Reticente con las vallas

La viguesa María José Martínez Patiño, triple campeona nacional en vallas, fue internacional en 14 ocasiones

Si en 1983 era una de las tres españolas que estaba presente en Helsinki (Finlandia) en los Campeonatos del Mundo que nacieron ese año, en clara demostración de su indiscutible capacidad atlética, en 1985 a María José Martínez Patiño (Vigo, 1961) se le derrumbó el mundo a las puertas de la Universiada de Kobe (Japón) cuando, tras unos análisis, le fue detectada una alteración cromosómica que la dejaron noqueada; la vida le cambió por completo, fue inhabilitada para su deporte y padeció lo indecible, aunque pasado el tiempo vio superado aquel amargo trance con toda la razón de su lado. Pudo competir, lo hizo en 1989, pero ya no fue igual.  Su historia en todo caso tuvo una dimensión colosal.

En 1976, ya andaba relacionándose con el atletismo en A Coruña. Allí vivía desde que contaba ocho años debido a que su padre, capitán de barco, había sido trasladado a esta ciudad. A María José le habían hablado del atletismo en las Jesuitinas y por entonces acudía un par de días al estadio de Riazor.  Pero ese 1976 la televisión emitía la cita olímpica de Montreal y solía quedarse paralizada ante aquellas imágenes en alguna cafetería que se encontraba en el camino. “Yo me enamoré del deporte viendo a Nadia Comaneci en los Juegos Olímpicos de Montreal”, decía un día del ya lejano 1993. “Ella fue la reina de Montreal. Hacía auténticas maravillas. Yo empezaba a hacer atletismo pero a mí realmente lo que me hacía vibrar era la gimnasia deportiva (después llamada artística). Es el segundo deporte que más me gusta”.

Quien se considera que “era un puro nervio para el deporte”, no se anduvo con vacilaciones y no tardó en mostrarse como una mujer con enormes posibilidades. Siendo atleta júnior, dejó constancia de su poderío en los Campeonatos de España de esta categoría en 1978 y 1979. En el primero de esos años debió conformarse con dos medallas de plata: en 100 metros hizo un tiempo de 12.5 y se vio superada por Olga Martorell, con 12.2; y en el doble hectómetro, con un registro de 25.5, fue batida por Montserrat Pujol, 24.4. Su desquite se produjo un año más tarde, en las pistas madrileñas del INEF. En este caso se apoderó de dos oros en las mismas pruebas: corrió los 100 metros en 12.42, superando así a Iriarte, 12.54, y Rubia, 13.26. Y en 200 metros invirtió 25 segundos y 92 centésimas, por los 26.44 de Moreno y los 27.89 de Mas.

Componentes de la selección española en los Mundiales de Helsinki 1983. María José Martínez Patiño es la más adelantada en la primera fila

Había que dar cobijo a aquel deslumbrante talento entre los atletas con prometedor futuro  y por eso le concedieron, en 1980, una beca para instalarse en la Residencia Blume de Madrid. Siendo el entrenamiento el argumento de su quehacer, prosiguió con sus estudios de Administrativo y también se adentró en la Informática. A María José le imponían las vallas, le tenía un reverencial respeto, acaso miedo, pero su entrenador, Manuel Pascua Piqueras, quiso que se dedicara a esta disciplina. Cuenta la atleta que, en la primera competición en la que intervino, se quedó paralizada ante la primera valla, incapaz de sobrepasarla. Al siguiente día, en el lugar de entrenamiento, su entrenador le obligó a pasar una y otra vez una serie de vallas que le había colocado sobre la pista. A la fuerza se convirtió en una especialista en vallas.

Si en los Campeonatos de España en sala de 1981 solo compitió en 50 metros lisos (sexta en la final), un año después se impulsó descaradamente hacia el estrellato al quedar campeona de 60 metros con 7.70 (completaron el podio Domínguez, 7.83, y Villamil, 7.88) y subcampeona en 60 metros vallas, aunque la superioridad de María José Martínez Guerrero fue más que evidente. Atletismo Español lo deja claro afirmando que “está a años-luz de las demás vallistas hispanas”.  La vencedora hizo 8.65 y María José Martínez Patiño se peleó por la segunda plaza con fiereza con Emparanza; ambas acabaron en 8.77.

La viguesa hizo su aparición en los Campeonatos de España al aire libre participando en 100 metros vallas en 1981 (desde 1978 había intervenido en carreras lisas de velocidad). Y tuvo premio. Una medalla de bronce por sus 14.31, con Alicia Laiseca segunda, 14.27, y Mª José Martínez Guerrero primera, 13.90, su noveno título consecutivo. Donde no tuvo distinción la atleta de Vigo fue en la final de 200 metros al quedar quinta con 24.89 (la ganadora Oroz terminó en 24.50).

En 1982, en las pistas de la Residencia de Santiago de Compostela,  María José se subía al podio dos veces:  medalla de plata en 100 vallas (14.59), donde nada pudo hacer ante la poderosísima Martínez Guerrero (14.30), y medalla de bronce en 100 lisos, corridos en 12.41, con victoria de Teresa Rioné (12.36), seguida de Lourdes Valdor (12.40).

