Distintas miradas

Instalada en ese ámbito propio de la eterna juventud que supone ser veterana, le han llovido los títulos y los récords como caídos del cielo, de tal manera que su botín de medallas es más que considerable. Claro que María Jesús Sanguos (Bugarín, Pontevedra, 1955) llegó hasta ahí viniendo ya de una juventud comprometida con el atletismo y con réditos para nada desdeñables: siete preseas nacionales en categoría júnior (englobando tres títulos de 100 y 200 metros en 1973 y 1974), y dos medallas de bronce de 400 metros vallas siendo senior en los Campeonatos de España de 1980 y 1982. Como internacional se alineó dos veces en el equipo de relevos de 4×400 metros.

La pontevedresa María Jesús Sanguos mostró siempre interés por las vallas

“A mí siempre me gustó correr”, dice a modo de presentación. Y cuenta que siendo muy pequeña, estando en la aldea, porque con siete u ocho años su familia ya pasó a vivir en la ciudad de Pontevedra, “iba corriendo todos los días a casa de mi abuela”. Algo así como dos kilómetros de ida y otros tantos de vuelta. No es de extrañar por tanto que, viendo cómo veía desde su casa a los atletas entrenarse en el estadio de la Juventud, tomase la determinación de acercarse hasta allí para ver lo que pasaba. Y pasó, claro, que se hizo atleta.

En 1973, en Madrid, corrió la final de 100 metros de los Campeonatos de España júnior y quedó tercera con 12.8 (venció M.J. Martínez con 12.5), pero en el doble hectómetro se mostró impetuosa a más no poder y acabó triunfando con 25.6; el podio lo completaron B. Rapp, 26.3, y M. A. Ribas, 26.6. En Atletismo Español se habló de ella: “En las pruebas de velocidad se notó, y mucho, la ausencia de Begoña Lezano, reciente campeona absoluta de 200 metros. Para nosotros, lo mejor de estas pruebas cortas fue la confirmación de la pontevedresa María Jesús Sanguos, muchacha de estilo poco vistoso, pero tremendamente eficaz. Sus 26.7 en serie y 25.6 (una hora después y con viento contrario) en la final de 200 metros, dicen que nos encontramos ante una excelente velocista de las que tan necesitado está nuestro atletismo. Quizá estemos ante una gran figura futura en 400 metros”.

“En aquel momento corría muy mal”, afirma Sanguos dando por bueno el análisis de Atletismo Español en 1973 cuando ganó su primer título en velocidad como júnior. “La técnica de carrera no se consideraba como hoy tan fundamental. Técnica prácticamente no se hacía”. Y, también es cierto, entonces no acumulaba demasiada experiencia sobre las pistas. Pero con todo, un año después, en 1974, esta vez en Anoeta, en San Sebastián, volvió a llevarse no uno sino dos máximos galardones de los Campeonatos de España júnior. Así quedó reflejado: “Otra atleta campeona fue la pontevedresa María Jesús Sanguos, aunque tanto en 100 m. como en 200 m. la batiera Brenda Rapp, que por su condición de norteamericana no contaba para el título”.

Participando en los Campeonatos Gallegos de veteranos de 2011 integrada en el Comesaña Sporting Club, equipo al que llegó en noviembre de 2001

Acababa como quien dice de llegar a esto de correr por las pistas cuando ya se vio inmersa en el trajín de los Campeonatos de España de 1972, entregada entonces a la velocidad. Y en 1973 fue la cuarta en los 200, y en 1974 sexta en la misma prueba, y en 1975 sexta en las finales de 200 y 400, y otra vez sexta en 1976 en 200 y… Desde ese preciso instante dejó de comparecer en la principal reunión del atletismo patrio. Se casó muy joven. Tenía 22 años. Pero María Jesús por supuesto que seguía ahí. Al acecho. No se la había tragado la tierra. Por eso volvió a recuperar su sitio en el escenario tan pronto como pudo. Y en los Campeonatos de España de 1980, en Madrid, estuvo de nuevo en acción participando en los 400 metros vallas. Siempre le habían gustado las vallas, pero no había podido satisfacer ese deseo porque para mujeres no existía esta prueba. Relata que solía ver en el recinto pontevedrés de la Juventud a un joven, Nacho, que las sobrevolaba con indudable maestría y se le iban los ojos y acaso el lamento por no poder hacer lo mismo. “La primera prueba que hubo en Galicia de vallas la hice yo aquí”, indica. Unos 400 vallas en el estadio de la Juventud.

Pero ahora estamos en Madrid, en 1980. En las pistas del INEF. Tras ganar la cuarta y última serie con 65.02, disputó la final concluyendo en tercer lugar con 61.94; la victoria la obtuvo Rosa Colorado, 57.61, y Ana Pérez quedó segunda con 60.52. La figura de Rosa Colorado la ensalza Atletismo Español por su condición de doble ganadora de 400 lisos y con vallas, pero no por ello deja de haber un hueco para la gallega: “A destacar en esta última prueba las superaciones de Ana Pérez y la pontevedresa María Jesús Sanguos, ésta felizmente vuelta a las pistas, tras su doble maternidad. Gran ejemplo, para las que abandonan a la menor contrariedad”.

