De corazón azul celeste

Sus triunfos más rutilantes los rubricó corriendo los 3.000 y 5.000 metros. Participó en los Juegos de Barcelona 1992, alcanzó ocho campeonatos de España y fue también plusmarquista nacional. Estela Estévez (Vigo, 1965) pudo incluso haberle dado más brillo a su ya de por sí extraordinaria carrera si se hubiera atrevido a enfrentarse a los diez kilómetros. Su única entrenadora, Oliva Román, lo puso de manifiesto, a mediados de los 90, en la revista Galicia Atlética: “Ateniéndonos a su tipología y a su estudio biomecánico, su cuerpo se adaptaría mejor a distancias más largas de las que corre, como muy bien podía ser la prueba de 10.000 metros. Pero su mente no está dispuesta para dar el salto”. Y Estela, por su parte, asume sin ningún tipo de sombra este rechazo: “Cada vez que pienso en el 10.000 se me pone el pelo de punta. Me daba muchísimo miedo”. Sin embargo, le echó coraje, se enfrentó a las veinticinco vueltas a la pista y consiguió en Braga, en 1994, un registro de 32:56.93, que fue la cuarta mejor marca de la temporada y la situaron, al término de ese año, con el quinto mejor tiempo de la historia.

Estela Estévez, segunda por la izquierda, en la primera serie de 3.000 metros en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992

El 9 de junio de 1992 en Oslo, en el encuentro Noruega-Suecia-España, consiguió el récord nacional de 3.000 metros (fue la tercera y última de las plusmarcas que poseyó) al quedar primera en la prueba con 8:55.58, por delante de Julia Vaquero, 8:58.24, y la noruega Ingrid Kristiansen, 9:06.43. La marca llevaba consigo, además, el salvoconducto para poder acudir a los Juegos Olímpicos de Barcelona. Esa circunstancia le produjo enorme satisfacción y sobre todo tranquilidad cada vez que se dispuso a correr. “Ese año disfruté del atletismo”, comenta.

Se coronó como olímpica el 31 de julio. Le correspondió integrarse en la primera de las tres series que hubo de 3.000 metros. Peleó, de eso no hay la menor duda (se quedó a 12 centésimas de su plusmarca), pero sus 8:55.70 no le valieron para situarse en la final. “Recordaré siempre el ruido de la gente que me empujaba. Sí que notaba que estábamos en casa”. Y no se permitió el más mínimo reproche porque hubiese sido excesivamente severa e injusta. Sus palabras no admiten duda: “Quedé realmente satisfecha y contenta”.

La carrera en la que intervino fue ganada por Elena Kopytova, del Equipo Unificado, con 8:47.21, seguida de la rumana Margareta Keszeg, 8:47.24, y la estadounidense Patti Sue Plumer, 8:47.58, superando también a la viguesa la británica Lisa York, 8:47.71, la canadiense Robyn Meagher, 8:49.7, y la danesa Gitte Karlshoj, 8:54.05. Pero Estela, una vez disputadas las tres series, podía dar cuenta de un dato que era revelador de no haberse escondido en Montjuic: su tiempo de 8:55.70 se situaba en el lugar decimonoveno de las 32 atletas que participaron, con el matiz de que solo cinco de ellas tenían peor marca que la gallega.

Aunque se inició de muy jovencita en el Comesaña Sporting Club (ha vuelto a él para correr como veterana en 2013) y tras haber pertenecido también al New Balance, los colores que en verdad la han atrapado siempre son los del Celta. Con el Celta vibra. Confiesa que el deseo con el que transcurría su vida esperando los Juegos de Barcelona era el de poder intervenir en ellos estando, algo muy fundamental, vinculada al Celta. Y vio cumplido su deseo. “Yo en el atletismo”, dice, “he sido educada por Oliva Román y Joaquín Pérez, su marido. Son personas que inculcan que son muy importantes las raíces, el arraigo a las cosas”. Claro que tan pronto como finalizaron los Juegos, Estela dejó de pertenecer al club azul celeste, aunque no por ello sus sentimientos hayan variado: “Sigo siendo celtista”.

