Procuraron, eso sí, tener el menor desgaste posible en semifinales para presentarse con sus posibilidades intactas a la hora de acometer la lucha por las medallas.

Al que primero se le notó cierta inquietud fue a Reyes Estévez, aunque con un ritmo tranquilo en los 400 metros iniciales, con sus más directos rivales marcándolo estrechamente. Más tarde pasaría a la cabeza Andrés, quien fue aumentando paulatinamente el ritmo de manera que, en la última vuelta, solo le seguían Cacho y Estévez. Éste fue el primero en claudicar mientras Cacho llegaba a la altura del coruñés con el firme propósito de acabar con él, pero fue  Andrés el que se permitió una nueva aceleración para poder llegar así victorioso a la meta.  Ganó su ansiado oro con un registro de 3:41.21, Fermín Cacho arribó en 3:41.61 y Reyes Estévez en 3:44.18.

La faena de aquel año 99 había que redondearla, pero siendo conscientes de que con lo hecho hasta entonces era más que suficiente para haber salido a hombros. Claro que todavía faltaban por disputarse los Campeonatos del Mundo en Sevilla y no debía despreciarse la ocasión para seguir deslumbrando entre los mejores de los 1.500. Como así sucedió.

La acción para los cuarenta atletas inscritos comenzó el 21 de agosto con las eliminatorias. Andrés quedó tercero en la suya con un tiempo de 3:37.68, superado por el keniata Ngeny, 3:37.41, y el argelino Morceli, 3:37.63; un día más tarde se corrieron las semifinales y el coruñés, participante en la segunda, acabó segundo en 3:36.33, batido otra vez por Ngeny, 3:36.13. Y después disputó la final el día 24.

Participando en los Campeonatos del Mundo del año 1999 en Sevilla

“La del kilómetro y medio”, se lee en Atletismo Español, “no fue una final habitual en unos campeonatos, porque se corrió a ritmo de récord del mundo. De hecho, la prueba contó con una `liebre´, aunque no oficialmente reconocida: el marroquí Adil Kauoch, un atleta de 20 años acreditado en 3:34.28”. Este atleta preparaba el terreno para su compatriota El Guerrouj, aunque éste “desmintiese luego cualquier tipo de connivencia entre ambos”. Adil Kauoch pasó por los 400 metros en 54:31 y los 800 en 1:52.15, y ya por los 1.200 era El Guerrouj el que tenía el mando en 2:46.79, de manera que, cuando se llegó a la última vuelta, iba seguido por Reyes Estévez, Noah Ngeny, Fermín Cacho y Andrés Díaz. Nadie dio alcance al marroquí y Ngeny, por su parte, superó a Estévez, con lo que éste se colgó la medalla de bronce, Cacho terminó cuarto y Andrés quinto.

“El balance cronométrico de la carrera sevillana fue extraordinario”, relata Atletismo Español. “El Guerrouj (3:27.65) pulverizó el récord de los Campeonatos; Ngeny (3:28.73) batió la plusmarca de su país; Estévez (3:30.57) realizó su mejor registro personal; Cacho (3:31.34), la segunda mejor marca de toda su vida y Díaz (3:31.83) también corrió más que nunca. El propio Andrés hubiera sido campeón del mundo con este registro en cualquier edición anterior de los Campeonatos del Mundo, y, sin embargo, sólo fue quinto. Las lágrimas que vertió tras la prueba son plenamente justificadas”.

Ciertamente, el coruñés, a pesar de su impecable actuación en carrera tan prodigiosa, se encontraba abatido. Así se manifestó: “Estoy triste porque he perdido una gran oportunidad de coger medalla. Este año estoy en una gran forma y, aunque esta haya sido la mejor carrera en la historia de los Mundiales e incluso yo haya hecho marca personal, creo que la medalla estaba a mi alcance”.

Y contó entonces cómo se había visto en cada una de sus intervenciones en los 1.500. “En series me encontré muy duro, noté que llevaba bastante tiempo sin competir, por eso no me llevé ningún palo ni nada parecido, sabía que me iba a costar coger el ritmo. Luego en semifinales me solté y cogí mucha moral para la final, allí me pareció recuperar mi mejor forma”.

De la carrera definitiva comentó: “En la final salí muy confiado, pensando en la medalla”, sin embargo a continuación señala que durante el calentamiento no había tenido las mejores sensaciones, al verse fatigado de las rondas previas. “Me encontré mal desde el primer momento, porque aunque íbamos rápido yo tenía que estar allí. Luego pensé en seguir luchando porque al final sacaría mi cambio, pero no fue así. Por todo esto me dolió el quinto puesto”.

Hacía también una última reflexión: “Objetivamente el resultado es bueno, pero yo estaba muy bien y los años pasan y no hay que perder oportunidades, porque a lo mejor me marcho de este deporte sin conseguir ninguna medalla importante al aire libre”.