Ganar a las puertas de casa
Los parroquianos de Zamáns no quisieron dejar solo a uno de los suyos y en buen número se presentaron en el circuito de Baiona, prácticamente al lado de casa, para ver competir al principal favorito en la lucha por el título nacional de cross en 1989. Para Alejandro Gómez, todavía muy joven (había sido campeón de España juvenil en 1984 y tres veces promesa, de 1986 a 1988), aquella carrera el 5 de marzo suponía “un reto muy grande” y un acicate frente a quienes decían que “no podría aguantar la presión”. Pero atravesaba por un buen momento. En febrero, entre un contingente de casi 290 atletas, había sido el mejor en el Campeonato de España de clubes, aunque el New Balance, su equipo, acabara segundo. Y en Baiona, al calor de su gente, no defraudó, superando a Antonio Prieto y Constantino Esparcia.
Aquel triunfo en Baiona fue lo que se dice contundente. “Mi entrenador estaba muy nervioso”, llegó a afirmar sobre tan emocionante momento. “Le indiqué que no me dijera nada en la carrera, que me dejara correr como yo quería correr”. Explica que, en ocasiones, Julio Rodríguez le había dicho ¡ataca! sin saber con exactitud si iba bien o no, de ahí que él quería depender únicamente de sus sensaciones, de cómo le iría respondiendo su cuerpo. “Le comenté que iba a ganar al final, al sprint, y cuando le dije eso se puso mucho más nervioso”. Y con esa idea se esforzaba Alejandro kilómetro tras kilómetro cuando Antonio Prieto forzó bruscamente el ritmo faltando tres vueltas, lo que provocó en el vigués un pensamiento de esta naturaleza: “A la siguiente te voy a demostrar cómo hay que cambiar”. Y pensado y hecho. “Me fui, quité ventaja y di dos vueltas solo. Para mí era un paseo triunfal. Estaba mi gente allí, mi pueblo. Fue una exhibición”.
Ese fervor de sus convecinos ya lo había vivido en el verano de 1986 cuando, en Atenas, se había proclamado subcampeón mundial júnior de 5.000 metros (13:55.94), cediendo únicamente ante el keniata Peter Chumba (13:55.25), atleta que corría descalzo. Relata que, cuando regresó, Zamáns estaba celebrando las fiestas en honor de la Virgen de los Afligidos pero lo acabaron convirtiendo a él en el centro de todas las miradas y elogios. Le hicieron subir al palco para que pudiese ser aclamado por el gentío. “Parecía la fiesta de Alejandro y no la de la Virgen de los Afligidos”, recuerda. “Le dediqué mi pantalón y mi camiseta. Aquello fue mucho más glorioso para mí y para el pueblo”.
Otro 5 de marzo pero de 1995, en Vitoria, el vigués, con una actuación valerosa, se hizo con el que sería su segundo y definitivo título nacional de cross. Sobre un terreno complicado, maltratado por el agua y el barro, dejó paralizados a todos los contendientes al marcharse en solitario a unos siete kilómetros de la meta. Más que una actitud atrevida, alocada, aquello acabó siendo un desafío sin respuesta. La pelea, desde aquel instante, solo se produjo en segundo término; delante, majestuoso, siempre caminó “sin dar muestras de flaqueza” (Atletismo Español) el caballero de Zamáns. La segunda plaza se la adjudicó José Manuel García y la tercera, ganándosela a pulso en el tramo final, el también vigués José Carlos Adán.
Una de las intervenciones con mayor repercusión y recompensa de Alejandro como corredor de cross se produjo el 3 de diciembre de 1995 en Alnwick (Gran Bretaña) donde se disputó la segunda edición del Campeonato de Europa. Si en 1994, cuando nació el torneo en el mismo lugar el 10 de diciembre, España, colectivamente, acabó segunda tras Portugal y Alejandro quedó 13º en una carrera ganada por el lusitano Paulo Guerra, esta vez hubo incluso una mejoría en el grupo español (medalla de oro) y el de Zamáns, espectacular, quedó subcampeón únicamente aventajado en seis segundos por Paulo Guerra.
“Alejandro dominaba fácilmente el grupo y cuando Paulo Guerra dio el tirón definitivo intentó seguirle, pero acusó la corta preparación con que le “pilló” este Campeonato”, se puede leer en Atletismo Español; de todos modos se sentencia con cierta admiración: “A todos nos hizo recordar el Alejandro de los buenos tiempos”.
En la consecución de la medalla de oro por parte del equipo de España, un éxito rotundo, dejando a Portugal y Gran Bretaña en segunda y tercera posiciones entre veinte naciones, mucho tuvieron que ver también los compañeros de Alejandro, con actuaciones espléndidas: José Manuel García 8º, Manuel Pancorbo 10º, Pere Arco 12º, Julio Rey 20º y José Carlos Adán 49º entre más de un centenar de curtidos atletas.