Equipo del Celta juvenil, campeón de España de clubes de cross en Madrid el 20 de enero de 1980. De izquierda a derecha, Estela Estévez, Mª del Carmen Díaz, la entrenadora Oliva Román, Gumersinda Rodríguez, María Jesús Martíns y María José Sabuz

¿Qué había pasado? La mayor parte del tiempo en el Celta discurrió para ella de manera placentera y si aparecían contratiempos, si aparecían, no eran insalvables. Pero llegó un momento en que se hizo pedazos tanto encanto. “Los dos últimos años fueron tristes. Me trataron realmente mal”, señala. Su club, como tantos otros clubes, tenía que hacer filigranas para poder disponer de dinero en sus arcas y Estela no lo abandonó aunque recibía tentadoras ofertas de otras entidades. “Por menos dinero siempre me quedaba en casa”, comenta. Era una atleta fiel, comprometida. Sin embargo, cuando se despejó el horizonte y el Celta pudo compensar debidamente el esfuerzo de sus atletas más destacados se olvidó de que por allí estaba ella, tan sacrificada siempre. No entró en la repartición. “A mí eso me dolió muchísimo. No es lo que esperaba”.

Oliva Román, que la conoce bien, comentó en su día de Estela una peculiaridad que ha tenido su repercusión en la faceta atlética. Dice la entrenadora: “Ella se define a sí misma como la típica maruja a la que le gusta mucho la casa, la sobremesa sin prisas, los trabajos manuales…” Esto quiere significar que Estela antepone la familia a cualquier otra consideración; ante la familia, el atletismo es secundario. En época navideña, por ejemplo, jamás acudía a una competición. “Siempre me invitaban y nunca iba”, explica Estela. “Tenía verdaderos problemas por eso. Dejaba de ganar dinero, pero para mí esos días eran para estar en casa”.

Cada vez que competía lejos de su feudo, procuraba volver con los suyos lo más rápidamente posible. La única excepción (y le costó, tuvo dudas) se produjo cuando participó en los Juegos de Barcelona; se quedó allí como espectadora y disfrutando de aquel ambiente estupendo. Presenció, claro está, la final de 3.000 metros en la que se disputaron el triunfo al sprint dos atletas del Equipo Unificado: Elena Romanova, ganadora con 8:46.04, y Tatiana Dorovskikh, 8:46.85. A Estela se le agrandaron los ojos en Montjuic. Salió de la Ciudad Condal encendida de entusiasmo por los Juegos. “Lo que viví fue maravilloso”.

La atleta viguesa, a la derecha, con la antorcha de los Juegos de Barcelona en Vigo

Rivales tuvo muchas, pero ninguna como Julia Vaquero. Aunque Estela es unos años mayor, mantuvieron una pugna antológica, encarnizada, que considera “una bendición”. Parece claro que de la lucha salieron las dos beneficiadas. “Era mi martirio”, comenta. “Gracias a ella y su obcecación de estar ahí peleando, se hacían carreras de película, de una lucha que eran una maravilla. Gracias a ella también hemos conseguido esas marcas”.

El enfrentamiento entre ambas iba más allá de las pistas, de tal manera que su relación no era fluida, acaso también influenciada por comentarios de terceras personas. Por eso un día afrontaron la situación cara a cara llegando a la conclusión de que sobraban intermediarios y que si algo tenían que decirse lo harían mirándose a los ojos. Se estrecharon lazos. No obstante, Estela llegó a comentar que nunca serían grandes amigas “porque somos incompatibles. Ella es muy tímida, muy callada, le cuesta abrirse, y yo soy todo lo contrario”.

Esta inexistente amistad repercutió cuando se celebraron los Campeonatos del Mundo en Tokio en 1991. “Me llevaron en el 1.500 para darme un caramelito, para contentarme a mí y a Julia Vaquero que en aquel momento estábamos muy enfrentadas”. Comenta Estela que ella había logrado la marca para acudir tanto en 1.500 como en 3.000 y la decisión que se adoptó fue la de que ella corriera la distancia más corta y Julia la más larga. “No nos hicieron ningún favor a ninguna. Creo que tanto Julia como yo tenemos muy mal recuerdo de Tokio”.

