La fortaleza de una locomotora

Discurría 1942 hacia sus últimos días cuando, en El Mundo Deportivo del 26 de diciembre, apareció un artículo haciendo mención al grandioso recinto que se estaba construyendo en A Coruña, denominado, con el tiempo, estadio de Riazor, de tanta trascendencia para el atletismo español. Miguel Palau, en su texto, se maravillaba de la colosal edificación que se levantaba en una ciudad “donde apenas existe el atletismo”. Según él, “en Cataluña y Vasconia primero nacieron los atletas” y después fueron apareciendo las instalaciones, algo que no sucedía en este caso, de ahí su enorme sorpresa. Remarcaba su punto de vista haciendo referencia a la figura de Moncho Rodríguez, cuyos reconocidos éxitos lamentablemente habían sido acogidos con frialdad en su entorno más cercano.     

“Cuando este joven atleta regresó de Italia con la corona de laurel, no esperábamos, claro, que a imitación de los griegos, se derrumbara un trozo de muralla para recibir al hijo de la ciudad que le cubriría de gloria, pero sí que esperábamos de sus conciudadanos una manifestación de cariño o cuando menos un abrazo cordial… Pues nada de eso hubo, señores. Moncho (así llamado familiarmente), campeón de Europa y recordman de España, pasó allí casi desapercibido. ¡Y para esto tanto Estadio!”. El decepcionado Miguel Palau, sin embargo, deseaba que aquella situación de indiferencia no volviera a repetirse con el estadio ya construido, aunque sus dudas tenía.

Moncho Rodríguez no se anduvo con rodeos cuando tuvo que hablar de sí mismo en  Atletismo Español, en 1958: “A mí para vencerme había que “sobarme” de firme, pues difícilmente me entregaba. Y conste que luchaba en mi Galicia con valores como Sobral y Ozores, verdaderos “fenómenos”. A mí no me podía ganar nadie por muy “as” que fuese, como no luchase con todas sus fuerzas”. También señaló entonces como principal rival al sevillano Blanco, “magnífico atleta. Si hubiese tenido algo más de espíritu, habría conseguido mejores marcas que las mías”.

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Vencedor de los 200 metros de los Campeonatos de España de 1947 en Montjuic. El joven que se acerca por la dcha. es Alfonso Posada

En los años 40 no se prodigaban los encuentros internacionales, de tal modo que solo se celebraron dos enfrentamientos contra Portugal en 1945 y 1946. En uno de ellos, el de 1946, participó Moncho Rodríguez en el estadio barcelonés de Montjuic. Y es que conviene resaltar que, en 1945, el coruñés no tuvo actividad atlética alguna debido a una lesión en la cadera.

Para tan especial y gozosa ocasión reservó lo mejor de sí mismo puesto que sus tres actuaciones acabaron en récord nacional. El 27 de julio ganó los 400 metros con 49 segundos, la mejor marca que tuvo siempre en la distancia (hasta 1959 no le arrebataron la plusmarca), con su compañero Blanco en tercera posición, 50.8. Los portugueses Peixoto y Fernandes finalizaron segundo y cuarto con 50.0 y 51.1.

Sobresaliente también estuvo el día 28 corriendo los 200. El tiempo se paró en 22.6 y el otro representante español, Sáenz de Heredia, finalizó cuarto en 23.7. Los lusitanos Nuncio y Peixoto quedaron segundo y tercero con registros de 22.9 y 23.4. Esta carrera, la explicó El Mundo Deportivo del siguiente modo: “Se esperaba una gran lucha entre los dos “recordmans” nacionales Sampaio Peixoto y Moncho Rodríguez. En los primeros cien metros el portugués aventaja a Moncho por más de un metro. Éste, muy combativo, logró darle alcance por alrededor de los 120 metros, pasando por los 150 ya destacado para no ser alcanzado. Peixoto se desalentó y fue batido por su compañero Nuncio”.

Integrado en el cuarteto de 4×400 con Calpe, Sales y Blanco, Moncho Rodríguez contribuyó al triunfo del equipo español con 3:22.3, mientras que el conjunto portugués formado por Canhao, Dias, Fernandes y Jacinto terminaba en 3:31.2. El encuentro entre España y Portugal se resolvió a favor del primero por 97,5 puntos a 86,5.