No debe extrañar que en Alnwick se recordara al mejor Alejandro de cross porque, años atras, en concreto en 1989 (el año en que quedó campeón de España en Baiona), había realizado una soberbia carrera en el Campeonato del Mundo que se celebró en la localidad noruega de Stavanger. Lo que consiguió el vigués aquel inolvidable 19 de marzo, un sorprendente sexto lugar, no lo volvería a repetir jamás. Fue un día memorable y para recordarlo permanentemente.
Nadie, absolutamente nadie, estuvo capacitado para arrebatarle las mieles del triunfo al keniata John Ngugi que allí, en Stavanger, sumaba su cuarto triunfo mundialista porque, como se refleja en Atletismo Español, ganó “de principio a fin, como a él le gusta hacer”.
Pero dejando a un lado a Ngugi, subrayemos aquella gesta o heroicidad del joven de Zamáns aportando lo que cuenta la historia: “El vigués de veintiún años Alejandro Gómez demostró que todas las esperanzas depositadas en él no son vanas. En Noruega cuajó una espléndida carrera, corriendo de atrás adelante y clasificándose finalmente en la sexta posición, que tiene un mérito inmenso. En toda la historia de los Mundiales, sólo Mariano Haro con sus tres subcampeonatos y Antonio Prieto (dos veces quinto) han superado la clasificación de Alejandro, que contribuyó poderosamente a que el equipo español igualase su récord de clasificación mundialista fuera de España y se quedase a un solo puesto de la cuarta plaza que consiguió en el hipódromo de la Zarzuela, allá por 1981. Rindieron espléndidamente Constantino Esparcia, Francisco Javier Alario y Vicente Polo, de forma que sólo 17 puntos separaron a nuestro equipo de la tercera plaza”.
Sobre aquella actuación suya rememoraría el protagonista años después: “Aquello era un barrizal. Me acuerdo que hubo un momento que quedé metido en el barro y no era capaz de salir. Por una coincidencia estaba Torrado a mi lado y lloraba porque no podía hacer nada. Me tuve que tirar al suelo y sacar una pierna y después otra”. Genio y figura. Mil veces bravo. Señala que, disputando la última vuelta, fue remontando posiciones hasta ese sexto lugar en meta. “Cuando llegué aquello era un valle de lágrimas”, indica. Y es que tanto Julio Rodríguez como José Luis Torrado, O Bruxo, son hombres, a decir de Alejandro, a los que vence con cierta facilidad la emoción.
Además de la sexta posición de Alejandro en aquella infernal carrera de doce kilómetros, los demás hombres de la selección española ocuparon estos puestos: Constantino Esparcia 18º, Javier Alario 20º, Vicente Polo 24º, José Carlos Adán 58º, Martín Fiz 63º, Antonio Serrano 73º, Antonio Prieto 85º y José M. Albentosa 137º.
Entre veintidós países, España se situó en quinto lugar, teniendo por delante, del primero al cuarto, a Kenia, Gran Bretaña, Etiopía y Francia.
Cuando España pisó por vez primera el podio en la cita mundialista de cross, en Aix-Les-Bains (Francia) el 24 de marzo de 1990, Alejandro también formaba parte del conjunto. El hecho constituía todo un mérito, pues, como dijo Atletismo Español, “… un tercer puesto por detrás del “poder negro”, es decir, de Kenia y Etiopía, es poco menos que un triunfo”.
Sobre el vigués se resalta que “salió disparado tras el pistoletazo y se colocó en primera posición del gran grupo en los primeros 300 metros. Figuró en cabeza los dos primeros minutos de la prueba, pero luego fue perdiendo puestos progresivamente. No tuvo su día”. Acabó el 32º, siendo el tercero del grupo español, superado por Antonio Prieto, 10º, y Martín Fiz, 15º.
También estuvo presente en Amberes (Bélgica), el 24 de marzo de 1991, cuando España repitió el tercer puesto mundialista de cross, batida únicamente por las insuperables Kenia y Etiopía. Individualmente, se resalta la floja actuación de Abel Antón (71º) y Antonio Prieto (98º), destacándose el puesto 14º de Alejandro, el mejor de los españoles, “el primer atleta no negro en entrar en meta”.
Y todavía volvería a estar en el equipo español en Durham (Gran Bretaña), en 1995, cuando de nuevo el conjunto nacional pisó podio tras Kenia y Marruecos. Esta vez, el vigués se clasificó el 28º (5º español), afirmándose que “echó en falta el barro, el circuito no le iba”.
Quien se desenvolvió de forma primorosa en la parcela del cross, a la fuerza tiene que tener currículo brillante compitiendo en Galicia. Y lo tiene, evidentemente. Alejandro ganó seis campeonatos siendo senior (cinc o de ellos consecutivos, de 1993 a 1997), cuatro cuando era promesa, y uno de júnior y de juvenil.
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