Conquistó dos medallas de oro en 80 y 300 metros vallas en los Campeonatos del Mundo de veteranos en Lyon (Francia) en 2015

Fue en Santiago de Compostela, en los Campeonatos de España de 1982, cuando se ganó la segunda medalla en 400 metros vallas. La salmantina Rosa Colorado no hizo concesión alguna y la victoria fue para ella con comodidad y un tiempo de 60.20, quedando subcampeona la catalana Yolanda Dolz, 60.89, mientras que la tercera plaza la adquiría, en palabras de Atletismo Español, “la ejemplar pontevedresa Mª Jesús Sanguos” con un registro de 62.18. Y ya no volvería a pisar podio en esta relevante competición, aunque lo rozó: quedó cuarta en 1984 y 1985.

Las dos veces que fue internacional tuvo que enfrentarse contra el mismo rival, Grecia, y en la misma prueba, el relevo largo. Vestir la camiseta de España siempre es un orgullo y para ella lo fue. “En aquel momento era lo máximo”, dice. Debutó el 9 de julio de 1975 en Barcelona. El relevo 4×400 (Lezano, Ochandiano, Sanguos y Pujol) concluyó victorioso en 3:51.5; las forasteras terminaron en 3:57.1. Las españolas ganaron aquel encuentro sumando 77 puntos por 68 de las rivales.

La segunda confrontación internacional se produjo en 1976, el 28 de agosto. Las griegas esperaron a las españolas en Trípoli, a 200 kilómetros de Atenas, y esta vez fueron mejores las anfitrionas, 70-65. Entre las cuatro victorias de las atletas españolas estuvo precisamente la del relevo 4×400 compuesto por Contreras, Sanguos, Cocolina y Ochandiano. Triunfaron con un tiempo de 3:57.4 por 4:00.9 de las oponentes.

En su discurrir por las pistas supo lucir de manera eficaz los colores de tres clubes con resonancia, de indudable tradición: la Sociedad Gimnástica, el Celta y el Comesaña Sporting Club. Y es que ella, que acumula títulos gallegos en abundancia, títulos sin apelativo alguno, les aportó nada menos que diecinueve (siete a la Gimnástica y doce al Celta), iniciando esta recolecta en 1972 y, aunque no de manera continuada, echando pie a tierra en 1996. Lo que más abunda en esta cosecha es el triunfo (nueve) en 400 vallas.

Para María Jesús Sanguos no ha llegado el momento de parar de correr. Quizá, la verdad, ese momento no llegue nunca. Sobre todo por lo que dice: “Es mi vida”. Y desde que se ha jubilado como docente (es licenciada en Educación Física) tiene todo el tiempo del mundo para ir relajada a entrenarse. Nada de agobios. Nada de andar apresurada. Y eso constituye una felicidad añadida. Y se entrena para competir en esa parcela que va agrupando a las veteranas por edades y, además de eso, también ejerce de entrenadora (es entrenadora nacional).

María Jesús Sanguos cuando fue elegida Mejor atleta española veterana de 2010, con el ganador masculino Emilio de la Cámara

Tal vez ahora esta veterana con nietos disfruta en las pistas como no lo hizo antes. Sus rivales de todo el mundo han pasado a ser amigas y la visitan en su casa y ella hace lo mismo cuando le toca viajar. Abundan las risas. Le llaman “María la pequeña. Y me lo dicen en varios idiomas”. Parece claro que son dos planos diferentes. “Recuerdo la primera vez que fui a Atenas para el encuentro internacional y ni nos mirábamos, te mirabas así de reojo; ahora, todo lo contrario”.

Prácticamente imposible citar el número de veces que ha sido campeona de España al aire libre y en pista cubierta, porque lo ha sido infinidad de ocasiones, y, en menor medida, también lo fue a nivel europeo y mundial. Tiene un palmarés envidiable. Casi único. Y también superó plusmarcas de España, de Europa y del Mundo. Su voracidad no parece detenerse. Su único récord de carácter universal siendo veterana lo obtuvo en 1995 en su prueba favorita, los 400 metros vallas, al correrlos en 1:02.8. “Para mí eso fue una gozada”, afirma.

En este mundillo especial en el que ahora convive, tan gratificante, tiene claro que “cada carrera es una experiencia”. Y explica que lo que pretende sin más es alcanzar la meta. Ese es el gran objetivo. “Porque tenemos todas tantísimas lesiones que es muy difícil llegar”. Pero eso, con ser bastante, para ella no basta. “El siguiente objetivo sería no bajar del noventa por ciento del rendimiento”, concluye.

Por dos veces, años 2003 y 2010, fue distinguida como Mejor atleta veterana española. Y en 2014 recibió de la Xunta el Premio al Mérito Deportivo de Galicia.