El atleta coruñés fue campeón de España absoluto en ocho ocasiones, cuatro en 200 metros y otras cuatro en 400. En 1943 ganó con 22.7 en 200 y 49.4 en 400; en 1944, con 23.2 y 50.6; en 1946, con 22.8 y 49.7; y en 1947, con 22.5 y 50.1.

Por lo que respecta a récords nacionales absolutos, consiguió el de 200 metros con 22.6 en 1942 en Barcelona, igualándolo en 1943 en Madrid y en 1946 en la Ciudad Condal. Y en 1947, también en Barcelona, lo mejoró una décima, 22.5. Esta última plusmarca la obtuvo el 27 de julio, en los Campeonatos de España en Montjuic. Luego de una salida falsa, la carrera discurrió con cierta igualdad para Núñez Cobos, Sáenz de Heredia y Moncho Rodríguez cuando se llevaban disputados un centenar de metros. A pesar de este equilibrio de fuerzas, el guipuzcoano Núñez Cobos parecía destacarse ligeramente, hasta que “es pasado por Moncho hacia los 170, en impresionante “rush” final”, según refleja el boletín de la Federación Catalana. Tras Moncho Rodríguez, con los 22.5 de récord, quedaron Núñez, 22.9, y Sáenz de Heredia, 23.5. El cuarto clasificado fue el gallego Otero.

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Moncho Rodríguez, tercero por la dcha., de pie (118), con el equipo gallego en los Campeonatos de España de 1947 en Barcelona

En dos ocasiones, ambas en la Ciudad Condal,  se hizo con el récord español de 400. El 13 de septiembre de 1942 realizó 49.2, y el 27 de julio de 1946 hizo 49.0. Sabido es que durante trece años nadie fue capaz de superar este registro.

El estadístico José María García ha situado algunas marcas de Moncho Rodríguez en 400 metros al lado de las que tenían los mejores especialistas mundiales y europeos, dándole este resultado: sus 49.4 de 1943 le supusieron estar el 41 del mundo y los 49.2 de 1942 le situaron en el puesto decimocuarto de Europa. Y extrae esta conclusión: los referidos puestos no fueron superados en España hasta 1969, cuando el también gallego Gayoso, con sus 46.2, fue el séptimo europeo y el vigésimo octavo mundial. Para José María García, durante más de un cuarto de siglo Moncho Rodríguez fue el mejor cuatrocentista español por lo que respecta al lugar ocupado en las listas mundiales y europeas.

Evidentemente, fue alguien que se hizo notar. En el libro “El atletismo olímpico español. Amberes 1920/Barcelona 1992”, el conocido periodista Pedro Escamilla escribe: “… Un buen día apareció por nuestro país este hombre prodigio llamado Ramón ‘Moncho’ Rodríguez, autor de una de las más bellas gestas de nuestro atletismo, en Milán, ganando el torneo de la Juventud en 400 metros en 1942. Si ‘Moncho’ tuviese ahora veinticinco años, “¡fuera gorros!”, amigos. No hemos tenido a nadie tan bueno como él en condiciones físicas, ya que técnicamente no era más que poderío. ¿Una idea? El primer día que le vi correr, cuando pasó por mi lado se me vino a la cabeza la tremenda fortaleza de una locomotora. Así era el coruñés Moncho Rodríguez, que se fue de España muy joven hacia la América del Norte. Allí se eclipsó el que pudo haber sido atleta de alta categoría mundial”.

El 9 de noviembre de 1947, El Mundo Deportivo anunciaba el fichaje del coruñés por el Club de Fútbol Barcelona después de que hubiera corrido con la camiseta del Real Club Deportivo. Explicaba el rotativo que, con motivo de los últimos Campeonatos de España de Montjuic, “el atleta gallego había manifestado su interés de que su preparación para intentar acudir a los Juegos Olímpicos que el próximo verano se celebrarán en Londres, se desarrollase en Barcelona”. Había residido en Madrid durante más de un año, donde tenía trabajo, y, según comentó él mismo, había ido allí buscando que alguien lo entrenara. En 2010, en A Coruña, mencionó que le había pesado no haber acudido a la cita olímpica londinense, aunque más le dolía no haber tenido entrenador. “Mejoré corriendo y no por los entrenamientos”.

Meses antes de los Juegos de Londres de 1948, Moncho Rodríguez se marchó para Cuba, donde estuvo hasta mediados de los años 50. Más tarde se afincó en Estados Unidos, primero en Ohio, durante más de veinte años, y de allí pasó a vivir en Miami. El atletismo, al otro lado del Atlántico, no tuvo continuidad para él.