Una de cal y otra de arena en los Campeonatos de España de 1983. En los de sala, en Valencia, obtuvo plata en 60 vallas con 8.73 (oro para Martínez Guerrero, 8.59). Pero al aire libre, en San Sebastián, se retiró en la final de 100 vallas. De todos modos,  María José Martínez Patiño estuvo en la expedición de 27 españoles (había dos mujeres más: Pilar Fernández e Iciar Martínez) que participó en la primera edición de los Campeonatos del Mundo en Helsinki , donde José Marín fue el mejor recompensado: medalla de plata en 50 kilómetros marcha.

Destacada en una carrera de vallas en pista cubierta cuando defendía al Valencia CF

En la capital finlandesa tomó parte en los 100 metros vallas, pudiendo disputar dos carreras. Corrió la cuarta serie y acabó sexta (última) con 13.78, adjudicándose la victoria la alemana occidental Filisinger, 13.04. Posteriormente intervino en los cuartos de final, siendo séptima, 13.80, aventajando a la local Purho, 13.90, pero muy distante de la ganadora Strong, 12.91. Años más tarde diría: “Creo que ha sido la experiencia deportiva que más me ha impactado porque era muy joven. Realmente era una pasada estar compitiendo a un nivel tan alto”.

Con sus inevitables luces y sombras competitivas, María José se había instalado entre las mujeres a tener en cuenta. Aquel año 1983 su nombre relucía en el ranking nacional al liderar dos pruebas: 200 metros y 100 vallas. En el doble hectómetro se mostraba con 24.29 y la segunda, G. Ferrer, tenía 24.37; en la prueba de vallas su registro era 13.71 y el de María José Martínez Guerrero 14.16. Y también la viguesa pisaba fuerte en los 100 metros al ser segunda (empatada con Lourdes Valdor) con 11.7; únicamente era mejor Teresa Rioné con una décima de segundo menos.

A pesar de su buen año atlético, 1983 acabó siendo aciago. Su hermano Manuel, que tenía 15 años, enfermó de leucemia, una leucemia mieloblástica aguda. Cuando los médicos determinaron que podría realizarse un trasplante de médula se pensó en ella como donante.  Manuel fue operado en marzo de 1984 en el Hospital Puerta de Hierro, en Madrid. Aunque el de 1984 era el año de la cita olímpica en Los Ángeles, esto naturalmente quedó en segundo plano para ella. “Yo estaba en plenitud de forma, en el mejor momento de mi carrera deportiva”. Pero no hubo ninguna sombra de duda. “Me sacaron sangre de la médula ósea para refundirla en mi hermano. No me planteaba ni los Juegos Olímpicos; me planteaba que la única oportunidad  que tenía mi único hermano de salvar la vida era a través de mí”. Quedó debilitada, con anemia, pero a los pocos días ya estaba entrenándose. “Si hubiera sido una fondista no me hubiese planteado entrenarme esa temporada porque la anemia era muy grande.  Tenía fuertes dolores de cabeza pero mi objetivo era estar en los Juegos Olímpicos”.

Y empezó el año olímpico como un ciclón. Estuvo fantástica en los Campeonatos de España de pista cubierta en San Sebastián, donde solo fue batida por Teresa Rioné en los 60 metros; la campeona hizo 7.52 y ella 7.59. Pero la viguesa no dio opciones en 60 vallas, al vencer con 8.48 (a una centésima del récord nacional) a la madrileña Isabel Martín, 8.87, y a la vasca Nerea Etxegibel, 9.01.

María José Martínez Patiño en el COI en Lausana (Suiza) en diciembre de 2015

María José, sin embargo, no pudo estar en Los Ángeles porque no consiguió la marca mínima, aunque su actuación en los Campeonatos de España de Barcelona fue magnífica. Se impuso en los 100 vallas (el del 84 fue su único título nacional individual de su carrera al aire libre) con 13.68, quedando las demás finalistas así: Martín, 14.02; Martínez Guerrero, 14.08; Barrenechea, 14.38; Merchán, 14.39; Etxegibel , 14.53; y Valdivieso, 14.58.

También en Barcelona obtuvo con el Valencia CF el oro por equipos en el relevo 4×100 con García, Rodales y Cano, con un tiempo de 47.51; segundo se clasificó el FC Barcelona, 48.16, y  tercero quedó el Amira, 48.94.

Las cosas no funcionaron tan bien en el ámbito familiar. Manuel, su hermano, no se daba recuperado y se decidió llevar a cabo una segunda operación.  Se realizó en septiembre de aquel mismo año 84. Delicadísimo momento. Sus padres desconfiaban, prácticamente se oponían y fue María José la que tomó la iniciativa. “Lo único que me planteaba es que no me podía quedar ningún tipo de dudas de salvarle la vida a mi hermano”, manifestó en los años 90. “Yo creo que lo que intentaron los médicos con el segundo trasplante fue experimentar, ver la evolución y ojalá lo que hayan descubierto les haya valido para otros casos”. Manuel falleció a principios de octubre de 1984. “Fue un año tremendamente duro para mí. Una parada muy grande en mi carrera”.

En tan delicado momento no encontró la sintonía precisa con su entrenador Manuel Pascua, quien consideraba que estaba hipotecando su carrera deportiva.  Esto, unido a algún otro  episodio, condujo a María José a la ruptura con el técnico. “Prefiero recordarlo como una persona que me ha motivado para lograr grandes cosas en el atletismo y no una persona que, llegado un momento, me hizo la vida imposible”.  Y desde entonces emprendió el vuelo con el técnico Francisco Gil, “un gran entrenador, una persona muy humana”, dice.