En la capital nipona intervino en la primera semifinal (hubo tres) de los 1.500 metros, finalizando la viguesa en el puesto undécimo con 4:13.93 y solo dos competidoras detrás de ella; la serie la ganó la keniata Susan Sirma con 4:04.94. En Atletismo Español se dijo de Estela: “Su actuación fue correcta, pero no tiene mucho sentido enviar a una fondista a correr 1.500 metros en unos Campeonatos del Mundo”. Y también se hacía mención a que, con todo, “realizó su segunda mejor marca personal”.

A pesar de que las cosas estaban como estaban entre Estela y Julia, conviene no obviar un rasgo de generosidad por parte de Estela hacia su paisana producido en 1992. Julia entonces buscaba desesperadamente la marca mínima para acudir a los Juegos de Barcelona y no la conseguía (de hecho no la hizo), de tal manera que cuando llegaron los Campeonatos de España en Valencia se aliaron y Estela se vació en la carrera de 3.000 metros buscando lo mejor para Julia. “Nos lo jugamos todo las dos para ayudar. Me ganó claramente y la desgracia fue que no hizo la mínima. Hizo un día muy malo y ella también estaba muy nerviosa”. No se pone ninguna medalla por esta colaboración. “Creo que ella lo hubiese hecho también a pesar de nuestras diferencias”.

Volvería Estela a ser mundialista en 1993, en Stuttgart, participando esta vez en los 3.000 metros aunque con idéntico resultado: no llegó a la final. Quedó octava en la tercera semifinal con 9:08.4 y que fue ganada por la irlandesa Sonia O´Sullivan en 8:50.62.

Asistió, sin que alcanzara puesto de finalista, a los Campeonatos de Europa de Split (Yugoslavia) en 1990 y a los de Helsinki (Finlandia) en 1994. Podría decirse con esto que se asomó a las mejores y más importantes competiciones que se pueden organizar. En Split, corriendo los 3.000, quedó novena en su serie con 9:05.25; esta semifinal fue ganada por la británica Yvonne Murray, 8:57.25, quien sería después la que se adjudicaría la medalla de oro con 8:43.06.

En el estadio de Montjuic, espectadora de atletismo en los Juegos del 92

En Helsinki, en el 94, volvería a contender en los 3.000 finalizando penúltima en la serie con 9:03.02, mientras que el triunfo recaía en la irlandesa O´Sullivan, 8,51.30, quien sería la campeona tras ganar la final en 8:31.84. En Atletismo Español, sobre la actuación de Estela, se dijo: “La distancia le viene corta. Hasta que no se decida a encarar con valentía los 10.000 m. l. no destacará en ninguna competición internacional (excepto en cross). Todas las participaciones de Estela en las pruebas de postín se reducen a lo mismo: carrera lenta hasta que a falta de dos vueltas se incrementa el ritmo y queda descolgada”. Y el comentarista remitía entonces a sus distintas actuaciones de alto rango en las que, en todas ellas, se había quedado sin poder abrir la puerta de la final.

Dice mucho en favor de Estela, de su talento como atleta, que haya alcanzado objetivos elevados, victorias de mérito y, al mismo tiempo, haber podido lograr tres récords nacionales (los tres perteneciendo al Celta). El primero, de 5.000 metros, lo obtuvo el 30 de mayo de 1990 en Sevilla en el VII Gran Premio Diputación donde, al mismo tiempo, se celebró el Campeonato de España de la distancia. La viguesa acabó aquella carrera en cuarto lugar con 15:43.86, superando la plusmarca que poseía Angelines Rodríguez desde 1988 en 15:49.26; por cierto, Angelines Rodríguez finalizó sexta en la pista sevillana de La Cartuja con 16:06.97. Fue una competición en la que intervinieron atletas extranjeras, ocupando las tres primeras posiciones Viorica Ghican, 15:09.90, Albetina Dias, 15:24.86, y Lieve Slegers, 15:43.86.

Y el 28 de junio de ese mismo año 1990 se hizo con el segundo récord, en ese caso de 2.000 metros. Lo labró en casa, en Vigo, en Balaídos. Dejó en el cronómetro 5:53.4 que superaban los 5:59.2 que tenía Asunción Sinovas desde 1985.