Cinco medallas de oro

Alejandro Gómez  llegó a correr los 10.000 metros en 27 minutos 39 segundos 38 centésimas el año 1993, con lo que conseguía encabezar el ranking nacional por primera vez después de haber sido segundo en 1989, 1990 y 1991, y tercero en 1992. Sin duda, una gran marca pero que no le valió para arrebatar el récord de España a otro fondista espléndido, Antonio Prieto, quien en 1990 había cubierto la distancia en 27:37.49. Aunque se quedó sin plusmarca (sus récords los obtuvo posteriormente en el asfalto), sí le sacó jugó a los 10.000 al haber sido cinco veces campeón de España y tras haber insistido en los 5.000 metros, prueba en la que sumó tres triunfos nacionales perteneciendo a la categoría promesa (1986, 1987 y 1988); en 1987 también logró el galardón en 3.000 obstáculos.

Alejandro Gómez, segundo por la derecha, integrante del Larios, corre 5.000 metros en la Copa de Europa en Jerez en 1991 (Atletismo Español)

Después de ver cómo Jaime López Egea lo dejaba sin la medalla de oro de 5.000 metros absoluto en Barcelona (1987) tras un categórico sprint faltando 200 metros para la meta (el ganador terminó en 14:02.97 y Alejandro en 14:07.61), volvería otra vez a la Ciudad Condal, en 1989, para convertirse en campeón de España de 10.000 por primera vez. De él comenta Atletismo Español que “ganó con una facilidad meridiana” pero haciendo ver que se habían producido ausencias, entre ellas la del hombre más significativo: Antonio Prieto. El vigués ganó con 28:54.34 tras una carrera cómoda: “No hizo más que recoger cadáveres y llegó a la meta distanciando sobradamente al salmantino Honorato Hernández, un maratoniano más bien lento, y doblando a Constantino Esparcia, hombre ya perdido para la pista, aunque muy valioso en campo a través”.

Se calzó de nuevo las zapatillas y buscó repetir la jugada interviniendo en los 5.000, sobre todo teniendo en cuenta que tenía la mejor marca de todos los competidores.  Pero la jugada no le salió medianamente bien. Se comentó que “tal vez estaba excesivamente cansado, porque el vigués no es corredor habitual de la distancia más larga”, pero fuera por esta causa o por alguna otra el caso es que el vigués acabó quinto (13:41.67) y aquello supuso, naturalmente, la puntilla: “Alejandro fracasó de forma ostensible”. El preciado título quedó en manos de José Luis Carreira (13:38.54).

Los Campeonatos de España de 1991 volvieron de nuevo a Barcelona, en concreto al estadio de Montjuic cuando se iniciaba agosto, y en ellos Alejandro conseguiría la segunda medalla de oro, relatándose el  hecho de este modo: “La jornada se cerró con un emocionante 10.000, última oportunidad para que Antonio Prieto consiguiera la mínima para Tokio. Algunos compañeros de carrera salieron dispuestos a ayudar tirando, Albentosa lo hizo hasta los 6 km., pero cuando éste se retiró quedaron solos en cabeza Prieto y Alejandro Gómez, que se aprovechó del trabajo del segoviano, no dio ni un solo relevo y le venció en el sprint”. El podio quedó configurado así: Alejandro Gómez, 28:10.27; Antonio Prieto, 28:15.08; y Juan Antonio Crespo, 28:49.24.

Conviene no soslayar una situación que, para Atletismo Español, se estaba produciendo en los últimos años en las carreras de fondo consistente en que acababa triunfado el atleta más rápido por la razón de que se decidían las mismas en los doscientos metros finales. Y esto se había dado de nuevo en los Campeonatos de España de 1993 celebrados en Gandía, donde catalogaba como similares las actuaciones de Abel Antón y Alejandro Gómez en 5.000 y 10.000 metros respectivamente. “Asoman la cabeza en la última vuelta y dan el hachazo a la altura de la ría de obstáculos”.  Y, refiriéndose a la competición más larga, comentaba su desarrollo en estos términos: “Los hombres del Reebok –Fiz, Prieto, Arco- imprimieron un rápido ritmo en los primeros kilómetros del diez mil para intentar descolgar a sus dos máximos rivales, el gallego Gómez y el manchego Antonio Serrano. Al final quedaron estos dos con el vasco Fiz, así las cosas y gracias a una última vuelta en 56.7 el atleta del New Balance consiguió su tercer título en la distancia”.

El vigués, primero por la derecha, en un encuentro con la selección española correspondiente a la Superliga Copa de Europa en 1995 (Atletismo Español)

El atleta del New Balance era  Alejandro Gómez, quien traspasó la meta en 28:25.53, haciéndolo Antonio Serrano en segundo término en 28:27.90 y después Martín Fiz en 28:28.62.

El intenso calor que sufrió Madrid cuando se disputaron en julio de 1995 los Campeonatos de España repercutió de una forma tremenda en el desarrollo de los 10.000 metros. Los atletas se movieron con actitud cansina, no estaban para desmesuradas alegrías. “Estas precauciones de los contendientes”, se relata, “permitió a siete atletas escoltar a Alejandro Gómez durante 24 vueltas, pero ahí se acabó la contemporización del vigués y 56 segundos en los definitivos metros le catapultaron hacia el oro”.  Se plantó en la meta, como era de esperar, con una marca de escaso valor (29:29.15), y tras él quedaron Antonio Serrano (29:30.31) y Fabián Roncero (29:30.86).

En 1996, los 10.000 metros se desgajaron del programa de la cita nacional (tuvo lugar en Málaga los días 28 y 29 de junio) ubicándolos en exclusiva en el undécimo Trofeo Ayuntamiento de Barakaldo el 19 de junio. Y, según el cronista de Atletismo Español, Alejandro Gómez perdió una oportunidad maravillosa de poder superar el récord nacional de Antonio Prieto. Indica que el vigués se puso a la par de Carlos de la Torre cuando quedaban  poco más de mil metros para el final y ambos, viendo que Abel Antón no suponía una seria amenaza, optaron por hacer juntos este tramo último, entrando incluso en meta cogidos de la mano.  Los 27:49.10 de Alejandro significaban un nuevo récord de los campeonatos; a Carlos de la Torre se le otorgaron siete centésimas más, es decir, 27:49.17, mientras que Abel Antón ocupaba la tercera plaza con 27:54.05. La carrera había dispuesto de dos liebres keniatas, Kimei y Moiben, y se había disputado en un ambiente algo fresco, con sirimiri y todo, o sea, un ambiente ideal para que se hubiese podido responder con una hazaña y que no se produjo.